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La última carga (1968)

La última carga
141 min.
6,3
873
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Trailer (INGLÉS)
Sinopsis
El capitán Nolan, procedente de la India, se incorpora al regimiento de Lord Cardigan. Considerado un oficial de inferior categoría por sus compañeros, Nolan mantendrá continuos enfrentamientos con Lord Cardigan a causa de su despótica actitud. En la guerra de Crimea (1854-1856), en pleno asedio de Sebastopol, tendrá lugar una terrible batalla. (FILMAFFINITY)
Género
Bélico Siglo XIX Free Cinema Histórico
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Reino Unido Reino Unido
Título original:
The Charge of the Light Brigade
Duración
141 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
Premios
1968: Premios BAFTA: 7 nominaciones incluyendo a Mejor actor (Trevor Howard)
"Terrible retrato de la locura del ejército británico en la guerra de Crimea. (...) torrente de imágenes, pretenciosas si se quiere, pero recorridas por la ira de un cineasta comprometido. Adorna la película la flor y nata del cine británico, con una maravillosa Vanessa Redgrave a la cabeza."
[Diario El País]
7
Alegato antibelicista basado en la arrogancia e ineptitud del mando
Remake de "La carga de la brigada ligera" (1936). Dirigido por Tony Ridhardson, se basa en hechos de la Guerra de Crimea (1853-56). Se rodó en Black Park y Greenwich (Inglaterra), con un presupuesto estimado de 8 M dólares. Obtuvo 7 nominaciones a los BAFTA. Se estrenó el 11-X-1968.

La acción tiene lugar en Inglaterra y en Crimea en 1850-54. Culmina con la participación de la Brigada de la Caballería Ligera, cuerpo de élite del Ejército británico, en la batalla de Balaklava (25-X-1854). Narra la historia del capitán Louis Edward Nolan (David Hemmings), procedente de las fuerzas destacadas en la India, hecho por el que se le considera persona inferior y es tratado como tal. Se ve hostigado, sobre todo, por Lord Cardigan (Trevor Howard), arrogante jefe de la Brigada. Traba amistad con el capitán William Morris (Mark Burns) y con su esposa, Clarissa (Vanessa Redgrave). Entre los tres se establece un triángulo amoroso.

La película explora con ojo crítico la sociedad victoriana, el Imperio británico, la Guerra de Crimea y, por extensión, todas las guerras. Es una pieza antibelicista y antimilitarista, al gusto del público de la segunda mitad de los 60, muy sensibilizado por los errores y excesos de la guerra de Vietnam. Las películas antibelicistas se dividen en varios grupos: explican la crueldad y los horrores de la guerra ("Black Hawk derribado", 2001), muestran los estragos en la población civil ("Ángeles perdidos", 1948), glosan las secuelas de las heridas físicas ("El regreso", 1978), se refieren a las secuelas psicológicas o a la inadaptación social de los que han intervenido en ella ("Un lugar en la cumbre", 1959), hablan de los intereses espúreos que ocultan, satirizan la guerra ("MASH", 1970) o denuncian la ineptitud, los errores, la crueldad y la arbitariedad del mando. En este último apartado se incluyen "Senderos de gloria" (1957) y "La última carga" (1968). Ésta ofrece una combinación de imágenes de lucha, arrojo, sacrificio y muerte, con imágenes del desconcierto, errores, torpezas e irresponsabilidad del mando, que resulta escalofriante. Para España la Guerra de Crimea tuvo consecuencias positivas. La producción cronicamente excedentaria de trigo encontró salida en el mercado internacional a buen precio. De ahí que se acuñara la expresión "Agua, sol y guerra en Sebastopol" como referencia a las bendiciones necesarias para una buena cosecha.

La música, nominada al Anthony Asquith Award, combina fanfarrias marciales, melodías dramáticas y aires heroicos. La fotografía acusa la brillantez propia de su autor, David Watkin ("Memorias de África", 1985). El guión construye una sátira dramática. Las interpretaciones de Howard y Gielgud brillan por encima de las demás. La dirección realiza una ambientación muy cuidada y ocupa a más de 600 extras a caballo en la escena final.

Película aclamada por el público de la época, algo devaluada por el paso del tiempo. Pese a todo, interesante y recomendable.
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39 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
La historia de una derrota victoriosa.
“La última carga” es una película muy irregular, con momentos auténticamente insoportables con otros verdaderamente maravillosos. Por ejemplo si durante la primera media hora larga su visionado decepcionará a casi todos, una vez entrados en faena y trasladados a Crimea toda la historia gana y mucho.

Es en esa segunda parte donde podemos ver algunas de las escenas más perfectas de cómo era la guerra en la primera mitad del siglo XIX. Magníficas escenas de batallas que el propio Stanley Kubrick le sirvieron para inspirarse en la creación de “Barry Lyndon”.

Mención aparte merece los extraordinarios carteles de los Monty Python que podemos ver en los títulos de créditos y a lo largo de varios insertos de la película. Una lástima que un arte como el de los carteles se haya perdido para siempre, cuando es la última representación artística moderna que me interesa.

Pero más que hablar de la película, que recomiendo, aunque sea por ver a una Vanessa Redgrave guapísima -aunque en un papel de florero- quiero replicar a la crítica de nuestro querido Miguel.

Según él, la guerra de Crimea fue beneficiosa para los intereses de España y su argumento se basa en las exportaciones de grano.

Pues bien Miguel siento mucho llevarte la contraria.

Te cuento, la exportación de nuestros cereales provocó el desabastecimiento del mercado interior, además de la elevación brutal de los precios. Esto produjo famosas huelgas generales como la de Barcelona de 1855 y un sin fin de revueltas campesinas con el epicentro en mi ciudad Valladolid.

El nivel de vida de los españoles no experimentó ninguna mejoría, y se incrementó la pobreza, al no aumentar los salarios pero sí los precios. Sólo hubo beneficios para los grandes terratenientes, pero en ningún caso para las clases humildes que se convirtieron en más pobres que nunca.

Eso desde el punto de vista económica, que provocó una pérdida de nivel de vida, pero aún fue peor en lo político.

La neutralidad española en aquella guerra hizo que se dejase de una forma total de contar con nuestro país para las alianzas europeas y el aislamiento que no era históricamente algo español provocó que cuando años después se produjesen los acontecimientos del 98, España no tuviera ni un solo aliado.

Se puede decir que aquel conflicto marca la salida de España de la primera división de los países del mundo, condición que se fue aumentando a lo largo del XIX y que hoy en el siglo XXI aún no hemos recuperado.

No se puede ser un país grande aislado y neutral siempre, y menos aún pensar que cuatro duros que fueron a parar a muy pocos bolsillos justifican una política exterior. Así nos va.

Por cierto, los británicos ganaron la guerra, aunque les guste recordar la dichosa carga en tono trágico, y comenzó su dominio del mundo hasta la Segunda Guerra Mundial.
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26 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
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