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Black Coal (2014)

Black Coal
106 min.
5,8
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Disponible en:
Suscripción
Tráiler HD (CHINO con subtítulos en ESPAÑOL)
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Sinopsis
En 1999, el policía Zhang Zili abandona el cuerpo tras la traumática muerte de dos de sus compañeros durante la investigación de un asesinato finalmente no resuelto. Cinco años después, el asesino vuelve a la carga, y Zhang, convertido ahora en un guardia de seguridad con problemas de alcoholismo, se plantea intentar capturarlo por su cuenta. (FILMAFFINITY)
Género
Thriller Drama Intriga Crimen Policíaco Neo-noir
Dirección
Reparto
Año / País:
/ China China
Título original:
Bai ri yan huo (Black Coal, Thin Ice)
Duración
106 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Premios
2014: Festival de Berlín: Oso de oro (mejor película) y Mejor actor (Fan Liao)
7
La Larga Marcha Atrás
¿Qué le pasa a China? ¿Por qué ‘Black Coal’ parece concebida por un Henning Mankell oriental? ¿Por qué la asocio mentalmente, en su feísmo, a ‘Naturaleza muerta’ de Jia Zhangke? ¿Dónde quedó la épica roja y revolucionaria de la Larga Marcha? ¿Qué fue de aquellos ídolos con pies de barro y sangre en las axilas? Como dice un gran amigo mío, si China es el futuro, la humanidad carece de futuro.

Diao Yinan quiere ofrecernos un retrato de la China postmoderna. Y qué retrato. Todo en esta cinta es horroroso, cutre, repelente. La dirección artística –atrezo, vestuario, cortes de pelo, y muy en especial, las localizaciones–, en su apuesta innegociable por la fealdad, es impecable. El sonido –ese chirrido del columpio, en la noria; el crujir de los patines en el hielo– el sonido, digo, refuerza el desagrado y el desasosiego. La paleta de colores oscila entre el brillar hortera de las luces de neón y el tono grisáceo de la nieve sucia. Qué feo todo, y qué triste.

Asesinar, descuartizar, dispersar los restos. ¿Para qué? Como en una novela de la saga de Kurt Wallander, nos sentimos perplejos, desarmados, frente a la barbarie de apariencia gratuita. Siento que el espíritu, aséptico, de Anton Chigurh –el villano imaginado por los Coen y encarnado por Bardem– sobrevuela la ciudad manchú de provincias en que trascurre el film.

Y ese avanzar, tan fláccido, de la trama, como hacia ningún sitio, sin rumbo ni destino… Semejante en cierto modo a ‘Zodiac’, de David Fincher, un Fincher sin burbujas. La indolencia de los fotogramas, el fluir de un río enajenado, resuelto en ciénaga.

Escribe el director: “Quería realizar una película policiaca que retratara la China contemporánea. Mi objetivo no era imaginar solamente una trama y darle respuesta, sino restituir al máximo lo que constituye nuestra nueva realidad.” La nueva realidad resulta ser un páramo cortante, un yermo desolado y hueco, postrevolucionario e industrial, que va desembocando –despacio, muy despacio, igual que un hongo o un tumor– en un capitalismo fofo y desalmado.

Desalmado. La China retratada por Diao Yinan es un país sin alma ni verdor. Un país que produce escalofríos, inhóspito, inclemente, similar a esa Finlandia de tabaco, alcohol y flores chuchurrías marca de la casa Kaurismäki.

Un país sin alma es algo aterrador. El horror mismo.

La escena en que se entregan las cenizas –ese recinto, funcionarial, sin religión ni dioses– se me adhirió al estómago, igual que una lombriz, con su carga de vacío geométrico.

Y la luz. O la falta de luz. O la luz contaminada. Un blanco tan malsano como el blanco pastoso de los grandes maestros del terror: Poe, Lovecraft o el Melville de la inmensa Moby Dick.

El blanco antártico en que vive y asesina el ente de ‘La cosa’.

