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El techo del mundo (2015)

El techo del mundo
80 min.
7,0
982
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Sinopsis
1882. San Petersburgo. Sasha es una joven aristócrata rusa que ha estado siempre fascinada por la aventurera vida de su abuelo, Olukin, un explorador famoso que no ha vuelto de su última expedición a la conquista del Polo Norte. Sasha, lejos de satisfacer a sus padres, que han concertado su boda, se rebela contra este destino y decide salir hacia el Gran Norte siguiendo la pista de su abuelo. (FILMAFFINITY)
Género
Animación Aventuras Drama Aventuras marinas Siglo XIX Adolescencia Zonas frías/polares
Dirección
Reparto
Animación
Año / País:
/ Francia Francia
Título original:
Tout en haut du monde
Duración
80 min.
Guion
Música
Fotografía
Animación
Compañías
Links
Premios
2016: Premios Annie: Nominada a mejor película independiente
2015: Festival de Annecy: Mejor película (Premio de la audiencia)
2015: Festival de Gijón: Sección oficial largometrajes de animación
7
En la cima del mundo
Sasha es una joven de buena familia cuyo abuelo Oloukine falleció recientemente en una expedición marítima. Aunque en San Petersburgo se iba a inaugurar un museo en su memoria, el príncipe Tomsky finalmente descarta tal posibilidad, ya que el zar sigue enfadado porque Oloukine perdiera el fabuloso navío Davaï, considerado imposible de hundir. A cambio de esta noticia, Tomsky ofrecerá al padre de Sasha un cargo en la embajada de Roma que le hará olvidar semejante afrenta a su familia. Sin embargo, la nieta no parece demasiado contenta con este cambio de planes, por lo que buscará un remedio que dignifique la memoria de su yayo.

Así transcurren los primeros minutos de El gran viaje de Sasha al Polo Norte (más conocida por Tout en haut du monde o incluso por su título internacional Long Way North), una cinta de animación que dirige el francés Rémi Chayé y que ha sido colmada de reconocimientos, entre ellos el premio del público del pasado Festival de Annecy. Con un dibujo sencillo y una premisa no menos clara, el cineasta galo pretende narrar un cuento de aventuras que en sus formas está lejos de ser típico.

Decimos esto porque El gran viaje de Sasha al Polo Norte es una película de animación que discurre por el camino necesario para trasladar al espectador únicamente la parte importante del relato. Esto significa arrojar por la borda todos esos minutos de relleno que muchos cineastas de películas aventureras introducen en sus trabajos para así abultar más el producto o incluso para tapar el vacío que se esconde entre sus fotogramas. Sin embargo, el film que aquí nos ocupa no entiende de estas burdas manipulaciones: sus 80 minutos de metraje ya son una pista suficiente como para comprender que Chayé no se va a andar con rodeos.

Además, la cinta se encuentra desprovista de cualquier atisbo de moralina barata. Aquí es necesario hablar de la extraordinaria protagonista femenina, que actúa como una verdadera adolescente y no como un subproducto moldeado en base a la topicoína existente; no tiene un talento natural ni pasa de la noche a la mañana a realizar actos increíbles, sino que se nutre únicamente de su ferviente deseo por restaurar la memoria del abuelo perdido. Poseedora de un carisma sorprendente, Sasha porta el emblema de naturalidad que impregna toda la película.

En cuanto a la evolución de la trama en sí misma, desgraciadamente El gran viaje de Sasha al Polo Norte deja poco lugar a las sorpresas tras observar su título traducido al castellano. Aun así, es estupendo descubrir en cada escena varios detalles que alejan a la cinta de la previsibilidad. Por decirlo de otra manera, se desecha aquella guía prototípica que definía el carácter de los personajes en la literatura de aventuras, ya que aquí el único perfil claro es el del héroe (heroína, en este caso), quedando los otros papeles a consideración del espectador.

Más allá de este aspecto, hay que decir que El gran viaje de Sasha al polo Norte es un magnífico relato de aventuras que combina los mejores elementos del género de una forma noble. Asequible también para que sea degustada por el sector infantil, la película de Chayé pertenece a la carta gourmet de la animación que sabe hacer funcionar el género por sus propios medios y no como un mero volcado a lápiz de las películas de imagen real. Habrá que seguir la pista a este cineasta, sobre todo porque ya ha confirmado el estreno para 2017 de A Childhood of Martha Jane Canary, basada en la vida de Calamity Jane y que a priori parece seguir las líneas marcadas con su ópera prima.


