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Michael (2011)

Michael
96 min.
6,2
649
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Trailer (ALEMÁN)
Sinopsis
Ópera prima del actor austriaco Markus Schleinzer (también habitual director de casting de Michael Haneke y Ulrich Seidl). Describe la vida cotidiana de Michael, un oficinista de 35 años, que tiene secuestrado a un niño de diez años en el sótano de su casa. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Abusos sexuales
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Austria Austria
Título original:
Michael
Duración
96 min.
Guion
Fotografía
Compañías
Premios
2011: Festival de Cannes: Sección oficial a concurso
2011: Festival de Gijón: Sección oficial largometrajes a competición
2011: Premio del Cine Europeo: Nominada al Premio Discovery (Mejor ópera prima)
8
El horror tras la puerta
Hasta el mismísimo Cannes y sus circuitos de críticos y periodistas no escapan a ciertas modas: basta con repasar la última lista de ganadoras (Rosetta, Elephant, 4 meses, 3 semanas, 2 días, La cinta blanca, Amour) para darse cuenta que la aparente incomodidad de cierto cine indie resulta, paradójicamente, más fácil de valorar y al final de premiar que los dramas desgarrados que representan Bailar en la oscuridad y El pianista. Por eso vale la pena valorar si Michael supera o simplemente sigue esa moda más o menos vislumbrada de cine 'incómodo', seco y silencioso. El hecho de que la película no ganase ningún premio en Cannes podría hacer pensar que estamos ante una copia más del modelo. Pues bien: Michael es novedosa e interesante para la cinematografía (la austriaca) y el cine (el de Haneke y Seidl) que representa.

Si en El séptimo continente de Haneke veíamos la rutina que antecedía al horror, en Michael vemos la rutina del horror. Algo que puede parecer lo mismo pero que evidentemente no lo es. Michael es la historia de un agente de seguros de unos treinta y cinco años que tiene secuestrado a un niño de ocho en el almacén de su casa. Nada explica por qué el hombre retiene al menor. Uno piensa en una posible venganza, encargo o ajuste de cuentas. Luego intuye una psicopatía. Seguimos sus pasos, y en ellos intentamos escarbar la superficie nevada hasta dar con una respuesta. Pero Michael nos deja a tientas, como el pequeño escondido en su sótano. Porque los comportamientos extraordinarios (no por excepcionales sino por poco corrientes) nacen de la triste normalidad.

Michael viene a decirnos que nuestro vecino, nuestro mejor amigo o nuestro compañero de trabajo puede ser la persona más malvada del mundo. No se trata de entender o repudiar al lobo, sino de sentir su aliento en la cara para ser conscientes del peligro. Michael es terror psicológico: tememos 'descubrir' y al mismo tiempo 'que descubran' los demás personajes el secreto de Michael que solo conocemos nosotros. La tensión acaba en una escena que avecina el inicio de otra película que no veremos. Y no seremos testigos de esa otra historia porque lo visto concierne a Michael, solo a él, no por casualidad un miserable con un nombre muy común.

Que Michael impacte o no en la audiencia es una cuestión de sensibilidad hacia un estilo hanekiano que no todos defienden. Al final lo incómodo no nace tanto del estilo contemplativo como del material de base: un hombre corriente que es un pedófilo obsesivo. Y en eso Michael, El séptimo continente y otras películas hacen mucho más para entender quiénes somos y hasta dónde podemos llegar que las manipuladoras anécdotas de la crónica negra de los medios de comunicación. De aquí que Michael sea cine de primera categoría.

@Xavicinoscar, Cinoscar & Rarities
http://cachecine.blogspot.com
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13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
El Séptimo Continente
Invocar el nombre de Michael Haneke puede que sea, supongo, algo recursivo pero no del todo gratuito y no sólo por el vínculo profesional, sino estético. Ya hace unos años que, en global, es justo hablar de cierta forma austríaca de entender el cine. Así, directores y directoras como ahora Götz Spielmann, Ruth Mader o Jessica Hausner y, por descontado, el más brillante de estos "discípulos": Ulrich Seidl, forman parte de una corriente que apuesta por el minimalismo formal, por los planos fijos y largos para exprimir el hiperrealismo de cada imagen, y por lo moralmente áspero y descarnado para reflejar una realidad que es observada con pesimismo. Este estilo, nacido en los 90, ha tenido una notable influencia en el cine moderno, con ramificaciones evidentes en países como Rumanía (Puiu, Mungiu) o Grecia (Lanthimos o Tsangari). Cada uno tiene sus variaciones y particularidades, pero los austríacos suelen tener en común el retratar con exactitud las miserias de una sociedad apocada, introvertida y vitalmente mediocre, volcada en una rutina insustancial y en la mayor de las naderías.

La visión de Schleinzer es precisamente social y crítica, no un artefacto en clave de intriga y terror. Al ver "Michael" la sensación que transmite es que la parte del rapto y abuso del menor es el medio y no el fin, que en verdad se habla de ese pobre diablo, inepto social, absolutamente incapaz de cualquier espontaneidad y de ingenio, que repite las fantasmadas que ve en la televisión, que falla patéticamente en las relaciones sexuales "sanas" y que cuando está eufórico sólo le alcanza para exhibir una discreta y ridícula careta. Sólo en sociedades como las del norte de Europa, dónde las relaciones humanas son en general distantes y extremadamente frías, un perturbado podría tener raptado a un chico en su casa sin que su enorme reserva levante suspicacias o sin que sus más allegados, ni siquiera en unas fechas como las navideñas, le hagan una visita. No hay más que pensar en los suburbios indios, dónde lo normal es dormir con cinco personas más, o las celebraciones navideñas de la clase media española, cuya reunión familiar es tan inevitable como el amanecer, para detectar dónde se halla la tara. En insisto, la historia del abuso está bien llevada y está adecuadamente matizada, pero no es ahí donde culmina la narración. Al fijarse en esos rasgos concretos del protagonista y al escoger esos momentos, que se desentienden por completo del secuestro, para el último segmento de la película, lo que se pretende es señalar hasta qué punto se desconocen entre sí los miembros de esa sociedad, aséptica y ramplona aunque productiva y responsable, que cumple con los deberes pero que también es una fábrica de seres grises, anodinos y sumamente deshumanizados. Es por eso que el parentesco con “El Séptimo Continente” de Haneke me parece incuestionable.

(Continuo abajo por falta de espacio, si bien en la parte final desvelo algunos detalles, lo indico claramente)
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9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
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