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Rodin (2017)

Rodin
119 min.
4,8
375
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Sinopsis
Auguste Rodin (1840-1917), a sus 42 años, conoce a Camille Claudel, una mujer joven desesperada por convertirse en su ayudante. Él rápidamente se da cuenta de su potencial y la trata como una igual en términos creativos. Después de más de una década de trabajo y de relación apasionada, Camille se separa de él, una separación de la que nunca se recuperará y de la que Rodin saldrá profundamente herido. La película también muestra algunos de sus romances con asistentes y modelos así como su larga relación con Rose Beuret.
Género
Drama Biográfico Siglo XIX
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Francia Francia
Título original:
Rodin
Duración
119 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Premios
2017: Festival de Cannes: Sección oficial
2
Bostezo tras bostezo
Rodada en Meudon, el verdadero hogar de Rodin en el que se puede apreciar el taller de esculturas, el comedor o su habitación y cumpliendo en 2017 100 años de su muerte, Jacques Doillon hace un retrato de este insólito escultor, que anteriormente ya fue interpretado en 1987 por Gerard Depardieu en el film "Camille Claudel".

Para encarnar a Rodin está Vincent Lindon (La ley del mercado, Cruzando el límite) un actor muy polifacético francés que luce una enorme barba y pronuncia eternos diálogos con muy poca coherencia de los que apenas se entiende nada. Para Camille Claudel esta Izia Higelin vista en "Samba" que con la viveza que tiene esta actriz, queda totalmente apagada por hablar continuamente en susurros. Nada que ver con el papel que compuso Isabelle Adjani en el film de 1987.

Película aburrida hasta decir basta, sin enfoque ninguno al personaje y la obra de Rodin, limitándose a un guión que recita textos sin parar pero sin ninguna aportación a la historia. Toda una decepción ya que tenía curiosidad por conocer algo más de la vida de este artista, pero la falta de interés hace que sea un logro aguantar hasta el final.
Destino Arrakis.com
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13 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
3
Como podría ser cualquiera...
El número de obras cinematográficas (y literarias) dedicadas a las vivencias de personalidades destacadas (por cuestiones artísticas, políticas, científicas o activistas) es inmenso. A día de hoy, podríamos reunir una colección de tópicos secretamente aceptados como “rasgos imprescindibles” en cualquier pieza artística de este tipo. Desde el autor de obras de arte condenado a la incomprensión de su propia época hasta el “cascarrabias” intransigente y visceral que esconde una profunda sensibilidad artística, pasando por el manido receptor de inspiración artística femenina, clásico caso de la musa, habitualmente asociado a una historia de amor malsana y posesiva. Podemos encontrar unos cuantos de ellos en la película que nos ocupa, Rodin, nuevo trabajo del reputado director Jacques Diollin, respaldado por la sólida interpretación del no menos aclamado Vincent Lindon. En ella, el autor de Mis escenas de lucha nos habla del escultor Auguste Rodin, a quien a finales del siglo XIX se le encargara un grupo escultórico que, posteriormente, sería conocido como La puerta del infierno. Fue su fue primer encargo estatal y también su primera co-creación con Camille Claudel.

Diollin se propone construir un relato sensorial, de ahí su especial atención a aspectos técnicos como la fotografía y el sonido, la primera con un claro predominio del blanco en todos los encuadres y el segundo con una evidente predilección por los silencios, casi siempre acompañados por los ecos lejanos de actividades ajenas. Pero en realidad, no se trata únicamente de una cuestión estética. Porque lo sensorial forma parte del propio relato: lo percibimos en la relación que el director establece entre el tacto de los dedos de Rodin al esculpir sus obras y el contacto de su piel con la de Camille. Los dos amantes se abrazan entre las sábanas, manifiestan su amor en un cuerpo a cuerpo que sugiere una suerte de creación artística, tan apasionada como las esculturas del artista. Como si una actividad estimulara la otra, quedando finalmente olvidada cuál de los dos es el auténtico objetivo. El Auguste Rodin que nos presenta Diollin es un personaje obsesionado (como él mismo confiesa) con la sinceridad, hecho que se traduce en una constante obsesión por la absorción de estímulos “reales”, ya sea mediante los actos carnales mencionados o el palpo de los rugosos pliegues de un anciano árbol.

El problema está en que todo lo mencionado queda en un segundo plano frente al interés que muestra Diollin por los aspectos más “telenovelescos” de su historia. De hecho, casi parece que el director se haya propuesto ejecutar la lista de tópicos comentada unas lineas más arriba. Porque, a decir verdad, no hay absolutamente nada en toda la película que no responda a alguno de ellos. Todo aspecto interesante que pudiera sustraerse de la lectura que nos ofrece queda entendido en los diez minutos iniciales. Lo que sigue, no es más que un conglomerado de conflictos reconocibles en cualquier culebrón: riñas de pareja, infidelidades, aventuras poli-amorosas prohibidas, llanto por el abandono del ser amado... Y finalmente, la cuidada puesta en escena de la película, sus elaborados planos secuencia y su medida planificación no hacen más que convertir Rodin en una obra absolutamente plástica. Más que el retrato de la vida de una persona real, Rodin parece el ejercicio de un director que ha escogido a un personaje aleatorio para reunir una serie de tópicos que podrían haberse usado en cualquier otro contexto.
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9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
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