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Christopher Robin: Un reencuentro inolvidable (2018)

Christopher Robin: Un reencuentro inolvidable
104 min.
6,1
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Sinopsis
El niño que se embarcó en innumerables aventuras en el bosque de los Cien Acres con su banda de animales de peluche, ha crecido y… ha perdido el rumbo. Ahora les toca a sus amigos de la infancia aventurarse en nuestro mundo y ayudar a Christopher Robin a recordar al niño cariñoso y juguetón que aún tiene dentro. (FILMAFFINITY)
Género
Aventuras Comedia Fantástico Drama Animación Cine familiar Amistad Familia
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
Christopher Robin
Duración
104 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Grupos
Remakes de Clásicos de Disney Winnie the Pooh
Links
Premios
2018: Premios Oscar: Nominada a mejores efectos visuales
2018: Premios Annie: Nom. mejor animación de personajes en película no animada
6
"La gente dice que nada es imposible, pero yo hago nada todos los días." Winnie The Poo (mi infancia)
Tuve una profesora una vez, en mi período de formación pasada cuando aún quería enseñar a niños de Educación Infantil, que siempre desechaba muchas de mis ideas e historias que proponía de cara a actividades. Me acusaba de ser demasiado complejo, de echarle demasiada historia y lógica a lo que proponía. Cuando los juegos de niños eran más simples -no por ello menos divertidos- justamente porque debía pensar como un niño y no como un adulto. Los niños no se complican tanto buscando respuestas tan lógicas y disfrutan más casando sus conocimientos terrenales con su desbordante imaginación. Y visionando esta película (como buen amante de Winnie The Poo que soy), no he parado de recordar sus palabras a la par que el Christopher Robin adulto y sombrío de Ewan McGregor regresaba a su infancia poco a poco conforme la trama avanzaba. Y es que esta es una película de choques de realidad.

Realidad 1: Seguramente haya quien diga que esta película es seca, lenta, con resoluciones de guión complacientes o que no explica cómo es posible que los personajes del bosque tengan vida propia y cabida en un mundo "creíble" y real. Lo cierto es que quitando lo de lenta (porque se me hizo muy, muy entretenida) razón no les quito tampoco. Ahora bien, es mi parte adulta y frustrada la que no les quita la razón. La parte que reconoce estar trabajando o dependiendo de "aquelarres" o monstruos del bosque que asustan, que nos exprimen las ilusiones, que utilizan la vil realidad para ahogar muchos de nuestros deseos, que nos obligan a implantar la lógica para todo aún frente a cosas para las cuales tal vez ni las necesitamos. En otras palabras, la parte mayor que se puede identificar con el Christopher Robin de la primera mitad de película.

Realidad 2: Pero si esta película tiene un poder potente es en evocar nuestra infancia. Mi infancia. Lo que éramos entonces, lo que decíamos, en lo que creíamos. La parte en la que no nos daba miedo luchar contra los monstruos a los que temíamos. Cuando sonreíamos sin parar, aún sin tener un motivo. Cuando nos preguntábamos "¿Qué dia es hoy?", a lo que respondíamos "Hoy es hoy", para finalmente concluir: "Hoy es mi día favorito", en lugar de lamentarnos por levantarnos de la cama cada lunes. Cuando no hacíamos nada, ni trabajar demasiado, ni matarnos a hacer deberes kilométricos, ni estar absorbidos por el WhatsApp o el Instagram, y al hacer nada poníamos a trabajar el cerebro y nos sacábamos de la chistera juegos y amigos imaginarios con los que jugar y crear. Cuando en vez de usar la lógica, usábamos el corazón con la imaginación para dar lugar a mezclas explosivas y divertidas.

Conclusión: No soy la persona que era hace 4 años. Ya no pregunto qué día es hoy, ni tampoco estoy en donde quería estar cuando acabé mi carrera y terminé por "madurar". Eso me ha hecho más espabilado, y a la vez más amargado. Y de buenas a primeras me niego a creer que existen las hadas, ni los animales fantásticos, ni las historias con final feliz. Es más, en términos cinematográficos, hasta las aborrezco cuando están contadas de forma risible y cursi. Pero no puedo negar que otra parte encerrada en lo más profundo de mi ser sigue dando puños contra las pardes, tratando de salir, de volver a recordarme quién era y en lo que creía. La parte que me animaba a caminar por la senda nebulosa de monstruos (realidad) para alcanzar a los amigos y los deseos que tanto ansiaba desde el principio. Y esa parte es la que he vuelto a sentir, en términos cinematográficos, con esta 'Christopher Robin'. Si encima está bien hecha, bien dirigida y sin resultar una obra maestra se disfruta del todo, pues la apruebo y con gusto. No hacen falta más explicaciones. Es el tipo de cuento parte real, parte fantástico y todo corazón que me gustaría poder contar a mis niños (si de verdad alguna consigo volver a un aula a contarles historias y enseñarles cosas -a la par que ellos me enseñen a mí-).
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43 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Al Niño que Fui, del Adulto en el que me he Convertido
Es realmente sorprendente el corazón que tiene esta enésima adaptación de Winnie the Pooh.
Lejos de ser una actualización o una reinvención, el Bosque de los Cien Acres sigue como siempre.
Somos nosotros, siempre hemos sido nosotros, los que hemos cambiado.

