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Esquilache (1989)

Esquilache
100 min.
5,9
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Escena (ESPAÑOL)
Sinopsis
Madrid, Domingo de Ramos de 1766. Cuando el Marqués de Esquilache (Fernán-Gómez) llega a su residencia, la Casa de las Siete Chimeneas, todavía se oyen por las calles los gritos de ¡Muera Esquilache!. Tras comprobar horrorizado los efectos del saqueo a que ha sido sometida su casa, el ministro italiano de Carlos III (1759-1788), acompañado de Fernanda (Ángela Molina) se dirige al Palacio Real al tiempo que evoca sus entrevistas con el rey (Adolfo Marsillach), los enfrentamientos con los nobles españoles, la corrupción de su esposa (Concha Velasco) y, sobre todo, su relación sentimental con Fernanda. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Drama de época Siglo XVIII
Dirección
Reparto
Año / País:
/ España España
Título original:
Esquilache
Duración
100 min.
Guion
Música
Fotografía
Links
Premios
1989: 2 Premios Goya: Mejor actor sec. (Marsillach) y dir. artística
1989: Festival de Berlín: Sección oficial de largometrajes
9
IMPORTANTE PELICULA HISTORICA
Esta película es una de las mejores muestras de cine histórico realizadas tanto en España como en la historia del cine.
Con una cuidada ambientación, sin ser excesivamente amanerada y con un toque necesariamente austero Josefina Molina nos brinda una esmerada y acertada reconstrucción del "Motin de Esquilache ".
A todo esto ayuda un elaborado guión, un verismo de gran calidad y unas acertadas interpretaciones en especial la de un Fernan-Gómez inmejorable en su composición de Esquilache.
Hay que destacar también como mérito de este film la equidistancia y neutralidad que en él se reflejan muy alejado ( menos mal ) de tentativas más efectistas pero menos efectivas tipo la reciente " Juana la loca ".
En fin una película muy acertada en su género, en absoluto estereotipada y muy necesaria tanto por su rigor como por acercarnos un episodio importante y curioso en la historia de España.
Un saludo, Efelson.
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25 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
El motín de un Pueblo.
“Esquilache” es una reconstrucción histórica que toma como base la obra dramática de Antonio Buero Vallejo “Un soñador para un pueblo” centrado en los sucesos del famoso “Motín de Esquilache” durante el reinado de Carlos III, allá por el año 1766. Una producción ambiciosa en lo artístico, tomada como pretexto para una reflexión cuya vigencia temporal podría trasladarse a la coyuntura política actual en España, desde el punto de vista en el que un político honesto, debe tomar medidas impopulares, aunque en la comparación con la actualidad, haya que salvar las distancias y motivos diferentes, en el fondo, en mi opinión, se trata del eterno dilema: el político serio y responsable, frente al dirigente populachero y sin rigor que dice lo que el pueblo quiere oír. Aunque en este caso, no existe ese político cobarde, sí que existe un Rey, Carlos III, que pasó a la historia como el gran reformador que construyó un nuevo Madrid, mientras que su ministro de Hacienda, Esquilache sufrió la ira del pueblo por esas reformas.

La narración, construida en forma de un extenso “flash-back” en cuyo interior el derrotado y ya anciano Leopoldo de Gregorio “Marqués de Esquilache” rememora los acontecimientos, la antipatía que generó en la corte y entre los nobles, por rechazar el nepotismo y no prestarse a la corrupción generalizada que era norma habitual. Otra de las causas de su desprestigio fue la prohibición de las capas largas y el sombrero gacho, sus disputas conyugales y su relación con una criada. El resultado final de esta compleja operación es un nítido exponente de las dificultades y servidumbres de este tipo de obras. Se juega audazmente con el historicismo literario, impregnado desde lo más profundo del texto del dramaturgo con unos diálogos soberbios conjugados con el lenguaje cinematográfico.

En consecuencia, el relato se acerca más en lo personal que en los acontecimientos sociales, sin duda más complejos, y en el que la directora, Josefina Molina, tampoco pretende profundizar ni moralizar. La formula desemboca, como no podía ser de otra manera, en una puesta en escena que pivota sobre el trabajo interpretativo de los actores donde, eso sí, la película juega sus mejores bazas. La profundización interior de un magistral Fernando Fernán Gómez (Esquilache), la autenticidad de Angela Molina (Fernanda, la criada), la sobria contención de Adolfo Marsillach (Carlos III) y la convicción de Amparo Rivelles (Isabel de Farnesio, madre del rey), le dan a la narración un lustre de gran calado.

Dentro de las coordenadas elegidas, es preciso reconocer que la película alcanza con eficacia el “look” buscado, en cuya elaboración juegan un papel importante tanto la planificación austera y sobria, muy contenida, así como un excelente trabajo fotográfico de Juan Amorós. Ambos factores contribuyes a que “Esquilache”, en mi opinión, una película muy interesante y digna para estar producida en España con un discreto presupuesto.
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15 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
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