Escena (INGLÉS)
- Sinopsis
- Lawrence, un tímido y maduro funcionario británico, se enamora de Gina, una enigmática joven, en el marco de una reunión del G8 en Reykjavik. Sin embargo su relación se verá puesta a prueba por las obligaciones profesionales de Lawrence. (FILMAFFINITY)
- Género
- Drama Romance Política Telefilm
- Dirección
- Reparto
- Año / País:
- 2005 / Reino Unido
- Título original:
- The Girl in the Café
- Duración
- 90 min.
- Guion
- Música
-
- Fotografía
- Compañías
- Coproducción Reino Unido-Estados Unidos;
- Links
Premios
"En su mayoría, en mis sueños, la gente me ruega que sea parte de los Rolling Stones..."
24 de abril de 2007
No es precisamente perfecta; ni mínimamente creíble. Pero resulta francamente emocionante, idealista y conmovedoramente romántica. Diálogos divertidos que consiguen hacerte empatizar con los personajes, química entre los dos actores, perfecto ritmo de la tensión sexual y un contexto tan poco usual como interesante.
Bill Nighy resulta a la par pintoresco y enternecedor. Su personaje encierra todo el encanto del film así como su temática; en él residen la soledad, la melancolía, el idealismo, la impotencia y el romanticismo que envuelve cada una de las conversaciones entre los protagonistas.
No es verosimil, claro que no, pero es optimista y maravillosamente agradable de ver. Es suave. Es informativa. Es preciosa.
Bill Nighy resulta a la par pintoresco y enternecedor. Su personaje encierra todo el encanto del film así como su temática; en él residen la soledad, la melancolía, el idealismo, la impotencia y el romanticismo que envuelve cada una de las conversaciones entre los protagonistas.
No es verosimil, claro que no, pero es optimista y maravillosamente agradable de ver. Es suave. Es informativa. Es preciosa.
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20 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
El último café
26 de abril de 2010
Lawrence, un tímido y maduro funcionario británico, se enamora de Gina, una enigmática joven, en el marco de una reunión del G8 en Reykjavik. Sin embargo su relación se verá puesta a prueba por las obligaciones profesionales de Lawrence.
La chica del café es un pequeño bombón pergeñado por Richard Curtis, que vuelve a hacer lo que mejor sabe y le cede la dirección a David Yates, y juntos arman una historia amable, sobre el encuentro de dos personas grises en un café. Ya puede irse el G8 al infierno.
¿El contexto es poco creíble? Sí. ¿Se abusa de recursos televisivos? Sí. ¿Se termina por saber demasiado de los protagonistas? Sí. El desarrollo de su relación amorosa en paralelo con el de la asamblea provoca agridulces anécdotas, siempre en el amable tono del autor. Por eso, aunque el idealismo y la ingenuidad superen la realidad, todavía queda espacio para soñar. Aunque se contemple impotente cómo el mundo se va al carajo.
Y es que una película que empieza con una canción de Damien Rice no puede ser mala. Puede que tengamos un Lost in Translation televisivo, pero tiene su propia magia. No es el encuentro de dos almas gemelas, sino el de dos soledades compartidas. Las cuatro cucharadas de azúcar de él con la ausencia de edulcorante de ella, sorprendentemente, casan a la perfección. Él es un solitario, torpe en cuestiones de seducción, tímido, poco atrayente, pero sólo en apariencia. Ella es dulce, callada, misteriosa, enamorable.
Porque es mejor transmitir que decir. Porque siempre es mejor sentir algo parecido al amor, mejor que no sentir.
Para los noctámbulos en búsqueda del último café.
La chica del café es un pequeño bombón pergeñado por Richard Curtis, que vuelve a hacer lo que mejor sabe y le cede la dirección a David Yates, y juntos arman una historia amable, sobre el encuentro de dos personas grises en un café. Ya puede irse el G8 al infierno.
¿El contexto es poco creíble? Sí. ¿Se abusa de recursos televisivos? Sí. ¿Se termina por saber demasiado de los protagonistas? Sí. El desarrollo de su relación amorosa en paralelo con el de la asamblea provoca agridulces anécdotas, siempre en el amable tono del autor. Por eso, aunque el idealismo y la ingenuidad superen la realidad, todavía queda espacio para soñar. Aunque se contemple impotente cómo el mundo se va al carajo.
Y es que una película que empieza con una canción de Damien Rice no puede ser mala. Puede que tengamos un Lost in Translation televisivo, pero tiene su propia magia. No es el encuentro de dos almas gemelas, sino el de dos soledades compartidas. Las cuatro cucharadas de azúcar de él con la ausencia de edulcorante de ella, sorprendentemente, casan a la perfección. Él es un solitario, torpe en cuestiones de seducción, tímido, poco atrayente, pero sólo en apariencia. Ella es dulce, callada, misteriosa, enamorable.
Porque es mejor transmitir que decir. Porque siempre es mejor sentir algo parecido al amor, mejor que no sentir.
Para los noctámbulos en búsqueda del último café.
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11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
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