Mamá a la fuerza (1939)

La dependienta de unos grandes almacenes recibe una carta de despido. Sin embargo, sus jefes se echarán atrás al creer que se trata de una madre soltera decidida a abandonar a su hijo si no lo puede mantener.
Cuando uno se mete una gominola en la boca, no la muerde, la saborea con fruición intentando sacarle el máximo y delicioso gusto a la fruta edulcorada para quedarnos, finalmente, con la deleitosa sensación durante más tiempo. Lo mismo ocurre con esta magnífica y divertidísima película. Sí, ya sé que la comparación suena un poco cursi, pero no por ello deja de ser acertada. Tan simple como una gominola pero a la vez tan compleja en su amalgama de sabores como nosotros queramos. Porque la gran equivocación sería que considerásemos "Mamá a la fuerza" como una simple comedia americana de los años 30. Sería ésta una gran mentira. "Mamá a la fuerza" es un cuento perfecto, con una historia perfecta, magistralmente dirigida, y con unos personajes contundentes, de ideas firmes, maravillosamente interpretados (Rogers, Niven y Coburn lo bordan).
Por lo tanto, si investigamos a conciencia cada plano, descubriremos los mil y un sabores de esta gominola.

De acuerdo con que la película refleja una moral que hoy no se destila ( dependienta que se encuentra un bebé abandonado y que todo el mundo da por hecho que es su hijo) pero la química entre David Niven y Ginger Rogers funciona, así como los diálogos ágiles con un tufillo de ironía.

Es una pequeña joya hoy injustamente olvidada.