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Van Gogh, a las puertas de la eternidad (2018)

Van Gogh, a las puertas de la eternidad
111 min.
6,2
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Sinopsis
El pintor holandés post-impresionista, Van Gogh (Willem Dafoe), se mudó en 1886 a Francia, donde vivió un tiempo conociendo a miembros de la vanguardia incluyendo a Paul Gauguin (Oscar Isaac). Una época en la que pintó las obras maestras espectaculares que son reconocibles en todo el mundo hoy en día.
Género
Drama Biográfico Pintura Siglo XIX
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
At Eternity's Gate
Duración
111 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Coproducción Estados Unidos-Francia-Reino Unido;
Links
Premios
2018: Premios Oscar: Nominada a mejor actor (Willem Dafoe)
2018: Festival de Venecia: Mejor actor (Willem Dafoe)
2018: Globos de Oro: Nominada a mejor actor drama (Willem Dafoe)
2018: Critics Choice Awards: Nominada a mejor actor (Dafoe)
2018: Satellite Awards: Nominada a mejor actor drama (Willem Dafoe)
8
“PINTO PARA DEJAR DE PENSAR”
La excéntrica vida de VINCENT VAN GOGH ha sido descrita en multitud de libros y en varias películas como EL LOCO DEL PELO ROJO o la interesante (animación) LOVING VINCENT.
Es el director JULIAN SCHUABER el que se pone manos a la obra en este nuevo proyecto, con un resultado distinto y en mi opinión muy a tener en cuenta.
En esta ocasión, se nos describe los últimos años del pintor, desde su llegada a ARLES, pasando por su caída a los infiernos, para terminar con su oscura muerte sobre la que circulan varias teorías. Comenzando con un VINCENT cuerdo y elegante, para empezar a vislumbrar sus brotes de locura, quizá iniciados por su soledad. Interesantes los brochazos de su relación con otro gran pintor, que al igual que él, recibió grandes elogios después de fallecer, PAUL GAUGUIN (poseedor de otro biopic titulado GAUGUIN, VIAJE A TAHITI) y su relación con su hermano THEO, que siempre fue su gran apoyo, tristemente, éste falleció 6 meses después de nuestro protagonista.
Para enlazar la historia, el director nos muestra secuencias de la felicidad del pintor en la naturaleza, excelentes planos en movimiento que parecen transformarse en los propios cuadros, escenas de la evolución y construcción de sus pinturas, siempre acompañado todo de un piano de fondo, que se adentra en nuestra mente en una adecuada conjunción con las imágenes. Atractivo el juego que se nos expone, con bellas imágenes en las que destaca el colorido de la naturaleza cuando VINCET es feliz, para tornarse todo a un amarillo-pardo cuando surgen los brotes de locura. Además, se nos muestran multitud de sus pinturas y láminas más reconocidas, para disfrute del espectador, por la vistosidad con las que nos las que se nos exponen.
Si meritorio y agradable es visionar lo comentado, muy destacables son los diálogos “tú a tu” que tiene nuestro protagonista. Son varias secuencias en las que ocurre esto y son todas de una agudeza mental tan interesantes como inteligentes en su construcción, haciendo pensar al espectador del porqué de muchas situaciones de la vida.
Pero para que todo tenga vida, se necesitaba algo indispensable y no es otra cosa si no dar vida al loco VAN GOGH. Ahí es donde entra WILLIAM DAFOE, con un resultado inolvidable, excelente su actuación, sus cambios de registro, consiguiendo generar angustia en el espectador cuando se encuentra mal y disfrute de su felicidad cuando él se encuentra en dicho estado. Su voz, sus gestos, sus suspiros todo suma para que su actuación merezca ser destacada y quedar en el recuerdo de el público.
En definitiva, este biopic merece ser visionado y disfrutado, destacando el virtuosismo de sus imágenes en la naturaleza, el visionado de la construcción y resultado de los cuadros, la inteligencia de sus diálogos y la gran actuación de DAFOE, para dar vida a un hombre tan peculiar y atormentado como VAN GOGH.
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30 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
4
Un genio incomprendido, una película intrascendente
Hace apenas unos días hablamos en Argoderse de la ópera prima de Julian Schnabel y del homenaje que hizo a su amigo: el pintor Jean-Michael Basquiat. En aquella obra también se veía la relación íntima de Schnabel con el mundo de las artes plásticas. Su mundo, antes de dar el salto a las cinematográficas. Y en 1996, con Basquiat, el director norteamericano ya daba una pincelada sobre Vincent Van Gogh en las primeras secuencias protagonizadas por Jeffrey Wright.

Además, Willem Dafoe también tenía una aparición en esta ópera prima. Demasiada coincidencia hasta este 2019, donde Schnabel y Dafoe han vuelto a unir sus caminos con Van Gogh, a las puertas de la eternidad. Un filme que se centra en la etapa del pintor holandés en la ciudad francesa de Arles. Fuente de inspiración de muchos de sus cuadros. Pero también causa de muchos de esos problemas de personalidad, psicológicos e incluso psiquiátricos que acecharon al artista impresionistas.

Su miedo al fracaso, atormentado por esa sensación de ser un genio incomprendido, adelantado a su época -lo más potable de todo el metraje ese ese momento con Mads Mikkelsen-, sus distintos vaivenes psiquiátricos, la soledad, la falta de amor y otra serie de taras son abordadas en Van Gogh, a las puertas de la eternidad. Pero de una manera superficial. No se termina de entrar verdaderamente en el conflicto cuando aquí sí era necesario. Mostrando finalmente un personaje, Van Gogh, que no trascenderá hasta siglos después de su muerte.

Y buena culpa de ello la tiene Julian Schnabel. Ya digo que es un director que me enamoró con Basquiat. Me siguió conquistando con La escafandra y la mariposa -también con Mathieu Amalric-, donde ya se veían esos primeros planos ciertamente atosigantes. Pero con Van Gogh, a las puertas de la eternidad me ha roto el corazón. Una película insustancial. Un biopic más intrascendente.

O a lo mejor yo, como a Vincent Van Gogh en su tiempo, no he llegado a comprender el trabajo de Schnabel. Será porque su cámara me vuelve loco para mal. Me marea. Me hace perder el interés y el hilo entre tanto giro, carrera con cámara al hombro, primeros planos que intimidan, cansan y te encierran sin posibilidad de respirar.

Imagino que es la sensación que vivía Van Gogh entre las cuatro paredes de su estudio y liberaba cuando salía a cielo abierto. Y a lo mejor ahí podría pensar que Julian Schnabel se ha convertido en un genio también avanzado a su tiempo, pues hace cosas que soy incapaz de ver, por ahora.

Quizá esa ha sido su intención de transmitirlo en la gran pantalla. Ponernos en la piel del pintor. Conmigo no lo consigue y a lo mejor tú, como lector, tienes más suerte a la hora de apreciar la creación del holandés y de Julian Schnabel.

Más datos sobre esta y otras películas en http://argoderse.com
Y en Facebook: https://www.facebook.com/argodersecine
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25 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
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