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Alejandro el Grande (Alejandro Magno) (1980)

Alejandro el Grande (Alejandro Magno)
200 min.
6,8
215
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Sinopsis
La historia de un famoso bandido macedonio del siglo XIX (Omero Antonutti), que cree ser la reencarnación de Alejandro Magno, le sirve al cineasta griego para reflexionar sobre la debilidad de los poderosos. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Siglo XIX
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Grecia Grecia
Título original:
O Megalexandros (Alexander the Great)
Duración
200 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Coproducción Grecia-Italia-Alemania;
Links
Premios
1980: Festival de Venecia: FIPRESCI
5
Almohada de mármol
Alejandro Magno, solo en una habitación rural, mira por la ventana. Recita un par de versos de Seferis: “Me he despertado con esta cabeza de mármol en las manos / que me cansa los codos y no sé dónde apoyarla.”

Dicen que el caudillo representa a Stalin y su caída prefigura la caída de la URSS.

Dicen que el tiempo se unifica en un presente simultáneo, que aglutina épocas y configura un mito intemporal.

Predomina lo grupal en las composiciones: anarquistas italianos, comunistas, aristócratas ingleses, militares, partisanos, funcionarios del gobierno, turistas, montañeses…, con gestos y canciones para dibujar la identidad de cada grupo.

Amplios cuadros, planos generales, pintura histórica del XIX. Grandilocuencia y ceremonia.

Contrapicados ante el personaje de Antonutti, sólo desmentidos al final, en un picado aterrador de insectos carroñeros.

El mito perdura en ese niño, Aléxandros, en un presente legendario y permanente.

Parafraseando a Darío, yo percibo en esta cinta a un director en busca de una forma que no encuentra su tempo. Hombrecillos y mujeres que deambulan; entran y salen del encuadre con escasa convicción. Los movimientos de las masas carecen del empaste necesario, como si a la orquesta le faltaran instrumentos para semejante sinfonía. Percibo una coreografía que no fluye. Un hieratismo casi irrespirable. Mucha más ingeniería que emoción.

Un poeta diría que lo que sucede en una sala oscura no puede planearse en un despacho.

Admiro el cine de Theo Angelopoulos, pero aquí no alcanza el punto de equilibrio entre mecánica y poesía. La estampa achaparrada de Antonutti es irrisoria y no transmite autoridad –quizás exista una corriente de ironía subterránea.

El pedestal de sangre en que reposa la cabeza, no llega a conmoverme.
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23 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Filosofía de la historia
Analizar aquí todas las complejas reflexiones contenidas en esta obra maestra de Theo Angelopoulos sería un ejercicio imposible, si bien no por ello hay que dejar de ser ambiciosos a la hora de bucear en algunos de sus puntos más interesantes. Estoy seguro de que el principal representante español en filosofía de la historia, Manuel Cruz, caería maravillado ante la profundidad de los análisis del maestro griego, desgraciadamente desconozco si está al tanto de la existencia de este film.

De partida hay que tener en cuenta ese hecho fundamental: Angelopoulos es un artista griego y esto es algo a lo que difícilmente escapan sus obras. No se trata de que éstas estén orientadas exclusivamente a un público griego, si bien es cierto que éste -si posee una determinada formación o conocimiento de la historia de su país- parte con ventaja a la hora de comprender lo contenido en sus películas. Quizás éste sea el caso en que esta circunstancia se observa de un modo más evidente, al menos en lo que llevo visto de su filmografía. No obstante, como ocurre en otros de sus films (quizás el ejemplo más claro sea "La mirada de Ulises") Angelopoulos siempre tiene en mente una perspectiva más europea, incluso -por qué no- universal. Es precisamente en su modo de abordar la historia donde constatamos esto, si algo caracteriza a "Alejandro el Grande" es la simultaneidad de tiempos y fenómenos históricos que se entrelazan en un continuum. En esta ocasión, al modo de un Homero (no por casualidad la obra por la que más se le conoce lleva por nombre a uno de los principales héroes del famoso aedo) Angelopoulos cuenta su propia historia tratando de mostrarnos cómo el presente se construye a partir del pasado y cómo éste vive eternamente a través de aquél. Lo que el director vendría a decir es que el pasado nunca muere y que éste es recuperado y comprendido en función de los intereses del momento dando, finalmente, una visión muy concreta de la realidad que en nada tiene por qué ajustarse a lo que ésta fue.

En "Alejandro el Grande" conviven dos siglos de historia griega en un mismo presente cinematográfico, un recurso propio del aedo que recoge las tradiciones orales en forma de poesía que luego recita una y otra vez variando de acuerdo con su memoria y su circunstancia. Así, la película se situa en un momento simbólico de gran importancia: los inicios del siglo XX, un momento de optimismo que ha pasado a la historia como la Belle Époque y durante el cual se creyó que la paz internacional estaba garantizada y el progreso era ilimitado. Lo ingenuo de esta visión típicamente burguesa tan propia del positivismo de la época es lo que Angelopoulos va a tratar de poner al descubierto a través de la condensación de la historia griega en un pequeño y desolador pueblo de las montañas del norte de Grecia (el pueblo en cuestión es Dotsiko, a pocos kilómetros de la frontera greco-albanesa).
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11 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
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