La noche plena (1940)

Irving Reis fue un guionista norteamericano de origen judío sefardí que llegó a dirigir una veintena de películas hasta su prematura muerte a los 47 años. En ese catálogo cuenta con algunas buenas producciones entre las que destaca la romántica y melancólica “Enchantment” (Hechizo), la magnífica “All my sons” (Todos eran mis hijos) con un impresionante E.G. Robinson, ambas de 1948, o la que aquí se comenta que destaca por su original escenario, una serie de bungalows junto a una gasolinera en el desierto del Mohave en California, donde trabaja Mae, una mujer con sus dos hijos cuyo marido está encarcelado.

Junto a ella conviven una curiosa galería de personajes: una embarazada a punto de tener un hijo, un joven soldado detenido por no volver de permiso al buscar a su esposa, un par de gánsteres, una joven de oscuro pasado o un doctor borrachín dedicado a la venta de elixires que curan todas las enfermedades. Son personajes muy bien construidos que exponen sus ansias, problemas, deseos o paranoias a través de un buen guion escrito por Richard Collins y Arnaud d'Usseau. Toda la acción se precipita cuando el marido de Mae escapa para tratar de demostrar su inocencia. A partir de ahí se convierte en un melodrama con ciertos rasgos de cine negro,

La película tiene un carácter teatral derivado de lo reducido del escenario, con claras reminiscencias de “El bosque petrificado”, la obra de Robert E. Sherwood -también adaptada al cine en 1936 con Leslie Howard y Humphrey Bogart- pero se ve con enorme interés. Reis demostró una particular sensibilidad en algunos de sus filmes, aquellos más personales, entre los que se encuentra esta película y, en ocasiones, su sensible cámara nos recuerda al gran Clarence Brown.

Buena.

La película es de porte sencillo y le gusta transitar por ese camino sinuoso desde el que se avizora el interior de las personas.
Desde las primeras escenas se descubre un hondo calado humano y su facilidad para acceder a ese recóndito lugar.
El estilo narrativo es sobrio y la ambientación austera pero su eficacia es grande, tanto como la caracterización psicológica de los personajes y su capacidad de fabulación.
Las tramas se imbrican con sigilo y hacen gala de una elegante soltura de manera que siembran expectativas en el patio de butacas respecto de lo que sucederá a continuación.
Así, en una danza bien acompasada, unen sus destinos el drama, el negro rostro del thriller y una brizna suave de romanticismo.