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Harlan County, U.S.A. (1976)

Harlan County, U.S.A.
103 min.
7,8
315
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Sinopsis
Aclamado documental (ganador de un Oscar) que relata con detalle la historia de una violenta huelga que los mineros de Brookside, Kentucky, mantuvieron contra la compañía minera Eastover. (FILMAFFINITY)
Género
Documental Trabajo/empleo
Dirección
Reparto
Documental
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
Harlan County, USA
Duración
103 min.
Guion
Fotografía
Compañías
Links
Premios
1976: Oscar mejor documental (largometraje)
1977: Asociación de Críticos Norteamericanos (NBR): Nominada a Mejores 10 películas del año.
9
El carbón
Este documental asociado mitad al cinema verité, mitad al documental de observación, que gustará, sobre todo, a los más politizados o a los que quien mejorar su nivel de inglés, fue añadido al registro nacional de películas de la Biblioteca Nacional del Congreso de EE.UU. un año después de su puesta en marcha y presenta similares líneas argumentales con el clásico La sal de la tierra (1954) de Biberman, aunque menos con Quebracho (1974) de Wullicher o Infierno negro (1935) de Curtiz.
La dos veces oscarizada B. Kopple (por esta cinta, en 1976, y por la más suavizada American Dream, en 1990, acerca de la huelga de los trabajadores de la industria cárnica en Minnesota) tardó 3 años en rodarlo y un año más en montarlo, centrándose, ante todo, en los 13 meses de huelga de los mineros en lucha por su derecho a sindicarse y obtener mejores condiciones de seguridad, salariales, sociales, de vivienda y sanitarias. El documental surgió inicialmente del interés de Kopple en investigar las corrupciones del sindicato de mineros del carbón de Norteamérica (UMWA) bajo el mandato de Boyle y el asesinato de su rival Yablonski en 1969 pero, en verano de 1973, la huelga de los mineros de la empresa Duke Power en Harlan County (Kentucky), de larga tradición minera y reivindicativa, ninguneada por el sindicato del que trataban de unirse y democratizar (rechazado por la empresa) hizo que su idea original se centrase en la lucha de los mineros como actor social y cinematográfico.
El documental da voz a los protagonistas del conflicto, añadiendo también música country (bluegrass, cómo la cantautora H. Dickens) sin implicarse directamente en su desarrollo aunque se muestra partidario de la lucha de los trabajadores y crítico con el sindicato y la empresa, observando también la parcialidad prosistema del sistema judicial y policial. Además, ofrece algunos datos como los 78 mineros que murieron atrapados en las minas en 1968, la alta incidencia de la neumoconiosis de los carboneros o que el coste de la vida se incrementó un 7%, los salarios un 4% y los beneficios de la empresa un 170% en 1975.
Durante la huelga la empresa contrató trabajadores no sindicados y la tensión entre los piquetes y los capataces de la empresa fue subiendo hasta el punto que un minero huelguista, L. Jones, fuese asesinado a tiros. A lo largo de este recorrido de lucha se reflejan las reuniones de los trabajadores, las ruedas de prensa, sus actos de protesta, pero también refleja el miedo ante los pistoleros (en el documental aparece el capataz B. Collins, pistola en mano, apuntando al cámara y a los huelguistas; hasta el punto que el equipo de rodaje fuera una noche amedrentado con disparos aunque, probablemente, las cámaras salvaran a más de un huelguista de algún tiroteo). También presenta la lucha de las mujeres, muchas de las ellas familiares de los mineros, como clave para mantener viva la lucha, entre las que destaca Reese o la activista Scott con su pistola guardada en el escote.
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14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Un futuro negro como el carbón
El cine es político. Lo es tanto cuando pretende serlo como cuando no. La propia mirada del creador ya implica una motivación política y una visión de la realidad que pretende representar. Algunos directores van más allá de lo involuntario y desde la propia esencia de sus imágenes plantean un discurso político claro. Puede parecer inocente en pleno 2020, pero el cine tiene un poder transformador evidente y puede ser utilizado como arma para combatir al sistema. Barbara Kopple fue plenamente consciente de ese poder desde el comienzo su carrera. Con Harlan County, USA, la directora americana grabó durante meses en 1973 la huelga de Brookside. Ésta fue llevada a cabo por 180 mineros y sus esposas en el sureste de Kentucky, en la región que da título al documental. Las armas con las que contó la directora fueron un equipo de cinco personas, un presupuesto de $12.000 y un ojo francotirador para el encuadre y para encontrar las historias que a su vez integraban el personaje principal del documental: la lucha de los mineros contra la corporación Duke Power Company.

El documental como herramienta política cogió fuerza precisamente en la década de los 70, un momento de desencanto y rebeldía de la población. La propia Kopple participó, al igual que muchos compañeros de generación, en las manifestaciones contra la guerra de Vietnam que se desarrollaron por todo el país. Fogueada en esas batallas, con Harlan County, USA Kopple tomó partido no solamente con su cámara, sino también con su voluntad de exponer una realidad oculta para la mayoría de los estadounidenses en el momento del rodaje: las paupérrimas condiciones de vida de los mineros y sus familias, así como la violencia laboral y física que la compañía ejerció sobre ellos con tal de silenciar su lucha. Llama la atención que los propios mineros y sus esposas comprendan a la perfección el poder que podía ejercer la cámara en el conflicto. No es solo el poder que esta película podía ejercer de cara a la opinión público, sino también la protección y falta de impunidad que tener una cámara grabando la acción proveía. El debut de Barbara Kopple es el ejemplo perfecto de que las limitaciones técnicas y presupuestarias no tienen por qué dañar el producto final. Adscrita a la corriente del cinema verité, Kopple armó con voluntad de plomo uno de los grandes documentales políticos de su tiempo.

La historia de lucha obrera que ocupa el centro de Harlan County, USA no era algo nuevo y Kopple lo sabía. Es por eso que su uso generoso de canciones tradicionales mineras es un acierto mayúsculo. La música como elemento conector de la lucha de diferentes generaciones de trabajadores. También es una aportación innovadora el hecho de que, tratando un sujeto tan masculino como es la lucha minera, la cámara de Kopple diese un merecido protagonismo merecido a las mujeres y madres de esos mineros. Y qué protagonismo, en un momento en que las mujeres aún luchaban por una representación justa en el cine y la televisión, a nadie se le puede escapar el poder de imágenes como el de una de las mujeres sacándose una pistola del sujetador.

Harlan County, USA no solo no está exenta de violencia, sino que ésta tiene un papel central en la cinta. Especialmente chocante resulta el asesinato de un líder sindical, su mujer y su hija. La orden para matarlos venía de las élites del carbón. Más adelante en el metraje, uno de los mineros correrá la misma suerte. En tiempos en los que cada vez se instala más la idea de que la lucha de clases es algo del pasado, ver la violencia a la que se tuvieron que enfrentar estos mineros para conseguir unas condiciones dignas mientras que la corporación había duplicado sus beneficios hace hervir la sangre.

El paso del tiempo no solamente no le ha restado valor a la cinta, sino que ha ayudado a darle un contexto. El triunfo arrollador del neoliberalismo como modelo imperante en la mayoría de economías desarrolladas del mundo es hoy en día una realidad a la que nadie puede escapar. Casi cincuenta años después del rodaje de esas imágenes, los trabajadores del mundo están más a merced de las grandes corporaciones que nunca. Es por eso que Harlan County, USA fue más allá de las historias que recogió: ayudó a visibilizar cómo las estructuras de poder no descansan hasta conseguir lo que ansían. Y eso era así en 1973 y es así a día de hoy.

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2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
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