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Gangs of Wasseypur. Parte 1 (2012)

Gangs of Wasseypur. Parte 1
159 min.
6,2
692
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Trailer (HINDÚ)
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Sinopsis
Shahid Khan y Sultana Daku son dos asaltadores de trenes rivales. Cuando Shahid se convierte en un renegado, se ve obligado a trabajar en la mina propiedad de Ramadhir Singh. Años después, su hijo Sardar querrá restaurar el honor de su padre, iniciando una venganza contra el clan Daku que lo convertirá en uno de los hombres más temidos en la India. (FILMAFFINITY)
Género
Acción Cine negro Drama Thriller Crimen Mafia Familia Venganza Años 40 Años 60 Años 70 Años 80 Años 90
Dirección
Reparto
Año / País:
/ India India
Título original:
Gangs of Wasseypur I
Duración
159 min.
Guion
Música
Fotografía
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8
THE GODFATHER HINDÚ: PRIMERA PARTE
Llevaba años buscándolo. Deseándolo. La India y su audiovisual necesitaban una nueva identidad propia. El cine de procedencia hindú sufre el mismo encasillamiento que España con la paella y los toros: Siempre va unido a Bollywood y sus característicos e imitados bailes grupales. Ni siquiera una película con equipo extranjero como la realizada por el británico Danny Boyle en 2008 (Slumdog Millionaire) y que arrasó (injustamente) en los premios Óscar, pudo reprimirse y cayó en las garras de lo convencional y típico incluyendo un baile final sin pies ni cabeza. Es La India, hay que bailar aunque la historia no solo no lo reclame sino que lo rechace abiertamente. Boyle no se dio cuenta de que no era The Tales of Hoffmann o The Red Shoes. A la misma altura de fama pero mucho más arriba en calidad cinematográfica se encuentra la enorme Trilogía de Apu, compuesta por Pather Panchali (1955), Apajarito (1957) y Apur Sansar (1959). Satyajit Ray adaptó las novelas de Bibhutibhushan Bandopadhyay a la gran pantalla, significando un tremendo ensayo fílmico sobra la familia en La India. Este titánico esfuerzo tuvo recompensa, ya que la frágil pero intensa (con récord de producciones estrenadas en un año) industria indú fue colocada en el escaparate internacional de la noche a la mañana. La referencia a la Trilogía de Apu no es casual, ya que comparte gran parte de la trama de la mastodóntica Gangs of Wasseypur. Apu y Sardar Khan (protagonista del film que nos ocupa) tienen vidas paralelas: líos de familia, pobreza, continuos cambios de residencia, responsabilidades prematuras, madurez, sangre...Solo que la película de Anurag Kashyap es diametralmente opuesta en su sentido estético, ético y moral con respecto al clásico de Ray.

Es cierto que Gangs of Wasseypur no huye del clasicismo patrio ni de sus costumbres. Hay música, mucha música a lo largo de todo el metraje. Pero el uso de la misma y la extrema radicalización de sus tradiciones tienen un punto diferente, muy oscuro. Sin ir más lejos, la película arranca cuando unos gángsters ametrallan sin cuartel una televisión donde se exhibía un baile popular hindú. Es evidente que es un intento (exitoso) por marcar su propia ley en pantalla, por saltarse los límites establecidos y mancillar la imagen de postal (obviamos la pobreza, naturalmente) exportada al mundo. La confirmación de que la historia no va a dejar títere con cabeza la tenemos en una sutil escena de tensión donde el politono de un teléfono móvil, equipado con música tradicional del país, ejerce de instrumento del terror para una familia fugitiva. Es una atrevida oda a la contracultura, a la imperiosa necesidad de mostrar una parte de La India ignorada por muchos y temida por casi todos. Donde hay pobreza y ley corrupta, hay delitos y crímenes. Por mucho que las cifras de turistas desciendan irremediablemente, el cine evolucionó en la Segunda Guerra Mundial para convertirse en un medio que adoptó la denuncia y el traslado de información como una de sus múltiples opciones de difusión. Por lo tanto, aparte de por su belleza formal y valor artístico, Gangs of Wasseypur justifica su existencia como narrador en primera persona de uno de los males más dañinos para el país: la violencia callejera.

Es ahí donde Anurag Kashyap da sobradas muestras de su talento y, sobre todo, de tener muy claras sus referencias, así como el evidente respeto y admiración que profesa por cada una de ellas. Si antes dijimos que la trama del film guarda infinidad de paralelismos con la Trilogía de Apu, lo mismo se puede decir de la mejor trilogía de la historia del cine: The Godfather. Y es que Michael, Fredo, Sonny y cía no andan muy lejos de Sardar Khan, Ramadhir Singh o Sultan. Decía el cartel promocional que "en Wasseypur, la venganza se hereda" y desde luego es un lema que se cumple. En una cultura tan arraigada donde el dinero es cosa de pocos acaudalados y las raíces sangre de todos, lo único que diferencia un bando de otro es el amor propio. Y la venganza es una buena forma de mostrar ese orgullo de familia, máxime cuando tienes motivo para ello. La venganza pasa de padres a hijos, de abuelos a nietos, de maridos a mujeres...y parece no tener fin. La dificultad de la narración pasa por mantener vivo ese instinto asesino durante décadas, estilo Novecento. Sin embargo, comparte el mismo defecto que la película de Bertolucci, y es que el riesgo de condensar muchos años en apenas unas horas, casi siempre conlleva una peligrosa frecuencia de altos y bajos a nivel narrativo. El continuo intercambio de personajes y la aparición/desaparición de otros implica un alto cuidado en la construcción empática de todos ellos. Y eso no es posible. Un personaje se ganará más fácilmente tu implicación emocional que otro, por lo que una simple comparación grupal dará como resultado la animadversión (o como mínimo, un nivel de identificación menor) hacia alguno de ellos. Por otra parte, ahí también entra en juego otro factor como es la interpretación de los protagonistas principales. Afortunadamente, el reparto completo (sería injusto destacar solo a unos pocos) está a la altura y consiguen con su presencia que el paso de testigo sea menos traumático.

