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Una avería en la línea (1934)

Una avería en la línea
80 min.
5,8
23
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Escena (INGLÉS)
Sinopsis
Joe y Casey, dos amigos que se dedican a arreglar averías para una compañía telefónica, tratarán de demostrar que el jefe de la novia de Joe es, en realidad, un gánster. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Comedia Crimen
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
Looking for trouble
Duración
80 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
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6
Buscando problemas
En otro cambio de aires Wellman deja la Warner en 1933 para rodar con Zanuck, que acababa de fundar la 20th Century Fox, esta buddy movie sobre unos empleados dedicados a la resolución de averías telefónicas interpretados por Spencer Tracy y Jack Oakie.
Tracy interpreta a Joey, un Trouble-Shooter (título de rodaje de la película) con novia en el servicio de información de la misma compañía y Oakie es Casey, un graciosete que llega a la compañía para aportar chiste y picante a una historia escasa de alicientes que promete poco. Y que cumple con lo que promete.

A la película le cuesta despegar debido al poco atractivo de su contexto y el énfasis en las gracietas de Oakie, que personalmente me resultan insoportables. El retrato del personaje de Tracy, cuya actuación es quizá lo único que da sustancia a la película, resulta reiterativo en un guión que, por lo demás, está lleno de agujeros y deus ex machina de toda clase y condición. A Joey un compañero de trabajo le levanta la novia. Este tipo es un borracho mentiroso y vago y es expulsado por la compañía, así que forma una banda que se dedica a pinchar teléfonos con el fin de acceder a información privilegiada que les ayude a especular o delinquir. Mientras están investigando esto los dos telefoneros protagonistas, se comete un crimen del que acusan a la antigua novia de Joey y, en fin, hay que resolver el entuerto. La segunda mitad es claramente más interesante que el arranque, y el desenlace, aunque repleto de inesperadas casualidades propicias, a cada cual más tremenda tiene su miga y su emoción. Además la peli es corta, así que su sinsustancia no llega a aburrir ni cansar.

Comparada con otras cintas de estos años llama mucho la atención el poquísimo interés que Wellman pone en su realización. Toda ella se basa en conversaciones plano-contraplano y de vez en cuando un reencuadre en travelling de retroceso quiere remover algo la pantalla, pero no hay ninguna idea de buen director, ningún momento memorable o curioso. Está rodada con prisas -como siempre- y poco interés, a pesar de que la historia no le fue impuesta y de que tuvo en su momento críticas satisfactorias quizá por lo peculiar de su fondo temático. Vista hoy en día lo que da más valor a Una avería en la línea es su retrato de las posibilidades que la tecnología telefónica ponía al alcance tanto del bien como del mal. Podría decirse que es la abuelita achacosa de The Wire. Y poco más.

Lo más llamativo de Looking for Trouble, sin embargo, no se ve en pantalla, ni siquiera se atisba. Y es que el rodaje de esta película haría que la fama de salvaje y el apodo Wild Bill -que no obstante viene de sus tiempos de aviador- cayeran sobre Wellman como una losa que le acompañará por mucho tiempo, provocando que los estudios no firmaran contratos a largo plazo con él por miedo a las consecuencias de su agrio carácter y su afición a la bebida. Y es que fue un rodaje lleno de tensiones. Tracy -otro que tal- y Wellman se detestaban mutuamente y las discusiones eran continuas, con conatos de violencia física que finalmente eclosionaron en una tumultuosa pelea en el Hollywood Club que saltó a los medios. A esa le seguirían otras más en los años siguientes, hasta tres cuenta el hijo de Wellman en su biografía, una de ellas a causa de Loretta Young, quien al parecer gustaba a Tracy y de la que en esos momentos Wellman no tenía el mejor concepto, por historias surgidas en el rodaje de Call of the Wind (1935) que en su momento contaremos.

Además de estas peleas con Tracy, Wellman montó una trifulca de aupa en el mismo set de rodaje cuando se presentó allí un antiguo ayudante de dirección, Mike Lally, a tocar las narices. Realmente lo que tocó fue el puño derecho de Wellman, que terminó lesionado, lo mismo que su mandíbula.

Quizá sea este un buen sitio para recordar que Wellman, salvo estas discusiones con estrellas desobedientes y personajes patibularios, no tuvo problemas serios con sus equipos de rodaje. Con alguno de sus técnicos, que procuraba mantener, trabajó desde Wings hasta el final de su carrera, y ninguno de ellos, en lo que yo he leído, tiene una mala palabra que decir de él como jefe o como persona. Y es que debemos ponernos en el contexto sería la producción de estas películas. Jornadas maratonianas en las que rodar no sé, alrededor de 50 planos, y en las que el director, un empleado muy bien pagado pero sin implicación personal ni artística en la historia en buena parte de los casos, tiene que poner orden y mantener la jerarquía además de concebir visualmente la historia, cuidar la continuidad y dirigir a los intérpretes. Wild Bill podía, entre rodajes, ser un borracho agresivo, pero en sus horas de trabajo la eficiencia y la responsabilidad eran la norma, y solo el ego de los actores, que detestaba especialmente, podía sacarle de esa profesional concentración.
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1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
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