El show de Ren y Stimpy (Serie de TV) (1991)

John Kricfalusi, ese tipo que es un genio pero que sin embargo puede llegar a caer tan mal. Que tiene un blog en el que se queja del estado de la animación actual, al que no le gusta casi nada de lo que se haya hecho en animación ni en música después de los años sesenta (y eso que él no es tan mayor). Ese tipo aficionado a los gags groseros que llegó a destruir a sus personajes en una versión adulta demasiado pasada de rosca y con un exceso de mal gusto.

Este tipo es el que creó El show de Ren y Stimpy, una de las series de animación más influyentes de los noventa, junto con Los Simpson, Rugrats, Beavis y Butt-head o Las supernenas. En realidad -y a excepción de Los Simpson- probablemente LA más influyente. Y sin embargo una de las menos conocidas en nuestro país, quizá por no ser plato para todos los gustos.

En Estados Unidos disfrutaron de un gran éxito y su influencia se ha dejado notar en muchas series de la Cartoon Network o de forma evidente en programas recientes de Nickelodeon como Bob Esponja.

Ren y Stimpy lo inventaron todo y a la vez no inventaron nada. Exageraron lo que ya existía en los años cuarenta, un tipo de animación cartoon que había sido olvidado durante los horteras años ochenta, en los que el reinado de Hanna Barbera (otrora creadores de los magníficos Tom y Jerry) había invadido las televisiones con series realizadas en masa que iban perdiendo su calidad artística y parecían destinadas sólo a niños muy poco exigentes.

Y entonces llegan unos dibujos como Ren y Stimpy que reivindican el humor visual, los personajes bien dibujados y la diversión políticamente incorrecta para espectadores de todas las edades. Mientras que los Simpson se centraban sobre todo en el guión, Ren y Stimpy se centraban en las imágenes pero también en unos personajes psicológicamente muy bien descritos y con un carisma a prueba de bombas.

Con la ayuda de otros grandes como Bob Camp, Kricfalusi desarrolló a los geniales protagonistas: un chihuahua asmático, hiperviolento, acomplejado, sarcástico y frágil con una voz a lo Peter Lorre, y un gato gordo, infantil, descerebrado y alegre al que le encanta gritar "Chachi, chachi, mola, mola".

Al igual que otros personajes cartoon, Ren y Stimpy pueden adaptarse a diferentes situaciones sin solución de continuidad y aparecer en sus memorables roles del capitán Ren y el cadete Stimpy cuando así lo requiere el argumento.

Lamentablemente todo aquello que es bueno y revolucionario no puede durar y pronto Kricfalusi fue despedido debido a desacuerdos de todo tipo (un culebrón en el que cada cual aduce distintas razones) y la mayoría de los episodios realizados en su ausencia no están a la altura (aunque sigue habiendo algunos muy buenos tras la marcha de Kricfalusi). Pero no pienso quitarle ni un punto a la serie por eso, merece el diez sólo por la excelencia de sus dos primeras temporadas.

Solamente de esta manera cabe calificar a los dos personajes de esta comedia casi psicodélica.
Un gato de muy poco carácter, miedoso y con voz temblorosa, convive con un perro chihuaha histérico y muy agresivo; como una especie de contrapunto, como Sancho y El Quijote, como Abbott y Costello, como Bonnie & Clyde coexisten y ensamblan perfectamente estos dos personajes que trascienden a cualquier animación corriente. Las aventuras que corren -debo decir que no vi todos los capítulos- son francamente demenciales, las situaciones son de un absurdo irresistible -en eso reside parte de su secreto- y llegan a extremos inverosímiles de humor, a veces algo escabroso también. Generalmente lleva la voz cantante Ren (el perro) que tiene iniciativas que Stimpy debe seguir, impulsado casi, por el sadismo y la voz indignada del chihuahua. Son de mencionar especialmente los primeros planos fijos, que son dibujos paroxísticos y casi de pesadilla, donde aparecen los personajes con sus rostros en proceso de descomposición -o de horror- y con un cromatismo intenso. Toda la serie es intensa, tanto por los diálogos, las situaciones, los dibujos.