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El diablo toca la flauta (1954)

El diablo toca la flauta
88 min.
5,5
212
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Sinopsis
Un diablo de ínfima categoría aterriza en un pueblecito mediterráneo al ser desenterrados y unidos los trozos de una singular figurita. El diablillo se entromete en la vida del pintor Bernardino, de un matrimonio “moderno”, de un asustadizo jardinero y del Gran Momo. (FILMAFFINITY)
Género
Comedia Fantástico
Dirección
Reparto
Año / País:
/ España España
Título original:
El diablo toca la flauta
Duración
88 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
8
No seas avaro
Gran sorpresa me ha causado esta cinta, esperaba una comedia casi típica a la española, pero me he encontrado algo que va más allá. La cinta tiene su base en la buena fe de las personas, mostrándonos diferentes grados de comportamiento nada deseables.

La avaricia rompe el saco, y así nos lo muestra, el inicio de la película es magistral con el personaje del pintor hablando en tercera persona, dándose mucha importancia a bombo y platillo para realzar su persona. Como actor principal el gran José Luis Ozores en una actuación soberbia. La aparición de otro enorme actor como Manolo Morán es de destacar, ofreciéndonos otro discurso de esos que se nos quedan en la memoria.

La cinta tiene un humor ácido muy destacado, una comedia negra muy recomendable.

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3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
4
Podría haber tocado otra cosa
El que tocara la flauta es irrelevante para la historia que cuenta. Jose Luis Ozores, de negro, con chistera abollada y chaqueta vieja, interpreta a un diablo con ninguna gracia (culpa del guionista, no del buen actor) y sus intervenciones son de puro trámite para soportar el cuento.

Lo que sí tiene más gracia son las intervenciones de Luis Prendes dentro del personaje de un pintor fracasado, pagado de sí mismo, que caricaturiza, pienso yo, al gran Dalí (mi pintor favorito) cuando ensalza su genio creativo. También resultan muy divertidas las secuencias en las que Manolo Morán representa a un terrateniente introducido en las altas esferas. Su discurso cínico y sinvergüenza caricaturiza a la oligarquía del momento y llega a sorprender que pasara la censura de los años 50. Es posible que la moraleja final (quédate en el pueblo que la ciudad está llena de sinvergüenzas) posibilitara su exhibición.

Antonio Ozores también interviene en el papel de un alto cargo muy, muy corrupto, interpretado con su habitual desparpajo, resulta también gracioso y, para terminar, comentar que el siempre solvente Antonio Garisa queda fatalmente desaprovechado, pasa desapercibido y para colmo hasta le doblaron la voz con lo que más parece que le hicieron una faena que darle una oportunidad.

Faltó ingenio.
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2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
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