Kirikú y las bestias salvajes (2005)

Obviamente sería una auténtica sorpresa que “Kirikú y las bestias salvajes” llegase al nivel que alcanzaron Michel Ocelot y Bénédicte Galup con “Kirikú y la bruja” siete años antes.
Resulta difícil calcular en un supuesto medidor del morro si este anexo es un simple ‘bonus’ para sacar más pasta a los padres cuyos niños conocieron a este simpático e inteligente renacuajo, primo no reconocido y africano de Garbancito de la Mancha y Pulgarcito, capaz de salir victorioso de cualquier contrariedad cotidiana gracias al sentido común.

Personalmente me interesaba saber más sobre la relación matrimonial entre el superdotado y ya crecidito Kirikú y la ex-bruja y profeminista Karabá. No que me contasen una multitud de pequeñas historias que ocurrieron entre la clavada y extirpación con dientes de la famosa espina de “Kirikú y la bruja”.

Pero en estos tiempos en los que cine infantil ha alcanzado un reconocimiento por su potencial en taquilla gracias a las posibilidades y alardes de la animación 3D y no por sus olvidables y clónicas historias y personajes, se agradece que un relato sencillo con dibujos relativamente realistas no busque las habituales ostentaciones visuales sino una narración que hereda los valores de los cuentos de siempre evitando la ñoñería y el ridículo habitual.

Recomendable para los más pequeños. Completamente descartable para los mayores aunque sin perder de vista a sus creadores.

Sí, vuelven esos dibujos que tenían algún tipo de contenido, y valor didáctico, que eran útiles para los niños, y los no tan niños, además en las tradicionales dos dimensiones, sin perder encanto, pero que no por ello tratan temas de menos actualidad, por ejemplo el gobierno del miedo y la desinformación, cosa que se mostraba un poco mejor en la primera parte. Todo esto mostrado de la mano de este peculiar y original niño con ideas de adulto pero corazón inocente.