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El dinero (1983)

El dinero
84 min.
7,2
2.400
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Trailer (FRANCÉS con subtítulos en INGLÉS)
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Sinopsis
Adaptación de un relato breve de Leon Tolstoi: "El billete falso". Yvon es un joven que es injustamente acusado de traficar con dinero falso. A partir de ese error judicial, la adversidad dominará su vida. Durante su estancia en prisión, el ambiente en el que se mueve lo va degradando y corrompiendo hasta convertirlo en una persona sin escrúpulos ni principios morales. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Crimen
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Francia Francia
Título original:
L'Argent
Duración
84 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Coproducción Francia-Suiza;
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Premios
1983: Festival de Cannes: Mejor director (ex-aequo)
1983: Premios César: Nominada a Mejor sonido
9
EL VIL METAL
1) El dinero, grandes billetes en varias escenas, es la sangre que circula por las arterias de esta película. En su recorrido va estimulando codicia e hipocresía, que se cebarán en un trabajador desprevenido, con familia. Pierde el empleo: a la calle, sin más, por testimonios ruines.
Para llegar ahí, el film ha hecho seguimiento preciso de un billete falso y su nefasta propagación. Un estudiante, disgustado porque su padre le niega una paga extra, compra con esos 500 francos en una tienda de fotos. Cuando los comerciantes se dan cuenta, deciden colarle el billete al proveedor de gasóleo. Luego lo negarán ante la policía y el juez, marcando con sentencia ignominiosa al trabajador, cuya vida entrará en barrena.
La máquina penitenciaria ahondará la injusticia y sembrará rebelión, necesidad de venganza proyectada con sordo rencor hacia la sociedad, a lo que intentan oponerse un sabio compañero de celda (“No te involucres en el absurdo del mundo”), y, ya en el exterior, una mujer de pelo gris, dotada de indulgencia y bondad ilimitadas (“Recibirás perdón. Si yo fuera Dios, perdonaría a todo el mundo”).


2) Libre de senilidad, el octogenario Bresson adapta enérgicamente "El billete falso" (Tolstoi), llevando a plena depuración su personal estilo: narración por detalles mínimos, colosales elipsis, diálogos ceñidos a la concisión total, cargada de inimitable elegancia.

Un crucial intento de fuga se cuenta con un plano fijo de una puerta a oscuras; suena una alarma, se enciende una rendija de luz. Se oyen pasos de carreras y una frase en off.
Otro ejemplo: procedente de un pasillo oscuro, alguien enciende la luz del lavabo. Unas manos bajo el chorro del grifo. Camino del sumidero, el agua lleva un tinte rosado. Por el pasillo, ese alguien llega a una sala donde dos personas faltan de su puesto.
Al ser mencionados los milagros, unas avellanas verdes en la palma de una mano pasan a estar peladas tras recorrer la cámara un instante el negro de la chaqueta, en un plano que cruza sutil una frontera del lenguaje y roza el universo de Tarkovski.

Como en toda la obra de Bresson, gran parte del relato se cuenta en sonidos. Hasta los gemidos de un perro son pieza básica del armazón narrativo. La única música son unos pasajes de la “Fantasía cromática” de Bach, ejecutados por un personaje.


3) Junto a la coronación de la maestría artística, Bresson alcanza en esta película la maduración de su pensamiento, que contempla con mirada escéptica la estancia del hombre en el mundo.

“Se tiene miedo a la muerte porque se ama la vida”, comentan lapidarios dos presos.

Distante e impasible, enemigo de expresiones emocionales que distorsionen la pureza de la forma cinematográfica, a Bresson se le nota aquí indignado ante una realidad injusta: el dinero, enseñoreado dios del mundo, impone su ley corruptora y extiende destrucción y desdicha.

La gracia, parece decirnos Bresson, no tiene sitio en este mundo: pertenece a otro, sea cual sea.
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74 de 79 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
El triunfo del azar
Aquel que ose analizar a Bresson, debería hablar de tres etapas. Un inicio en el que Bresson aún no ha depurado su técnica; la etapa “religiosa” con una técnica y sistema Bressoniano en funcionamiento donde los personajes alcanzan la redención y que comienza con “Diario de un cura rural”; y su etapa nihilista, ya octogenario, donde los personajes no aspiran a alcanzar la gracia divina y la redención sólo es, como máximo, el reconocimiento de la culpa.

El dinero pertenece a esta última etapa donde Bresson sigue haciendo un magistral uso de las elipsis, las sinécdoques, la ausencia de imposturas y el minimalismo radical. Desde su primer hasta su último plano (donde usa sendos cajeros expulsando billetes), Bresson hace un recorrido del dinero como parte dañina y manipuladora de la sociedad.

La primera parte de la película, Bresson acomete una presentación de personajes vertiginosa en la que ataca las clases burguesas y acomodadas por el poder corruptor del dinero. Con una clarísima pauta causa-efecto, el azar y las fatalidades involucran a Yvon en un acontecimiento que cambia su vida. A partir de aquí, la película se vuelve Bressoniana y su director hace un uso máximo de las elipsis eliminado escenas claves: las cartas en la prisión, el agua del grifo, los atracos del joven “anarquista”, el suicidio… Bresson nos da a entender que todo es casual, que el azar juega un papel importante y las causas del comportamiento no interesan. El Bresson que algunos consideraban estar ya chocheando tiene las ideas más claras que nunca. Otros como Kaurismäki, recogen esa esencia (el cine tiene futuro). El nihilismo queda patente si estudiamos el paralelismo existente entre “Pickpocket” y este último trabajo del director. Mientras que en la primera, la visita de la novia a la cárcel avoca en una redención del protagonista, aquí nos topamos con dolor y desesperación.

En la última parte, todo parece cambiar. El mundo rural acoge a Yvon y la exoneración parece cerca, pero no es más que un espejismo. Bresson estaba jugando con nosotros, acentúa aquí los planos “vacíos”, las puertas, la música (J.S. Bach) que por primera vez hace su aparición y creemos conocer su final. Nada.

Penúltimo plano antes del cajero: la puerta queda abierta y una muchedumbre espectadora (sociedad) observa la sala vacía en lugar de seguir la acción (Yvon alejándose). Hasta el último plano de la trama, la perturbación nos acompaña.
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39 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
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