'Christopher Robin' juega con una idea muy jugosa que ya se ha apuntado otras veces: todos los niños crecen, y dejan sus juguetes.
Los disfrutan, pasan con ellos mil aventuras, y los guardan en algún momento, como si fueran despedidos de su trabajo, con la "satisfacción" del deber cumplido.
Entre Christopher Robin y Winnie the Pooh no iba a ser diferente, aunque la animación nos creara la mentira de que su historia iba a durar para siempre.

Pero al aportar fisicidad, peso, pelo y tangibilidad a los animales/peluches... se palpa una irresistible nostalgia por una era a punto de terminar, y hasta las canciones más tiernas saben mejor así.
El último día en la mesa de almorzar del bosque transcurre tan divertido como siempre, solo que nadie se atreve a abordar el "heffalump" en la habitación, nadie se atreve a preguntar a Christopher por qué se va.
Para él continúa el mismo cuento, solo que Pooh, Tigger, Piglet, Rito y compañía ya no estarán para compartirlo, y a Disney corresponde toda la valentía por no dejar fuera las secuelas de la guerra, ese primer momento en que comprendemos que no somos eternos, el lento devenir cotidiano hasta encontrar un hueco profesional en el que encajar, y el peso de una responsabilidad nunca buscada ("ahora eres el hombre de la casa").

Es imposible no comprender por qué Christopher Robin ya no es el que fuera, pero también el que Pooh se haya quedado esperando en su casa de árbol cada vez más abandonada.
Con su modesta sabiduría, y su carácter simplón, el oso va haciéndose un camino de vuelta a su antiguo dueño, hacia ese Londres gris y corporativo, en el que los documentos en maletines se han disfrazado de cosas importantes.
Su choque mutuo es gracioso pero, una vez más, como todo en esta película, melancólicamente entrañable: un señor crecidito pasea un osito amante de la miel y los globitos, rechazando todos sus intentos de alegría ("no puedes ir saludando a todo el mundo" "¿por qué no?"), mientras le surge la duda de en qué momento dejó de disfrutar su vida.

Juntos acaban recalando en un Bosque de los Cien Acres engullido en las nieblas del tiempo, cercado por los aullidos de Heffalumps traicioneros, que ha perdido toda brillantez y se ha convertido en un casi pantano en el que Christopher suelta, de puro enfado, todas esas "adulteces" en las que no cree de verdad.
El valor simbólico es sorprendente, arriesgado y hermoso para una historia de animales que hablan: un adulto hundido en su antiguo patio de juegos, en las tinieblas del niño que alguna vez olvidó, mientras su mejor amigo peludo trata de mostrarle que lo que ha estado cargando gran parte de su vida no es sino tristeza mezclada con muda desesperación.
Es tan absurdamente valiente hablar así de la infancia perdida, tan increíblemente efectivo hacerlo desde Pooh y sus amigos, que podría haber acabado justo ahí, y sería el mediometraje más emotivo que he visto.

Pero, tras haber sufrido con ellos, nos merecemos divertirnos un poco, y por eso el resto es una entretenidísima aventura familiar, que despeja las lágrimas del niño que ya no somos, y demuestra cómo la graciosa impulsividad de Tigger o el irónico derrotismo de Igor siguen siendo un válido cristal a través del cual ver estos tiempos, o cualquier otros.
Como si Disney de repente se hubiera dado cuenta de que habla demasiado en serio, y tampoco quisiera olvidar que alguna vez arreglamos el mundo desde la imaginación o la ingenuidad.

No importa porque, para entonces, el motivo de este viaje nos ha llegado.
Hemos recordado que alguna vez disfrutábamos del hoy sin pensar en otro día. Que nos enfrentábamos a mil peligros, cuando ahora pasamos demasiado tiempo bajo acecho de Woozles encorbatados. Y que nunca es tarde para sentirse perdido, porque así darás oportunidad de encontrarte a esos amigos que siempre te han recordado.

Fuimos el héroe de nuestro cuento.
Podemos tener más arrugas, ser más grandes, pero nunca dejaremos de serlo.
Cuídate de no perder las ganas por seguir leyéndolo.
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22 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
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