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Esclavos del pecado (1966)

Esclavos del pecado
103 min.
5,1
54
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Sinopsis
Stephen Rojack es un famoso comentarista televisivo, especialmente crítico con algunos sectores de la policía, a los que acusa de estar relacionados con la mafia. Un día, durante una fuerte discusión con su esposa, ésta cae por la terraza. Aunque consigue que su muerte parezca un suicidio, su vida se transformará en una pesadilla cuando, tanto la mafia como la policía, lo persigan sin tregua. (FILMAFFINITY)
Género
Drama
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
An American Dream
Duración
103 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
Premios
1966: Nominada al Oscar: Mejor canción
1
Esclavos de la tortura de verla
No me sorprende escribir la primera crítica de esta película, ya que es normal que nadie haya perdido un segundo de su vida viendo este sinsentido, y menos aún escribiendo sobre ello. Sin embargo, como yo tuve la “fortuna” de disfrutar de sus minutos, quiero compartir mi opinión: leyendo el magnífico reparto, y la atractiva sinopsis, parece que uno va a disfrutar de un rato agradable con asesinatos y gánsters; sin embargo, no es agradable, y casi ni asesinatos ni gángsters, sólo minutos aburridísimos de nula acción. La película es pesada a más no poder, pedante, sin ritmo ni interés. Me gusta siempre ver las películas hasta el final para poder juzgarlas, pero aquí se hizo un poco duro. La factura (desde el principio) muestra que no nos encontramos ante una magna obra; los personajes estúpidos, especialmente el de Janet Leigh; grandes silencios con miradas sin decir nada…

Por decir algo bueno, las escenas entre Stuart Whitman y Eleanor Parker del principio pueden resultar enormemente divertidas, y hasta se pueden soltar carcajadas si se ve en familia o con un conjunto de personas con sentido del humor; llegando el momento cumbre en la terraza, la secuencia entera, pero especialmente la caída. Ahí, las risas fueron sensacionales. Creo que el film se hizo con otras intenciones, pero que dé gracias Robert Gist de que al menos esos momentos lo pasamos bien, aunque de modo distinto al esperado.
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1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Dudas 'setenteras'
Típico producto setentero, más quizá para la televisión que para el cine de un director con solo dos películas, aunque de amplio desarrollo en la televisión: muchas películas para la tele.
Un caso sórdido de matrimonio roto que acaba en tragedia al producirse una pelea entre marido y mujer que acaba con la muerte de la mujer al caerse de la terraza.
Tiene tintes dramáticos que encausan directamente el adulterio y lo colocan como el causante del homicidio, al menos moralmente por no detenerla. Hay algo que no cuadra en el guión: es inverosímil que el coche que atropella el cadáver de la mujer que se acaba de tirar por la ventana sea, precisamente, el de su amante antigua, que además es precisamente la chica del mafioso que el periodista pone a caldo todos los días en la radio.
También la culpa, moral ética, es enjuiciada. ¿Será capaz de vivir con la culpa el marido?. El policía le dice que aunque no puede ser condenado en un tribunal tiene la convicción moral de que ha sido el asesino de su mujer. ¿Será verdad?
Él era un héroe de guerra, ella una niña rica, alcoholizada y que padecía fuertes depresiones. Existe la duda razonable de si él la tiró por la ventana, o al menos no evitó que se tirara por ella.
Tengo como la sensación de que la película ha sido cortada, mal cortada, porque hay cosas que no se comprenden bien, no se explican del todo. Ello provoca demasiadas interpretaciones propias, que no satisfacen del todo al espectador.
Reparto interesante: Stuart Whitman, típico en multitud de las películas de guerra, Janet Leigh eternamente asociada al papel de Picosis, Eleanor Parker en un papel de borracha y adúltera que no le pega nada, Barry Sullivan, Lloyd Nolan, Murray Hamilton, Harold Gould, y un tal George Takei que no me suena de nada.
El guión es de Mann Rubin y de Howard Rodman, sobre novela de Norman Mahler, un grande de la escena americana.
La música es de Johnny Mandel, y la fotografía de Sam Levitt.
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