Psicosis III (1986)

Con las valoraciones en FA me pasa cada vez más como con las sentencias de según qué tribunales: uno acata… Pero, oiga, no traga. ¿Ejemplos? Pues, por supuesto, y sin ir más lejos esta Psicosis III, que no se merece la baja nota que los poco más de setecientos usuarios que han tenido a bien votarla a día de hoy han decidido concederle (dos puntos inferior a la que le otorgan RT y IMDb) .

No, no estamos ante ninguna obra maestra: eso es evidente. Al fin y al cabo, como supondrás, se trata de otro giro de tuerca a la desdichada historia del bueno de Norman Bates y a su célebre costumbre de filetear a sus huéspedes en la ducha. Y sin embargo, y que nadie se equivoque, esta dignísima película está muy por encima de que cabría esperar de algo titulado “Psicosis III”: si piensas que esto es un zafio Slasher en el que unas cuantas situaciones absurdas se ponen como excusa para mostrar en acción a un matarife pasado de vueltas, andas bastante desencaminado.

Bien podía haber sido así, pero, afortunadamente, hay dos cosas que la redimen y la dignifican, haciendo que sobresalga muy por encima de lo que cabría imaginar. La primera de ellas es su guión, que, escapando de los tópicos adolescentes, está lleno de inteligencia y sutileza, de una lúcida melancolía a la hora de juzgar las miserias de la condición humana y de un soterrado y amargo sentido del humor. La segunda, que complementa perfectamente a la primera, es la dignísima –por no decir brillante- dirección de Anthony Perkins que sabe darle al film un ritmo pausado y contemplativo y envolver toda la película con una atmosfera fatalista y opresiva. Además, y en esto supera al mismísimo Hitchcock –que jamás lo pretendió-, triunfa notablemente a la hora de darle cierta profundidad al personaje de Norman Bates, mostrándolo, no como un pelele sin alma que se dedica a cargarse a todo quisqui “porque sí” –típica gilipollez que cabe esperar de un Slasher-, sino como un ser complejo, atormentado y, a pesar de su patetismo, fascinante.

Como guinda, y terminado a contribuir al más que decente resultado final, la impresionante (en su minimalismo) banda sonora de Carter Burwell: misteriosa, trágica y nostálgica a un tiempo, dibuja perfectamente al personaje de Bates.

En definitiva un entretenimiento digno de una “noche de Lobos”, si así lo quieres ver. Pero, también, una película relativamente profunda, sutil y llena de dobles lecturas que mejora con los segundos y terceros visionados. Por supuesto, sobra decirlo, infinitamente mejor a muchas otras películas del género con medias superiores.

La saga “Psicosis” es una de las que a mi parecer mantiene el nivel de calidad, ya que aunque va decreciendo a medida que las continuaciones se suceden, el estilo y la opresión psicológica que manifiesta el protagonista siempre es sugerente para diferenciarse e ir más allá del simple terror donde se mata sin fundamentos. Y desde ese espectro de patología mental, el filme se sustenta y tiene una sólida correlación lógica a medida que el tiempo pasa y Norman Bates no puede superar sus trastornos.
En este filme uno encuentra una cinta con algo de intriga y misterio propio del halo de insania que se respira en el personaje principal y en la húmeda y lóbrega casona cercana al mítico motel del horror.
Además de asesinatos surgidos de la locura de una persona que ha perdido relativamente el contacto con la realidad, el filme siempre guarda cierto tino para no derivar en situaciones ridículas o de sustos fáciles. Todo lo contrario, es una cinta aplomada y circunspecta que tiene dosis de sangre pero en la justa medida.
Lo que sí se le puede criticar (y en ello radica que sólo quedase como una alternativa apenas aceptable de 5 puntos) es que su argumento no tiene mucha profundidad donde no hay grandes recovecos que den volumen y sorpresas en el relato. Le falta reinventarse en algo que la destaque, pero lamentablemente queda sólo como una continuación sobria de fórmulas efectivas pero que obviamente no gozan del beneplácito del factor sorpresa como sí tenía la primera.
Aquí asistimos al debut en la dirección de Anthony Perkins, a quien no le va del todo mal pero como dije, no supo otorgarle un cariz que se aleje de lo ya visto. Aunque la fórmula es efectiva y logró una cinta pasable, no tiene un guión tan pergeñado como sí lo tenían las entregas anteriores.
En fin, una cinta que se recuerda con nostalgia como la mayoría del terror ochentero que uno disfrutaba viendo sus estrenos en el videoclub. Una opción que sin llegar a tener momentos destacados, siempre guarda el valor del peso específico exitoso que la franquicia supiera ganarse. Es un filme entretenido, que se disfruta en su simpleza narrativa, pero se degusta mucho más en esa aureola de privación del juicio en que vive de a ratos el prota, y en esos ambientes rurales donde sólo aparecen un motelucho y una vieja casona detrás como señal de que la civilización está presente.