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La sexta parte del mundo (1926)

La sexta parte del mundo
73 min.
7,3
211
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Sinopsis
La sexta parte del mundo muestra, en el seno de la URSS, las interacciones a distancia de los pueblos más diversos, de las multitudes, las industrias, las culturas, intercambios de toda clase venciendo al tiempo. (FILMAFFINITY)
Género
Documental Cine mudo Revolución Rusa Propaganda
Dirección
Reparto
Documental
Año / País:
/ Unión Soviética (URSS) Unión Soviética (URSS)
Título original:
Shestaya chast mira
Duración
73 min.
Guion
Fotografía
Compañías
Links
8
VEO
Documental poco conocido, anterior a El hombre de la cámara, La sexta parte del mundo (el título se refiere al imperio soviético) comparte con su sucesora la ausencia de soporte narrativo y el virtuosismo del montaje. La película está sostenida por una estructura musical, basada en la recurrencia, a modo de rondó, de determinadas imágenes y, sobre todo, de intertítulos (VEO / A TI / Y A TI), cuyo tamaño y grafismo se gradúan como en el arte del cartel, que tuvo su apogeo en esta época.

La película se inicia con una mirada crítica hacia la sociedad burguesa y la economía capitalista, sostenida por la explotación de colonias lejanas o interiores (a través de una brillante asociación de bailarines de foxtrot, burgueses cantando en una cena y bailando en parejas al son del fonógrafo, mujeres con pieles montando en calesas, anuncios luminosos, esclavos trabajando en plantaciones, ejércitos coloniales, músicos negros de jazz y máquinas y obreros en fábricas), que sigue resultando actual: aún no tenemos respuesta frente a esto.

A este mundo se opone el desarrollo igualitario y la nobleza de los pueblos soviéticos. Dejando aparte el sustrato propagandístico (frente al que sí tenemos respuesta), la película, de 1926, es asombrosa por su modernidad y también porque, salvando la tentación de mirar con superioridad una realidad exótica y primitiva, su retrato de las personas muestra un respeto y una dignidad que hoy (en que estamos habituados a los fotoperiodistas depredadores capaces de cualquier cosa para conseguir una imagen llamativa) resultan reparadores.

La sexta parte del mundo destaca por el contraste entre el manejo sofisticado del montaje y la inocencia con que se muestran las imágenes de personas de las más diversas etnias, credos y culturas, desde el niño siberiano que juega con un zorro ártico cautivo hasta el esfuerzo de los pescadores calmucos o las tejedoras uigures, la chica que no puede aguantar la risa ante la cámara en la lejana Aul, la mujer afgana que se retira el velo, o los niños samoyedos que escuchan en un viejo fonógrafo un discurso de Lenin junto a las costas de Nueva Zembla.

Otras imágenes destacan por su potente simbolismo, como el lento travelling sobre una gran fábrica con la cámara colgada de su puente-grúa, la proa de un rompehielos soviético abriéndose paso por el Báltico, el ugrio que avanza con un perro sobre la nieve hacia el sol que nunca se pone, o el émbolo chorreante en el que se apoya una mano.

Pero, como el hombre y la mujer soviéticos, cada imagen aislada es sólo un elemento en la construcción de un todo más amplio, que se mueve con impulso irresistible hacia un final mecánico, utópico e inquietante (en el que la URSS aparece, anticipando la geopolítica de los años posteriores de la Guerra Fría, como el centro del que irradiaría la revolución mundial contra el capitalismo).
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14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
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