arrow

Los mares de China (1935)

Los mares de China
90 min.
6,4
470
Votar
Plugin no soportado
Añadir a listas
Disponible en:
Suscripción
Alquiler
Compra
Trailer (INGLÉS)
Sinopsis
Alan Gaskell (Clark Gable) es el capitán de un barco experto en cruzar los mares de China. Es un hombre experimentado, fuerte y aguerrido, al parecer de vuelta de todo. En cierta ocasión, el barco debe transportar un importante cargamento de oro desde Hong Kong hasta Singapur. Gaskell teme algo más peligroso que un tifón; el ataque, frecuente en la zona, de los piratas para hacerse con el botín. (FILMAFFINITY)
Género
Aventuras Romance
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
China Seas
Duración
90 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
7
La pasión de China Doll
Dice la leyenda que el apetito sexual de Jean Harlow era insaciable, que era aficionada a los más extraños juegos de alcoba, que frecuentaba burdeles de lujo como “The House of Francis” (el de “L.A. Confidential”), donde compraba los servicios de prostitutas (que se quejaban amargamente de sus enfermizas apetencias) o pagaba 500 dólares a Lee Francis, la madame, por mandar clientes a su casa, que por su cama pasaron actores, productores, magnates y desconocidos sin número, que el suicidio de su marido, Paul Bern, se debió a la supuesta impotencia que no le permitía satisfacer las inaplacables exigencias de su mujer en el catre. De ser cierto todo esto, lo raro es que Jean Harlow encontrara tiempo para rodar película alguna con la que financiar su salvaje vida nocturna. Lo cierto, sin embargo, es que entre escándalo y escándalo y revolcón y revolcón, Jean Harlow logró adquirir el status de gran estrella en el firmamento hollywoodiense de la época, hasta que su temprana muerte, a los 26 años, truncó definitivamente su meteórica carrera.

A pesar de no tratarse, ni mucho menos, de una gran actriz, Jean Harlow no merece el injusto olvido en el que se halla sumida su figura. Fue el gran mito sexual del Hollywood de los años 30 y la primera gran rubia platino de la historia del cine, y su imagen, entre sofisticada y chabacana, fue imitada hasta la saciedad por miles de jovencitas americanas de su época y hasta de varios años posteriores a su muerte que soñaban con ser como ella. Para una chica de Los Angeles llamada Norma Jeane, sin ir más lejos, era la mejor actriz sobre la tierra y decidió que quería ser como ella. Y el resto es historia.

“Mares de China” no es una película memorable por ningún motivo en especial, pero puede servir a aquellos que no conozcan a Jean Harlow para verla en su salsa, metida en la piel de la desmelenada China Doll, una mujer de vida disoluta que ronda como una gata en celo alrededor del borrachín e irascible capitán Alan Gaskell (Clark Gable) y que saca las uñas y lanza furiosos maullidos cuando una antigua novia de éste (Rosalind Russell) aparece en el barco que les lleva de Hong Kong a Singapur. Es una película entretenida y bien narrada, muy representativa del cine de aventuras de la época y que exhibe el pintoresco exotismo que tanto gustaba por entonces. Por ella desfila una variopinta galería de personajes y situaciones que incluyen cerdos drogados, chinos travestidos, princesas orientales, un escritor alcohólico, piratas malayos (con bota incluida), simpáticos traidores, atormentados marinos en busca de redención, pavorosos (ejem) tifones, pianos enloquecidos y una apisonadora (!) patinadora.

Quienes no sepan todavía cómo las gastaba Jean Harlow pueden, con esta peli, verla plantando cara y achicando a hombretones como Gable o Wallace Beery y hacerse una idea muy precisa de los motivos por los que su mezcla de glamour y vulgaridad cautivó al público de una época, para bien o para mal, muerta y enterrada.
[Leer más +]
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Mares de China
En la aventura en la que Gable viaja como capitán de un barco, de Singapur a Hong Kong, vemos interpretar a Clark a un “crudo” Allan Gaskell que lleva por buen rumbo su embarcación a pesar de los peligrosos piratas malayos con todo y bota torturadora. A pesar de los “bombones” (Jean Harlow y Rosalind Russell) a las que tiene que soportar.
A Clark le hubiera gustado llevar viento en popa su vida personal, como lo hacia con su barco en la película. Pero la verdad era que su vida personal se parecía al trayecto en los mares de China. Negros nubarrones presagiaban tormentas y aparente calma entre un sifón y otro.
Su separación de Ria en 1935 no era nada agradable. A pesar de que no se divorciaron oficialmente
Económicamente, a partir de la separación de Ria; durante tres años la situación de Gable fue desahogada. Luego, Clark obtuvo el divorcio legal y su nombre comenzó a aparecer con frecuencia en las columnas de chismes de la prensa. Gable se dejaba ver con diferentes mujeres, unas del medio cinematográfico y otras ajenas a él.
Pero cambiaba de compañeras con pasmosa frecuencia. Nunca se veía por mucho tiempo acompañado de la misma dama.
Clark siempre se porto caballerosamente con las mujeres, cuando menos fuera de la pantalla. En las películas, tenia que actuar de acuerdo al argumento.
Jean Harlow, no olvido nunca su breve idilio con Gable. Lo mismo sucedía siempre. Las mujeres que pasaban por la vida de Clark, no podían olvidarlo nunca, lo perdonaban, a pesar de hacerlas sufrir con su olvido. Su primera esposa no era la excepción. Se resignaban a vivir del recuerdo después de haber disfrutado de su amor.
Quizá ellas comprendían la realidad. Tal vez pensaban que era poco lo que habían dado, a cambio de lo que habían recibido.
Josephine le había proporcionado una instrucción teatral, lo había puesto en el camino del triunfo, le había dado el impulso inicial. Todo aquello era poco, a cambio de los siete años que Clark permaneció casado con ella. ¿Qué importaba que todo hubiese terminado? Ella había sido la primera esposa del hombre codiciado por muchas mujeres. Había sido una parte de su historia. Clark llevaría durante mucho tiempo algo de ella, bueno o malo, pero que ella se lo había dado.
Clark había vivido separado de Ria y se produjo lo inevitable. Se divorciaron. Él había ganado mucho dinero con sus películas. Sin embargo, su divorcio de Ria lo dejó en la calle. Tuvo que pagar por su divorcio, cantidades que eran como el rescate de un soberano. Y no podía ser de otra forma. ¿No era acaso el rey de Hollywood, como lo había nombrado Spencer Tracy? Pues el rey obtuvo su libertad, no de los piratas malayos, sino de su segunda esposa, pero se quedó prácticamente, sin un centavo.
[Leer más +]
13 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más información sobre Los mares de China
Fichas más visitadas