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Historia de dos ciudades (1935)

Historia de dos ciudades
128 min.
7,1
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Sinopsis
Londres y París. Cuando Lucía viaja con su padre a Inglaterra, conoce a varios hombres que se enamoran de ella, entre ellos Sidney, un abogado inglés. Pero ella se casa con Carlos y ambos viven felices en Londres. Mientras tanto, en París, el caos y la agitación previos a la Revolución (1789) se adueñan de las calles. A pesar de ello, Carlos debe ir a París, pues van a condenar a alguien por su culpa y ha de impedirlo. Una vez allí, es encarcelado y condenado a morir en la guillotina. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Revolución Francesa Siglo XVIII
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
A Tale of Two Cities
Duración
128 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Grupos
Adaptaciones de Charles Dickens
Links
Premios
1936: 2 nominaciones al Oscar: Mejor película, montaje
7
El 23.
104/10(26/07/14) Buena adaptación de la novela homónima de Charles Dickens de 1859, con las limitaciones propias del traspaso de un libro con muchas páginas al celuloide. Cinta que con el trasfondo de la Revolución francesa se nos relata una historia de sufrimientos, idealismo, odios, venganzas, amores, sacrificios y mucha pasión. Los guionistas cercenan subtramas y a personajes, incluso cambian el foco principal de la obra, acentuándolo sobre Sydney Carton, encarnado con gran potencia emocional por Ronald Colman.
<Fue el mejor y el peor de los tiempos, la era de la luz y la era de las tinieblas, todo el futuro era nuestro y no teníamos futuro alguno…en resumen era una época muy parecida a la actual>. Palabras sobreimpresionadas con las que se inicia el film y el libro.

La historia arranca pocos años antes de la Revolución Francesa, Lucie Manette (correcta Elizabeth Allan) es llevada por el banquero Jarvis Lorry (buen Claude Gillingwater) desde Londres a París a recoger a su padre, el Dr. Manette (buen Henry B. Walthal) al que creía muerto, ha estado en encerado en la prisión de la Bastilla durante 17 años, Lucie lo recoge trastornado por el calvario en la posada parisina de Ernest de Farge (buen Mitchell Lewis) y su esposa Madame Therese de Farge (gran Blanche Yurka). En el trayecto en por el Canal de la Mancha Lucie conoce a Charles Darnay (inane Donald Woods), sobrino del despótico marqués de St. Evremonde (gran Basil Rathbone), Charles lo ha abandonado por su hedónico estilo de vida, simpatiza con las masas empobrecidas y prefiere ganarse la vida trabajando. El marqués en represalia por haberlo dejado le urde una trampa para que los ingleses le tomen por un traidor, por lo que es juzgado, será defendido por C.J. Stryver (Reginald Owen), que tiene como ayudante al astuto Sydney Carton (gran Ronald Colman), consiguiendo por este su libertad, Sydney es alcohólico patológico, un nihilista que encuentra sentido a su vida en el amor platónico que le procesa a Lucie, ella termina casándose con Charles, Sydney entabla amistad con Lucie. Paralelamente en Francia con la miseria del pueblo se produce la toma de la Bastilla, el comienzo de la Revolución y el inicio del Reinado del Terror donde los oprimidos se toman venganza a golpe de guillotina de toda la aristocracia, esto provocará que Charles tenga que volver a París a intentar salvar a su antiguo tutor Gabelle (correcto H.B. Warner). En el relato también tienen importancia Barsad (buen Walter Catlett), un vividor que se vende al mejor postor, la Sta. Pross (Edna May Oliver), la tutora de Lucie, "La Venganza" (aterradora Lucille La Verne), cuasi-bruja chillona, histriónica y desdentada, compañera inseparable de Madame de Farge, y en un pequeño pero jugoso rol “La costurera” (buena Isabel Jewell)

Es una superproducción de de David O. Selznick dirigida por el artesano Jack Conway, con guión de W. P. Lipscomb (“Pigmalion” 1938) y S. N. Behrman (“Quo Vadis?) sintetizan la obra dickensiana tornando el protagonismo absoluto en Carton, personaje que en el libro no aparece hasta pasadas más de 100 páginas, este se erige en el pilar más sólido del film con la estelar interpretación de Ronald Colman, Sydney es junto a Madame de Farge son las personas que vemos evolucionar paralelamente, el primero lo vemos al principio como un nihilista, cínico y sin rumbo, que por el amor de una mujer encuentra sentido a su existencia, la otra evoluciona del odio a un aristócrata que la vejó a odiar a todos los nobles, deseando que todas sus familias sean pasadas por Madame Guillotina. Quien mejor representa el espíritu del film, y por ende del libro, es Madame de Farge, alegoría de lo que fue la Revolución gala, alguien que tiene motivos loables para derrocar a los tiranos pero que en la vorágine vengadora pierde la visión de la justicia convirtiéndose por el camino en algo cercano a lo que odia, metáfora sobre como la espiral de la venganza te termina devorando.

La cinta posee un buen ritmo, con una buena construcción de escenas, con una dirección artística de Cedric Gibbons (“El Mago de Oz”), con una extraordinaria fotografía de Oliver T. Marsh (“San Francisco”), derivando en grandes momentos, como la espectacular toma de la Bastilla, con un manejo de masas fastuoso, con tomas amplias suntuosas de cientos de personas, con un manejo de la tensión vibrante con la llegada del ejército, con el posterior asalto a la prisión, colosal, Conway fue asistido por los directores de segunda unidad Val Lewton y Jacques Torneaur, o el juicio sumarísimo en París a Charles, maravillosamente planificado, se siente el pavor de la justicia vengativa, con el enfervorecido y apasionado alegato en contra del acusado de Madame de Farge, soliloquio donde las ganas de vendetta traspasan la pantalla, o el estremecedor tramo final con la secuencia avernal del desfile de guillotinados, trémulo reflejo de lo que aconteció en la Plaza de la Concordía durante el reinado del terror donde las cabezas rodaban una tras otra, en un rio de rojo para aplacar la sed de sangre de los oprimidos, apoteósico fresco con una enorme muchedumbre, con las carretas con los condenados, con el cadalso de la guillotina en el centro, con los rituales de esta cuchilla, con las costureras de la escarapela cosiendo distendidamente, tramo del que han bebido cineastas en posteriores acercamientos fílmicos a estos hechos.

Ronald Colman es el alma de la cinta, exhibe su tremendo carisma en cada fotograma, transpira frustración vital, misantropía, cinismo, nihilismo, que cuando encuentra motivaciones se convierte en un abnegado servidor de su causa hasta el sacrificio si es necesario, excelente su contención, empatía, excelso. Blanche Yurka resulta arrolladora, con una poderosa personalidad, un ciclón que avasalla, sublime en el alegato en el juicio contra Charles, Yurka era una estrella de la ópera que cambió el canto por la interpretación. (continua en spoiler por falta de espacio)
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10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
ELOGIO Y CONDENA DE 1789
Si alguien ha sabido sortear los obstáculos, iluminar los puntos oscuros, describir caracteres, sumergirse en la personalidad de los protagonistas, relatar la secuencia de los hechos y captar el espíritu de C. Dickens en una película, tendremos que recordar a J. Conway.
Escenas llenas de viveza y de escepticismo en la humana condición junto a otras de enorme lirismo en que asoma un atisbo de esperanza muestran su maestría al pronunciar su alegato cargado de denuncia social cuando 1789 anunciaba una llegada inmediata.
Y análogo desencanto cuando el día siguiente el mismo París que inauguraba una nueva era se tiño de sangre, de fanatismo y de guillotina.
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4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
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