Álvaro Casanova - @Alvcasanova
Crítica para www.cinemaldito.com (@CineMaldito)
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14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Viñetas de impresionismo ártico
En paralelo a las grandes superproducciones de animación por ordenador, resisten pequeñas historias animadas con técnicas tradicionales. No es que haya dejado de haber grandes proyectos que recurran a estos métodos, sino que las producciones humildes recurren, por necesidad presupuestaria o artística, a formatos más económicos como el dibujo animado más artesanal, o el stop motion. En apenas unos meses, se han podido ver en España dos películas que forman parte de este segundo grupo, pero que lo hacen porque es la vía expresiva que requieren para desarrollar sus propuestas formales. El cuento de la princesa Kaguya (2013) se apoyaba en la fuerza del trazo impresionista para cautivar con su sencillez. Su director, Isao Takahata, entendió la presencia de la ausencia, concepto que desarrolló tanto en su historia como en la puesta en escena, que acudía a los elementos indispensables y dejaba grandes partes del fotograma sin animar.

Por otro lado, y a través de la plataforma online Arte Kino Festival, entre el 30 de septiembre y el 9 de octubre pudo verse la cinta de animación The girl without hands (2016). Su responsable, el francés Sébastien Laudenbach, llevaba hasta el extremo su labor animadora al vaciar de color el contenido de cuerpos y objetos. Las formas se representaban a través de los perfiles y los elementos concretos de cada figura. Con esta idea árida, en la que las formas se solapaban entre sí y se fusionaban con el paisaje, el autor depositaba toda expresividad en el trazo, por lo que los detalles, las variaciones ínfimas de la representación, pasaban al primer plano de atención.

En una posición intermedia se sitúa El techo del mundo (2016), más austera que El cuento de la princesa Kaguya en lo que a expresividad se refiere, pero sin llegar a los límites de radicalismo animador de The girl without hands. En esta película, también francesa, los referentes pictóricos parecen claros. Tanto la estética como el modelo de animación remiten al cómic clásico. Su director, Rémi Chayé, inunda el fotograma de colores vivos y texturas orgánicas para hablar de una historia que transpira vitalidad. El autor prescinde de un acabado formal pegado a la representación realista, por lo que, al igual que en los casos anteriores, el trazo se visibiliza y gana expresividad a medida que pierde detallismo; es decir, adopta los preceptos del impresionismo, más interesado en la transmisión de sensaciones que en la representación fotográfica.

La manera habitual de animar es aquella que se mimetiza con la realidad, de tal manera que el movimiento sea tan fluido como lo es el cine de acción real. Por tanto, si se atiende a la manera en que se anima el movimiento en El techo del mundo, se descubre la decisión formal más interesante de la obra, que a su vez es aquella que con mayor fuerza la hermana con su referente, el de la historieta clásica. En este caso parece como si, tras haber terminado la cinta, de manera voluntaria se hubiera sustraído uno de cada X fotogramas. El resultado es un conjunto de estampas que remiten al dibujo estático, inherente al cómic, como si se tratara de viñetas independientes que se proyectaran una detrás de otra, sin esa sensación de fluidez que se ha mencionado previamente. Otra decisión que apuesta por la reducción de elementos a la esencia, y que casa con la mirada contemplativa del relato, de ritmo calmado e interés por la repercusión de cada gesto, de cada acto, de cada plano.

Toda esta labor de síntesis animadora, entre trazos impresionistas y estampas vitalistas, encuentra su razón de ser en la historia que narra. Sasha es una hija de aristócratas de la que se espera un futuro en la alta sociedad rusa presoviética. Un destino que nada tiene que ver con sus ansias de vivir aventuras, de descubrir nuevos parajes y de, a fin de cuentas, liberarse de ataduras sociales y apariencias vacuas. La vitalidad de Sasha es la de la paleta de colores que se emplea, y la de esas texturas que rebosan amor por la vida. Con sus apenas 80 minutos de metraje, este pequeño hallazgo de la animación trasciende cualquier limitación presupuestaria y cautiva con sus códigos propios y su capacidad para narrar en imágenes.
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8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
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