Frente a todo ello, un antihéroe «made in China», como adquirido en las rebajas o en la tienda «todo a un euro» de una calle lateral. Un hombre en busca de sí mismo, un perdedor… Si China es el futuro, que la ausencia de Dios nos pille confesados.
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51 de 66 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Los reyes de las nieves
Cuando acaba Black Coal la sala se queda por un momento en silencio. No es para menos. Todos los espectadores están digiriendo el fulminante final que ofrece la cinta tras una hora y media apasionante y asombrosa. Hay una ligera duda, ¿qué acabamos de ver? No es el típico thriller, se salta todas las normas del género. Tiene algo de la narrativa confusa de Fincher, y también algo de la trampa y la sorpresa de Oldboy. Claro, que también tiene un protagonista que parece el Philipp Marlowe chino. Desde luego, lo único que sabemos es que Diao Yinan ha conseguido sorprendernos con su propuesta.

Ya desde el primer minuto la película apuesta por impactar. En la primera escena viajamos en un camión de carbón en el que hay… algo. Algo que acabará por ser una mano humana, como se descubrirá posteriormente en la fábrica. El detective Zhang Zili (al que se presenta con media pincelada, pero qué media pincelada más brillante) se embarcará en la investigación de un caso que terminará sin resolver y en el que será herido. Cinco años después, abandonado ya el cuerpo y con un Zili en plena decadencia, con adicción a la bebida y hundido en la seguridad privada, el caso, que quedó sin resolver, vuelve a a cruzarse en su vida de forma casual. Los asesinatos del carbón ahora tienen que ver con las pistas de hielo. Por supuesto, intentará resolverlo por su cuenta. ¿Qué tiene que perder un hombre que ya lo perdió todo?

La sinopsis puede sonar muy convencional, pero el director chino se encarga de darle su propia voz. De hecho, el primer caso, que funciona a modo de prólogo, ya tiene sus propias sorpresas. Se nota que ha trabajado como guionista antes de lanzarse detrás de las cámaras, pues los giros narrativos van desde las sorpresas argumentales hasta lo completamente inesperado. Cada segundo de lo que se muestra en la pantalla está absolutamente pensado y cuidado hasta el último detalle. Muy como mandan los canones, la navaja de Chejov y esas cosas, todo lo que aparezca no será baladí; tendrá su importancia en algún momento.

Porque por muy buena que sea la historia, hay otra cosa que casi acapara la atención del espectador, y es la atmósfera. Quizá uno tarde en darse cuenta de lo que es, pero Yinan nos sumerge en un mundo absolutamente incómodo. El frío, la soledad, el silencio… la película se las apaña para que incluso una velada romántica en lo alto de una noria sea algo lóbrego, oscuro e inquietante. El trabajo de iluminación no se puede describir con palabras.

Por supuesto, también contribuye a darle ese toque tan inquietante la intepretación realizada por el dúo protagonista. Liao Fan, protagonista absoluto, digno de los momentos más oscuros de Raymond Chandler, está simplemente soberbio. Quizá porque las historias de fracaso tienen ese morbo de la épica del perdedor, nos podemos identificar con él desde el primer momento. La réplica se la da Gwei-Lun-Mei, que hace un papel menos imponente, quizá menos difícil de llevar, pero no por ello menos importante. La química, patente, entre ambos ayuda mucho.

De la mano de ambos recorreremos un camino que no resulta fácil. Hay que estar atento a todo lo que ofrece la escena. Muy al estilo oriental, este thriller no va a poner las cosas fáciles: prefiere sugerir a desvelar, el poder del silencio antes que la esclavitud de las palabras. Cada gesto y cada cosa no dicha son capaces de desencadenar un auténtico mundo en esta película.

Quizá el único pero que se le podría poner a esta cinta sería ese: que puede llegar a ser difícil para el gran público. La quietud, la lentitud y la poca externalización de la que hace gala, que son precisamente lo que lo convierten en un thriller tan poco al uso, requieren un nivel de atención que no suele casar con lo que se ve por ahí actualmente. En todo caso, estamos ante un maravilloso ejercicio de estilo que un buen cinéfilo no debe perderse.

Miguel de la Asunción
Crítica realizada para Cinemaldito.com (@CineMaldito)
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29 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
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