La voz del terror (1942)

Me dispuse a ver esta pelicula principalmente por aquello de que es de Sherlock Holmes, los libros son entretenidos y las adaptaciones cinematográficas por lo general son bastante fieles y respetuosas, sobre todo las inglesas, así que, aunque no suelen deparar obras maestras, si que al menos son peliculas entretenidas y que hacen pasar un buen rato... hasta que vi "Sherlock Holmes y la voz del terror".

Esta debe ser la excepción que confirma la regla, pero como pelicula es muy floja y nada que ver con lo que habitualmente es Sherlock Holmes en la gran pantalla. Evidentemente hay que tener en cuenta la época en que fué realizado y que es principalmente un film de propaganda para subir la moral a los hijos de la Gran Bretaña, pero ni aún así.

Trasladan a Sherlock Holmes a la época de la segunda guerra mundial para tratar de desenmascarar y desactivar "La voz del Terror" que es propaganda nazi para desmoralizar a los británicos... podemos aceptar que saquen al señor Holmes y al doctor Watson de su época y lo traslade a otra y como consecuencia no salga con su típico vestuario y no fume en pipa..., pero es que la trama es deslabazada, con unos saltos enormes en el argumento para que tenga sentido, consiguiendo todo lo contrario.

En definitiva, lo mejor de la pelicula es que sólo dura 65 minutos.
El 3 es por esto y por que es una pelicula hecha con una finalidad concreta durante la segunda guerra mundial y espero que al menos cumpliese su cometido, pero la calidad cinematográfica brilla por su ausencia, si no fuera por eso le habria zumbado un 1 sin dudarlo...

El argumento posee interés y resultó de evidente actualidad en los años en que se filmó el largometraje.
Pero aunque es bienintencionado y posee detalles de ingenio, hay que señalar que su desarrollo flaquea porque a veces incurre en detalles pueriles y en escenas más previsibles de lo que conviene a una intriga policíaca.
Salvado ese inconveniente, si la expectativa del espectador no es excesiva, puede dejarse llevar y seguirla con agrado.

Además, el porte convincente y sereno de B. Rathbone favorece la credibilidad de la historia.