La ley del látigo (1952)

Clásico tipo de Western con traslado de escenario a Australia. Un ranchero lucha por reunir al ganado y salvarlo de la sequía.
Dos atracadores utilizan cierta información para que uno de ellos se pase por el hijo desaparecido del dueño del rancho, el problema surge cuando la hija del dueño y uno de los atracadores buscados por la Justicia ... pues ... se enamoran. Antes de la tormenta de arena, una tormenta sin más novedades que la noria se mueve mucho, hay un exceso de desarrollo de la labor de los vaqueros bastante insulsa también, en el que prácticamente no trasciende absolutamente nada, esto evidentemente causa un ritmo monótono.
Podría ser en el Oeste americano pero te diferencian el tema con canguros, aullidos de dingos y la aparición de nativos, los mismos que enseñaron a Cocodrilo Dundee a girar la honda. Cocodrilo Dundee decía que era un sistema de comunicación, pero aquí nos dicen que el sistema también sirve para hacer llover. Muy listos los nativos.
El otro cambio de decorado es que en vez de duelos a revolver, los desafíos son a látigo.
La intriga que platea el guion tampoco es mayor y el romance no desvela mucha pasión, aunque la haya ... pero no se ve.

Cinta de vaqueros australianos con dos sinvergüenzas, Richard Connor (Lawford) y John W. Gamble (Boone), que huyendo de la justicia van a parar al rancho de un anciano borrachín, Michael McGuire (Currie), que vive con su hija Dell (O'Hara).
La historia es la previsible, una vez más el amor es capaz de rehabilitar los comportamientos más torcidos. El guion y la dirección son muy convencionales, el ritmo demasiado sosegado y el análisis de los personajes superficial. Eso sí, O'Hara está impresionante como siempre.
Estamos en la parte sur de Australia donde la sequía, las inundaciones o los incendios marcan el devenir de sus gentes. Ahora es tiempo de sequía y de ruina. De poco sirven las exhibiciones etnológicas de los aborígenes con sus bailes, canciones o boomerangs. El ganado y los canguros mientras tanto mueren por falta de pastos, y es que "Cuando llueve al agua ofrece mucho más de lo que existe".
El anciano tiene el remordimiento de haber abandonado a su hijo en plena infancia y los truhanes tratan de explotar esta debilidad, conscientes que "Nadie vuelve al hogar jamás".
Por momentos la obra nos ha recordado "El maestro del agua" (Russell Crowe, 2014), un hombre con el don de encontrar agua en el desierto australiano pero que es incapaz de hallar los restos de sus hijos muertos en Turquía. Aquí habrían venido muy bien sus facultades zahoríes.
Entre la exuberante fauna austral abundan las serpientes venenosas. La picadura de una de ellas obliga a sajar la zona afectada con el cuchillo para hacerla sangrar y eliminar de esta forma el veneno.
Vaqueros en Australia que dirimen sus diferencias a latigazos, "La ley del látigo" lleva por subtítulo esta interesante cinta que recomendamos por su carácter exótico más que por su propio valor cinematográfico. Por lo menos es cortita.