Distrito Apache, el Bronx (1981)

En el momento en que escribo estas líneas, 16 de julio de 2009, la página web de Ministerio de Asuntos Exteriores del gobierno de España, señala al barrio del Bronx en Nueva York como zona de alto riesgo que se debe evitar visitar, mucho más de noche. A principios de los años ochenta la cosa era todavía peor. Más heroína que ahora y mucho más abandono por parte de la administración.

De eso va esta película “Distrito apache: El Bronx”, una estimable obra que se ocupa de las miserias del barrio con mayor población afroamericana de Nueva York, y donde la vida de un hombre puede valer muy poco.

Protagonizada por un estupendo Paul Newman, en un papel de hombre solitario, bebedor y desengañado del sistema, pero que sin embargo es un policía vocacional y con mucha raza, y siempre lo será aunque la cabeza le diga que lo deje.

Acercarse al tema policiaco con rigor, abordando los temas sociales es algo que se agradece. Incluso toda la trama de la investigación por el asesinato de los policías y su resolución es fantástica, por la veracidad que transmite y profunda desesperanza.

En definitiva un buen drama policiaco con algunas dosis de acción, de un director fallido como Daniel Petrie, que realiza la película que más me atrae de toda su filmografía.

Si a usted le gustaba aquella serie mítica de “Canción triste de Hill Street”, no puede perderse está película.

No hay muchas razones para hacer un traslado e irse a vivir al Bronx, la imagen del gigante yanki sufre un buen golpe con esta cinta policíaca. La crítica es evidente aunque tampoco es sangrante, apenas pinceladas tímidas sobre la corrupción policial y la deshumanización de un barrio no sólo marginal sino violento, repleto de maldad y sin ningún atractivo por el que irse allí a pasar el día, ya no digo ir de vacaciones o a vivir.

Dado que la trama va de un lado a otro, Pam Grier parece estar en el ojo del huracán narrativo y luego desaparece su protagonismo, Newman sobresale entre irlandeses, sudamericanos, negros e italianos para darle todo el valor posible a la película. No es que sea una exhibición pero este hombre sólo con aparecer ya ocupa toda la pantalla y se merienda al resto. Él sólo es una pieza más del guión, pero sus apariciones son las que dan sentido a la película, sería muy olvidable de no ser por él.

Así que entretenida, algo errante por momentos pero entre la presencia de Newman y esa estética ejemplar de una época y un momento, los melancólicos 80, hacen que pueda interpretar el conjunto como una poesía bienintencionada y correcta.