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La vida de Adèle (2013)

La vida de Adèle
180 min.
7,4
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Sinopsis
Adèle (Adèle Exarchopoulos) tiene quince años y sabe que lo normal es salir con chicos, pero tiene dudas sobre su sexualidad. Una noche conoce y se enamora inesperadamente de Emma (Léa Seydoux), una joven con el pelo azul. La atracción que despierta en ella una mujer que le muestra el camino del deseo y la madurez, hará que Adèle tenga que sufrir los juicios y prejuicios de familiares y amigos. Adaptación de la novela gráfica "Blue", de Julie Maroh. (FILMAFFINITY)
Género
Romance Drama Drama romántico Adolescencia Erótico Homosexualidad Cómic
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Francia Francia
Título original:
La vie d'Adèle - Chapitre 1 & 2 (Blue Is the Warmest Color)
Duración
180 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
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Premios
2013: Festival de Cannes: Palma de Oro (Mejor película) y Premio FIPRESCI
2013: Premios César: Mejor actriz revelación (Exarchopoulos) 8 nominaciones
2013: Globos de Oro: Nominada a Mejor película extranjera
2013: Critics Choice: Mejor film de habla no inglesa y Mejor intérprete joven
2013: Premios BAFTA: Nominada a Mejor película de habla no inglesa
10
El amor, la vida, el placer, el deseo, la desesperación.
Se me hace difícil escribir sobre "La vida de Adèle". Ignoro si se debe al montaje final (ya ha prometido el director una versión extendida con más de 40 minutos añadidos), pero es ésta una película atípica, con un desarrollo férreo y a la vez narrativamente laxo, que se adentra en varias cuestiones sin ahondar demasiado en ninguna, y cuyo verdadero núcleo temático, el amor trascendente, se muestra a veces con tanta fuerza que le impide a uno hasta pensar.
En consecuencia, toda crítica o análisis de "La vida de Adèle" se quedará necesariamente corta. Aún así, por lo que pueda valer, ahí vamos:
Kechiche se vale de primerísimos planos constantes para pegarnos al cuerpo y a la vida de Adèle, cuyo rostro llegamos a conocer tan bien como el nuestro, con sus pliegues, sus gestos y hasta el brillo de sus poros (en la película no se emplea maquillaje). Vemos cómo se despierta, cómo va al colegio, cómo come, cómo suspira y cómo duerme. Durante la primera hora es un retrato de esa íntima soledad que acompaña a ciertas personas como una sombra; sin saber por qué, uno percibe en ella el estigma del perpetuo desamparo. El espectador está tan cerca de Adèle, se ha adentrado tanto en ella –metafóricamente–, que desaparece el límite entre lo ficticio y lo real; y, si besa a alguien, casi podemos oler el beso. Tenemos la impresión de estar viviendo nosotros su vida. Es tan intensa y tan cercana, que conmueve hasta lo más hondo; y deseamos que esa chica confundida y sola sienta hasta las entrañas el desbocado placer del verdadero amor.
Cuando ese amor llega, lo hace unido al sexo salvaje; y resulta un acierto estético de auténtica sabiduría el esfuerzo de Kechiche por no separar lo uno de lo otro, el amor del sexo, el cuerpo de la mente. Durante una escena lésbica explícita y larga como pocas (nunca había visto yo nada igual en una película que no fuera pornográfica), asistimos a una exaltación limpia del deseo puro. Cada una quiere ser la otra; cada caricia o cada beso quieren abarcar o sentir el cuerpo amado con desesperación existencial; pero al mismo tiempo se están entregando ellas a la actividad más intensa de sus vidas, perdiéndose en lo oscuro, en lo inabarcable, en ese éxtasis que, si se alcanza, es capaz de elevarnos místicamente por encima de nosotros mismos, hasta diluir nuestra identidad. Cuando Adèle cae desplomada tras eso que un médico o un asesino del amor llamaría “orgasmo” (perdonen por reducir el asunto a una palabra tan fea), sabemos –sentimos– que ya nada será igual en su vida. Que ha quedado definida por ese placer, por esa felicidad, por ese instante. Ha encontrado por fin todo lo que buscaba.
Pero el tiempo pasa y la vida sigue.
Y pasan los amigos, y la familia, y se termina el colegio, y se empieza a trabajar, y la rutina también a su modo mata…
Y comienza –aunque no se diga de modo explícito– el “capítulo 2” de la vida de Adèle; y cae éste sobre nosotros como un latigazo, pues presenciamos el más descarnado retrato de la pasión y del deseo que se ha hecho en el cine en muchísimo tiempo. Adèle experimenta muchas y variadas confusiones, se sume en la desesperación, se hunde en un vacío personal, trata de salir, trata de entregarse a sí misma, trata de olvidar cuánto duelen los amores cuando parecen haberse perdido, trata de saber qué hacer, quién es, cómo ha llegado hasta ahí.
La película es magnífica porque es honesta, porque carece de tesis pero a la vez lo muestra todo, porque uno la ve y palpa la esencia de la vida y del amor, sean éstos lo que sean, y en todas las escenas hay una miríada de sensaciones que el espectador sensible recibe fascinado.
La fotografía es prodigiosa, y los actores, jóvenes casi todos, están soberbios. Léa Seydoux cumple siempre, pero Adèle Exarchopoulos toca los límites de lo que entendemos por “actuar”.
Kechiche abre en canal la vida de Adèle y la de cualquiera.

Una maravilla.

(Sigue en el spoiler, pero no hay spoilers de ningún tipo; lean sin miedo).
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369 de 427 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
La vida de Adèle, sí pero no
Sí, La Vida de Adèle es intensa. Sí, la cámara entra hasta el fondo, de la piel y de los sentimientos de los personajes protagonistas. Sí, emociona. Sí, las actrices sobresalen, especialmente una Adèle Exarchopoulos mágica. Y sí, escribo esta crítica casi como terapia porque hace dos días que la he visto y todavía no sé qué pensar. Lo que sé es que sigue ahí clavada en mi cerebro y en mis tripas. Pero...

3 horas de película no son necesarias. No es necesaria esa primera parte tan larga en su adolescencia. Creo que Kechiche no sabe por dónde cortar y no corta. Usar la elipsis con maestría es difícil pero es necesario.

En cuanto al sexo, las escenas son largas y explícitas, y no creo que la de Kechiche sea una mirada poética, o no sólo. Para mí sí es la mirada de un hombre (que se recrea) pero no me molesta. Me gusta esta cruzada contemporánea por normalizar el sexo, me parece necesaria y esa creencia me la confirmaron las toses, los movimientos incómodos y los susurros que las ya famosas escenas provocaron en la sala.

Más allá de eso, la película es pura carne, es vísceras, comida, cuerpos, piel, y desde ahí construye Kechiche mucha verdad (que la hay). Los personajes, sobre todo Adèle, tienen dudas, contradicciones, luchas internas y la cámara de Kechiche los desnuda con maestría.

(Entro más en detalle en spoiler)
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283 de 336 usuarios han encontrado esta crítica útil
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