Trailer (FRANCÉS con subtítulos en Inglés)
- Sinopsis
- Monsieur Hire lleva años viviendo en el mismo piso. Alice, que ocupa el estudio de enfrente, se da cuenta de que el hombre la observa desde hace meses. Él, que lo sabe todo de la joven, se ha enamorado de ella. Sin embargo, la situación de Hire se complica cuando se convierte en el principal sospechoso del asesinato de una adolescente. (FILMAFFINITY)
- Género
- Drama Thriller Crimen Drama psicológico Remake
- Dirección
- Reparto
- Año / País:
- 1989 / Francia
- Título original:
- Monsieur Hire
- Duración
- 81 min.
- Guion
- Música
Premios
Pura sensibilidad.
14 de julio de 2007
No he visto demasiadas películas de Patrice Leconte pero seguramente esta sea la mejor hasta ahora.
Monsieur Hire es la historia de un hombre enamorado, aunque en realidad puede parecer muchas otras cosas. Puede parecer la historia de un hombre enfermo, podría ser la historia de un asesino, pero es simplemente la historia de un hombre enamorado.
Monsieur Hire vigila a Alice desde su ventana, la observa y la protege. Y lo hace por el profundo amor que siente hacia ella.
Patrice Leconte no cuenta la historia con el ritmo pausado que el personaje requiere, con la misma pulcritud y elegancia con la que el personaje se mueve y actúa. Es una película sencilla de sentimientos profundos. Cuesta aceptar al personaje protagonista, pero una vez que se hace, te lleva hasta cotas extrañamente conmovedoras, como en la escena en la que Monsieur Hire relata a Alice como eran sus contactos con prostitutas y como eso cambio por ella.
Los actores protagonistas son espléndidos, especialmente Michele Blanc en una interpretación en la que, pese a su contención, derrocha emoción.
Es de destacar también el sensible acompañamiento musical del aquí comedido, pero siempre extraordinario Michael Nyman.
Monsieur Hire es la historia de un hombre enamorado, aunque en realidad puede parecer muchas otras cosas. Puede parecer la historia de un hombre enfermo, podría ser la historia de un asesino, pero es simplemente la historia de un hombre enamorado.
Monsieur Hire vigila a Alice desde su ventana, la observa y la protege. Y lo hace por el profundo amor que siente hacia ella.
Patrice Leconte no cuenta la historia con el ritmo pausado que el personaje requiere, con la misma pulcritud y elegancia con la que el personaje se mueve y actúa. Es una película sencilla de sentimientos profundos. Cuesta aceptar al personaje protagonista, pero una vez que se hace, te lleva hasta cotas extrañamente conmovedoras, como en la escena en la que Monsieur Hire relata a Alice como eran sus contactos con prostitutas y como eso cambio por ella.
Los actores protagonistas son espléndidos, especialmente Michele Blanc en una interpretación en la que, pese a su contención, derrocha emoción.
Es de destacar también el sensible acompañamiento musical del aquí comedido, pero siempre extraordinario Michael Nyman.
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26 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
MONSIEUR BIZARRE
21 de octubre de 2008
Siguiendo la dura novela de Simenon, escrita con economía de hierro, Leconte arranca la película con el asesinato de una joven y encarga del caso a un maduro inspector, que se fija en un personaje del vecindario, Monsieur Hire.
Hire es un pulcro costurero que cae mal a la gente, y la gente a él (“¿Qué les ha hecho?”. “Nada, por eso caigo mal”). Le gusta el silencio, no es sociable, sí un tipo raro. Pálido, ojeroso y siempre serio, entre Nosferatu y Keaton, vestido como un enterrador, no responde a provocaciones ni murmuraciones. Come solo en su aseado apartamento.
No es apocado. Al investigador le lanza un venablo:
—Es duro ser un simple inspector con su edad…
Cada noche, las luces apagadas, a través de la ventana observa melancólicamente a una joven vecina, mientras en el tocadiscos suena la misma pieza de Brahms para piano y orquesta. Ella cena, se viste y desviste, hojea libros de fotos, recibe a su novio, se levanta para ir a su trabajo de camarera.
