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Peppermint Frappé (1967)

Peppermint Frappé
92 min.
6,6
2.194
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Disponible en:
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Trailer (ESPAÑOL con subtítulos en FRANCÉS)
Sinopsis
Pablo (Alfredo Mayo), un amigo de Julián (López Vázquez), acaba de casarse con Elena (Geraldine Chaplin), una sofisticada extranjera. Julián se obsesiona tanto con ella que empieza a cortejar y a tratar de cambiar el aspecto físico y los hábitos de la enfermera que atiende su consulta, ya que se parece bastante a Elena. (FILMAFFINITY)
Género
Drama
Dirección
Reparto
Año / País:
/ España España
Título original:
Peppermint Frappé
Duración
92 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
Premios
1968: Festival de Berlín: Oso de Plata - Mejor director
"Con el paso de los años se ha convertido en lenta, aburrida y algo incomprensible"
[Diario El País]
9
Choque de culturas en la España de los sesenta
En los numerosos viajes que hacía el gran director Carlos Saura a Cuenca a visitar a su hermano, el pintor Antonio Saura, le debió impresionar el choque de culturas que se vivía en nuestro país -y en todo el mundo- entre la rancia y oscurantista España profunda y el incontenible soplo de brisa fresca en forma de rebelión social pacífica que se vivía en los años sesenta (París en 1968, San Francisco, Londres, y, un poquito, Madrid y Barcelona).
Para alguien que venía de Madrid, el contraste entre el Museo de Arte Abstracto, el ambiente de los pintores y otros artistas que se unieron al movimiento cultural que se cocía en la pequeña ciudad manchega (Zobel, Torner, Tapies, Chillida, A. Saura, etc.) y la Cuenca profunda, más cerca de la Vetusta que describió Alas Clarín en "La Regenta" que de ese espíritu innovador, exhuberante e iconoclasta que invadía de forma imparable el mundo occidental por entonces; debió ser una buena fuente de inspiración para rodar el que es, probablemente, el mejor film de este director junto a "Cría Cuervos".
Una cuidada fotografía, que recuerda a las mejores películas de Michelangelo Antonioni, unas brillantes interpretaciones de Geraldine Chaplin, José Luis López Vázquez y un sorprendente -por bueno- Alfredo Mayo en uno de los mejores papeles que le recuerdo, una B.S.O. estudiada al milímetro (Los Canarios con su sensual rock progresivo versus la cruda grabación de los tambores de Calanda), el morbo de Luis Buñuel (a quien está dedicada esta magnífica película), un guión solvente y una dirección brillante e innovadora sirvieron para cocinar esta pequeña maravilla cuyo rodaje aún se recuerda con orgullo en Cuenca.
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51 de 61 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Gea, Eros y Tártaro
Misterio de Elche vs. Los Canarios
Ana vs. Elena
Té vs. Peppermint Frappé
Julián vs. Pablo
Poesía (A. Machado) vs. La fotografía
Ciudad Encantada vs. Museo de arte abstracto español
Seat 127 vs. Ford Thunderbird descapotable

Existen suficientes pistas (marcadas con luces de neón) sobre el propósito de Saura de retratar las dos Españas (Gea) que por aquel entonces cohabitaban de mala manera en un mismo territorio. Dos mundos diferentes llenos de obsesiones, engaños y envidias.
Las dualidades empiezan con el reencuentro de Pablo (Alfredo Mayo) y su esposa desenfrenada Elena (Geraldine Chaplin). Y como reacción de esa dualidad española surge el componente psicológico de Julián, y aunque Saura seguirá marcando las dos Españas, lo mejor es centrarse en esa obsesión medio onírica y medio real que Julián acaba por desatar, que es en definitiva, lo que deja el poso definitivo a esta película.

Julián (J. Luis López Vázquez) usa unas tijeras con las que va cortando revistas de moda. Ojos pintados, labios de carmín, pestañas postizas, minifaldas y medias de colores (Eros). Radiólogo de profesión y mesurado de formación. Ana (G. Chaplin) trabaja con él. Formal y de falda larga. Aunque la obsesión está presente desde el inicio mismo, Saura tiene la suficiente pericia para hacer que dicha obstinación bulla lentamente, hasta que como una olla express, el silbido nos anuncia que la comida ya está lista.

Y antes de bullir, nos ha enseñado los ingredientes. A modo de flashback (la boda de Pablo con una niña del pueblo en su infancia) y el voyeurismo tras la cerradura o en los baños con mujeres de escasa belleza. Simbolismos que quedan desperdigados pero no desordenados hasta llegar a las escenas finales de tambores y deseos de gran fuerza visual.

Con su anterior película (La caza), Saura marca un punto de inflexión en su incipiente carrera. Durante unos años, la España, la sexualidad (casi siempre reprimida) y la muerte (casi siempre violenta) conformarán una terna indivisible en la filmografía de Saura.
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42 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
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