Sigo en spoiler sin ser spoiler
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7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Crónicas del Salvaje Este
Se apagan las luces de la sala, se enciende el proyector y aparece en pantalla una mujer con una cantidad de maquillaje superior a la de dos veces su peso corporal. Al parecer se ha puesto su vestido de gala, que a ti sólo se te ocurre definirlo como... ''peculiar'' (ciertamente, has tenido días más inspirados). Piensas, también, que por mucho menos, le pidieron a los responsables de aquel anime que se cortara un poco con los ataques de colorines, que ya estaba bien de causar ataques epilépticos a los mocosos de medio mundo. Justo antes de que te pierdas para siempre en lo más profundo de tan peculiar selección cromática, un sonido infernal te devuelve a la Tierra. A la tipa le ha dado por cantar. Se entiende, ha abierto las puertas del balcón de su casa y afuera los pajarillos se han adelantado a la jugada. ¿A quién no le han entrado ganas de hacerlo alguna vez? Lo que ahora mismo quieres hacer es partirte de la risa, pero descubres que al espectador de la butaca de al lado disfruta con el show, de modo que, por educación (que no debería perderse nunca) te callas. Al cabo de media hora, por cierto, has muerto por parálisis cerebral.

Un escenario, un arma y un solo culpable del crimen. ¿Quién mató al pobre espectador desprevenido? Esa anomalía geográfico-histórica (sobre todo en lo que a cine se refiere) llamada India. Con un nivel productivo inabarcable (en términos cuantitativos, claro) y unos gustos al margen de lo que podríamos denominar como ''resto-del-mundo'' el caso de Bollywood sigue siendo para algunos un amargo sujeto de estudio que incluso a día de hoy se resiste a una respuesta plenamente satisfactoria. De momento, y a falta de algo mejor, toca conformarse con aquel odioso tópico: ''Para gustos, los colores'' (nunca mejor dicho). Qué rabia... Ante esto todavía no se ha encontrado ninguna medicina que funcione. Y mientras ésta no aparezca, millones de consumidores seguirán riéndole las gracias a la propuesta... sólo que a ti te parecerá estar viendo una porno con un sufijo que no concuerda con tus preferencias sexuales. Las filias de unos son las fobias de los otros. No hay más, sólo una señora con toneladas de maquillaje, mirando ilusionada al horizonte y entonando las primeras notas de su alegre cancioncilla. Hasta que...

El televisor que en realidad estaba enfocando la cámara, estalla en mil pedazos. Alguien le ha pegado cuatro tiros al maldito aparato. ¿Dios existe? A saber. Lo que es seguro es que una panda de gangsters acaba de hacer una entrada triunfal a lo Billy el Niño. Tres cuartos de lo mismo para quien dirige el cotarro. A lo Orson Welles, pero en plan bestia: el director Anurag Kashyap da el pistoletazo de salida a su faraónico díptico 'Gangs of Wassweypur' con una redada en forma de plano-secuencia no apto para cardíacos. En plena noche, cuando las calles parecían más tranquilas, unos pistoleros se dedican a disparar y a no hacer preguntas. Sobran: el objetivo (humano, por supuesto) se ha identificado y localizado. De lo que se trata aquí es de sacarse de encima todos los estorbos que se planten en medio del camino. El violento episodio sirve obviamente para marcar el tono predominante, para mostrar músculo, pero sobre todo para torpedear, literalmente, la imagen que teníamos de la cinematografía india.

Que le den, sinceramente, y sin remordimientos. A rebufo pero sin tragar humo: Kashyap se empapa de la mejor tradición del cine de gangsters... y la hace suya. Algo así como una terapia de shock, pero teniendo en cuenta las necesidades del paciente. Cuando menos los esperábamos; cuando nos temíamos lo peor, el televisor explota y el producto que tenemos ante nuestros ojos no sólo es soportable, sino altamente disfrutable. Del mismo modo, 'Gangs of Wassweypur' (al menos su primera parte) consigue que una película bajo la bandera de la India no sólo no se antoje -alérgicamente- marciana, sino que además se convierta en un orgullosísimo miembro del club al que sin duda pertenece. Hablamos pues de la occidentalización de ese ''Far East'' indomable... sin que por el camino se haya perdido ni un solo gramo de su inconfundible esencia.

El relato criminal de altos vuelos adquiere aquí la entidad que su propia naturaleza exige, convirtiéndose el conjunto en una sólida, convincente, divertida (como atestiguan sus numerosas pinceladas de humor negro: ''Basta ya de derramar sangre... ¡a partir de ahora nos dedicaremos a la extorsión!'', declara uno de los protagonistas) y a ratos impactante (véase el crudo tratamiento de la violencia) película en la que, como mandan las Sagradas Escrituras, se suceden, entre baños de sangre, las luchas atávicas entre varios clanes / dinastías familiares. Kashyap quizás sea un poco demasiado deudor de unos códigos que se respetan hasta la última coma (las goriláceas tensiones matrimoniales, la resolución de los momentos más comprometidos a nivel de guión, incluso el por lo visto innegociable recurso de la voz en off de uno de los protagonistas), pero a cambio se ríe con cariño de todos aquellos tics (esos arrebatos horteras...) que han hecho de su industria algo tan irritantemente extraño a ojos foráneos, y permite de paso que veamos, en el más recóndito de los lugares (cinematográficos), destellos de maestros de la altura de Francis Ford Coppola o Martin Scorsese.
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4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
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