Cada noche, pálido e inmóvil, Hire convive con ella a distancia como una presencia invisible y oculta.
El planteamiento parece claro: un condenable depravado espía a una despreocupada joven, víctima de la acechante violación de su intimidad.
Pero no es tan sencillo…
===== =====
Leconte se muestra hábil distrayendo del asunto inicial, un caso criminal abierto que es en sí intrigante. Pero con las escenas nocturnas consigue crear un foco más acaparador, que retiene al espectador morbosamente, muy expectante ante los movimientos en la ventana iluminada.
No obstante, el crimen sigue sin resolver, su enigma se hace a menudo patente. El inspector reaparece para, en su búsqueda de pruebas, estrechar el cerco. La habilidad con que se entretejen curso de la investigación y peculiar relación de Hire con la vecina es muy sutil. Y cuando, a raíz de inesperados cambios en esa relación, la incógnita consiste en si al inspector le será revelada o no la identidad del asesino, y qué decisiones tomará la vecina en su sorprendente vida amorosa, esa habilidad de Leconte sigue operando.
Así, cuando se despeja una incógnita, ya hace tiempo que otra la ha reemplazado en el foco de interés. Y cuando el magnetismo de la nueva se ha gastado, la pregunta sobre quién se saldrá con la suya (quién pagará por sus propias responsabilidades y quién por las ajenas) tira de la historia hacia el final con fuerza sobrada.
A esas alturas, las suposiciones acerca de la implicación de los personajes, y del calibre moral a ellos atribuido, han bailado tanto que el recorrido es muy satisfactorio: acumula amplitud, longitud, variedad, sutileza y profundidad, en perfecto slalom.
Hire es un pulcro costurero que cae mal a la gente, y la gente a él (“¿Qué les ha hecho?”. “Nada, por eso caigo mal”). Le gusta el silencio, no es sociable, sí un tipo raro. Pálido, ojeroso y siempre serio, entre Nosferatu y Keaton, vestido como un enterrador, no responde a provocaciones ni murmuraciones. Come solo en su aseado apartamento.
No es apocado. Al investigador le lanza un venablo:
—Es duro ser un simple inspector con su edad…
Cada noche, las luces apagadas, a través de la ventana observa melancólicamente a una joven vecina, mientras en el tocadiscos suena la misma pieza de Brahms para piano y orquesta. Ella cena, se viste y desviste, hojea libros de fotos, recibe a su novio, se levanta para ir a su trabajo de camarera.
Cada noche, pálido e inmóvil, Hire convive con ella a distancia como una presencia invisible y oculta.
El planteamiento parece claro: un condenable depravado espía a una despreocupada joven, víctima de la acechante violación de su intimidad.
Pero no es tan sencillo…
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Leconte se muestra hábil distrayendo del asunto inicial, un caso criminal abierto que es en sí intrigante. Pero con las escenas nocturnas consigue crear un foco más acaparador, que retiene al espectador morbosamente, muy expectante ante los movimientos en la ventana iluminada.
No obstante, el crimen sigue sin resolver, su enigma se hace a menudo patente. El inspector reaparece para, en su búsqueda de pruebas, estrechar el cerco. La habilidad con que se entretejen curso de la investigación y peculiar relación de Hire con la vecina es muy sutil. Y cuando, a raíz de inesperados cambios en esa relación, la incógnita consiste en si al inspector le será revelada o no la identidad del asesino, y qué decisiones tomará la vecina en su sorprendente vida amorosa, esa habilidad de Leconte sigue operando.
Así, cuando se despeja una incógnita, ya hace tiempo que otra la ha reemplazado en el foco de interés. Y cuando el magnetismo de la nueva se ha gastado, la pregunta sobre quién se saldrá con la suya (quién pagará por sus propias responsabilidades y quién por las ajenas) tira de la historia hacia el final con fuerza sobrada.
A esas alturas, las suposiciones acerca de la implicación de los personajes, y del calibre moral a ellos atribuido, han bailado tanto que el recorrido es muy satisfactorio: acumula amplitud, longitud, variedad, sutileza y profundidad, en perfecto slalom.
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