Blanco humano (1993)

Me asombro al ver nota tan baja de media, para una película tan entretenida, tiene acción trepidante en casi todo el largometraje, con una música country del mismo estado de Nueva Orleáns, no importa que tenga un aire al Malvado Zaroff, ni que a veces se abuse de la cama lenta. Este gran film de un John Woo novel en el mercado Yanqui, hace las delicias de sus fans y de los de Van Damme, quedando muy satisfechos ambos.
La película tiene todos los alicientes para esa gran cinta de acción, disparos a mansalva, personas perseguidas para deleite de los ricachones, efectos muy bien llevados y una mano productora experta en el mundo del cine espectáculo “Sam Raimi”, pues el seguimiento de la flecha es un clásico suyo desde “Posesión infernal”, usando la cámara subjetiva con mucho acierto.
También se nota el toque de John Woo, especialista en películas de acción allí en su Hong Kong natal donde tiene mucho nombre y grandes films en ese genero (Killer, un mañana mejor…) aquí demuestra su maestría y una coreografía en las escenas de luchas impresionantes.
No debemos menospreciar el trabajo de Jean–Claude Van Damme que prácticamente usa todos los vehículos disponibles en el mercado, dispara en coche, en moto, a pie y encima de un caballo, que más se le puede pedir.
También a destacar dos malos de autentico lujo, que son despiadados y sin escrúpulos, Lance Henriksen (Alien el regreso, Terminator) y Arnold Vosloo (Darkman II, La Momia), en definitiva una película muy entretenida que os gustará, si os gusta el cine de acción.

Riesgo, marinero de primera, sobrevive a duras penas en Nueva Orleans. Natasha, una rica muchacha que, además, tiene mucho dinero, le ofrece 217 $ por dos días de trabajo y él acepta. Debe buscar al padre de ella, desaparecido. Lo que no saben es que murió presa de unos cazadores de hombres. Por cierto, Riesgo es oficial de los Marines, así que cuando se entere de que el finado era un veterano del cuerpo se enfadará mucho. Y con razón.

El slow motion a tutiplén engrandece esta colección de explosiones, mamporros, carreritas, ceños fruncidos y vuelos de aves (una paloma y un pajarillo). Como siempre, contemplar saltos, puñetazos y destrucción con exquisito detalle es algo que seduce a cualquiera pero, a la larga, tanta espectacularidad a cámara lenta impone un ritmo mortecino y a la película no la salvan ni el bueno arreando patadas voladoras, ni el malo arrancándose con la sonata Appassionata de Beethoven.