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El filo de la navaja (1946)

El filo de la navaja
145 min.
7,4
1.943
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Escena (Español)
Sinopsis
Los horrores de la guerra hacen que Larry Darrell (Tyrone Power) lo abandone todo, incluso a los que han formado parte de su vida. Cuando, tras la guerra, regresa a su patria, las dificultades para adaptarse de nuevo a la sociedad lo empujan a emprender un largo viaje en busca de la verdad y la paz espiritual que lo llevará desde los sórdidos barrios de París hasta las nevadas cumbres del Himalaya. Adaptación de la célebre novela de Somerset Maugham. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Religión Celos Años 1910-1919 Años 20
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
The Razor's Edge
Duración
145 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Grupos
Adaptaciones de W. Somerset Maugham
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Premios
1946: Oscar: Mejor actriz de reparto (Anne Baxter). 4 nominaciones
1946: Globos de Oro: Mejor actor sec. (Webb) y actriz sec. (Baxter)
1947: Festival de Locarno: Premio rol de composición.
10
Impecable melodrama del Hollywood dorado
Uno de los grandes melodramas de la Fox de los años 40, “El filo de la navaja” es uno de los más claros ejemplos de lo que era capaz de conseguir la poderosa maquinaria creativa del Hollywood dorado.
Adaptación de la novela homónima de Somerset Maugham, que aparece en el film como personaje, interpretado por Herbert Marshall, como el referente moral y ético de la conducta de los demás personajes de la historia, “El filo de la navaja” nos sumerge en un terreno altamente resbaladizo, sin caer, sin embargo, en el ridículo, a pesar del misticismo de la propuesta argumental y las dicotomías generosidad, espiritualidad versus egoísmo, materialismo, representados por los personajes que interpretan Tyrone Power y una bellísima Gene Tierney, en un papel no muy alejado del interpretado el año anterior en la sublime “Que el cielo la juzgue”de John M. Stahl.
Cuatro son los pilares fundamentales en los que se sustenta esta maravillosa película: La inspirada dirección del “artesano” Edmund Goulding, el brillante guión, de un equilibrio prodigioso, la maravillosa puesta en escena y la extraordinaria labor interpretativa de un reparto en estado de gracia, encabezado por un Tyrone Power, estelar en el papel de ese alguien que busca ese “algo más”, y una Gene Tierney sencillamente maravillosa como actriz, perfectamente secundados por el aristocrático y cínico Clifton Webb -en un papel hecho a su medida-, la torturada Anne Baxter -que se llevo un merecido oscar a la mejor actriz secundaria- y el sobrio, pero brillante y eficaz Herbert Marshall.
No podemos olvidarnos, sin embargo, de la extraordinaria partitura del gran Alfred Newman, que compuso sus mejores paginas para films de temática espiritual y religiosa, con un tema bellísimo, uno de los más inspirados de su prolífica carrera, de la brillante fotografia en B/N y de la suntuosa dirección artística.
Film trufado de secuencias inolvidables, maravillosamente rodadas, es justo destacar los elegantes movimientos de cámara que utiliza Edmund Goulding para rodar esos largos planos-secuencias, de una cadencia cercana al ballet, y sobre todo los veinte minutos finales del film, con mención muy especial a ese maravilloso plano-secuencia de casi dos minutos de duración que cierra este extraordinario film, a reivindicar con urgencia, y de obligada visión para cinéfilos nostálgicos del buen cine.


Francesc Chico Jaimejuan

Barcelona, 7 de febrero de 2008
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60 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
El arte de vender "milongas".
1944, Europa se encuentra al borde del exterminio en el año más largo, feroz y duro de la Guerra Mundial. Ese mismo año el escritor inglés William Somerset Maugham publica “El filo de la navaja”, una novela donde un joven americano que había combatido en la IGM decide cambiar su vida y abandona a su prometida, riquezas y estilo de vida, iniciando una búsqueda de sí mismo que le llevará hasta la India donde encontrará la Iluminación. El libro se convierte en un fenómeno social y en apenas dos años tendrá su adaptación cinematográfica.

¿Quieren que les diga una cosa? No se lo cree ni el que lo escribió, y nunca mejor dicho. Maugham fue un autor de best-seller en su momento, profundamente nacionalista británico, amante de la riqueza y el lujo (poseía la segunda colección privada de cuadros en su momento de toda Europa y disfrutaba de sus mansiones en la Costa Azul) y era de todo menos frugal en sus apetencias (bisexual activo). Y además era un oportunista. Tenía un olfato comercial a prueba de bombas y sabía lo que la gente necesitaba (se notaba que empezó a estudiar la carrera de Medicina).

Su literatura puede enmarcarse dentro del modernismo experimental, un poco como William Faulkner, James Joyce, Virginia Woolf o Marcel Proust, o lo que os lo mismo grandes escritores que juntan maravillosas palabras pero que carecen por completo de algo interesante que decir.. La novela, y por extensión la película, es por un lado vacía y pretenciosa, no sabemos ni lo que busca el personaje ni lo que encuentra, como mucho vuelve como un curandero. Es la abstracción absoluta, es la luz, es la bondad, es Dios, es el no saber qué decir. Pertenece de lleno al pensamiento débil que busca ciudadanos con problemas, vendiéndoles el producto como si fuera un manual de autoayuda. Al menos podría el autor haber dado ejemplo, pero como decía se dedicó a ganar mucho dinero y a vivir mejor, la antípoda de su personaje.

Cinematográficamente “El filo de la navaja” tiene algunos errores y bastantes aciertos. Entre los primeros apuntar el triste y lamentable episodio de la India carente de un mínimo de veracidad y la fallida elección de Tyrone Power como protagonista, James Stewart por decir alguno hubiera quedado infinitamente mejor para ese papel de hombre idealista.

En lo positivo, que también lo hay, hay que quedarse con los brillantes diálogos, la magnífica puesta en escena de Edmund Goulding (magnífica primera escena de la fiesta), la inteligencia y belleza de Gene Tierney y sobre todo un puñado de secundarios antológicos, especialmente con un Clifton Webb en su mejor trabajo de siempre. Se me olvidaba, la partitura de Alfred Newman, que nos vuelve a regalar otra pieza maestra.

Y recuerda, si te encuentras alicaída, enhorabuena, el aburrimiento es la enfermedad de las personas felices.

Nota: 6,6.
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