arrow

Crónica de una trotamundos (1962)

Crónica de una trotamundos
124 min.
7,6
143
Votar
Plugin no soportado
Añadir a listas
Sinopsis
Biopic sobre Fumiko Hayashi, una escritora japonesa que se ganó un lugar en el panorama literario de su país partiendo de cero. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Biográfico
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Japón Japón
Título original:
Hourou-ki
Duración
124 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
8
Una biografía de Fumiko Hayashi
Esta película narra la historia de Fumiko Hayashi, escritora Japonesa de gran éxito. En ella, se describen los hechos que acontecieron a dicha persona desde su infancia ambulante hasta el momento en que logró hacerse un lugar en el panorama literario Japonés.

Éste es un film formalmente muy rico, en que caben destacar distintos aspectos: Ritmo narrativo, sólido guión y construcción de los personajes, etc. Pero por encima de todo, se encuentran la impecable dirección de Mikio Naruse y la inconmensurable interpretación de Hideko Takamine en el papel principal.

Personalmente, no soy muy aficionado a los biopics, y suelo ser muy crítico con ellos. En este caso, empero, Naruse describe a un personaje desde una perspectiva muy distante y cercana a la vez, mostrándonos sus virtudes así como sus defectos como persona.

En definitiva, una muy recomendable película que permitirá conocer los orígenes de la señora Hayashi, desde los infiernos de la pobreza y la hambruna hasta el éxito en aquello más ama, la literatura.
[Leer más +]
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
La vida, como una lágrima cansada, que no dejó de estirar las manecillas de las doce
Mikio Naruse sentía que la escritora Fumiko Hayashi era como su alma gemela. Adaptó varias de sus obras, en El almuerzo (1951), El relámpago (1952), Crisantemos tardíos (1954) o Nubes flotantes (1955). En la inmensa Crónica de una trotamundos (Hourou-ki, 1962), una de las cimas del cine de Naruse, se adapta su primera obra, autobiográfica. La escritora es encarnada, prodigiosamente, por Hideko Takamine, el rostro más recurrente en el cine de Naruse. Aunque bien podría verse también como un reflejo en el espejo del mismo Naruse, de su propia sensibilidad, de sus sombras y temblores. Transpira una sensación de trayecto de vida que ya se ha convertido en un espejo en el que contemplarse como una corriente de interrogantes y forcejeos que han alcanzado, con el semblante exhausto, la orilla.

La bellísima secuencia final, que acaece en el año de la muerte de la escritora, 1951, es sublime sinfonía de contrastes: Fumiko ha alcanzado el éxito y la estabilidad, su vida parece transpirar la calma del jardín que contempla, pero su cuerpo parece ya encorvado, como su gesto, como si hubieran ido acumulando los pesares y las privaciones que desgastaron el trayecto de su vida,desde que era una niña y acompañaba a sus padres recorriendo las carreteras para actuar en distintas poblaciones. En esa secuencia vibra, dolorosa, una melancolía, la que había gritado en su expresión, en la secuencia previa, cuando años atrás por fin empezó a recibir reconocimientos, cuando, para sí, como si a la par que sus dientes apretara las entrañas, y la voz brotara como un cuchillo de desolación, murmura que no refleja ni de lejos lo que ha sido su vida la expresión crónica de una trotamundos. En una extraordinaria secuencia, Fumiko pasea, en la noche, junto a las lápidas, pensando que algún día será una de ellas, y que quizá se convierta en un fantasma; los fantasmas no se preocupan por la comida, por la suerte de sus padres, ni padecen el tormento sobre cómo pagar el alquiler; y piensa en el cantero que en ese momento duerme y que a la mañana siguiente pulirá unas piedras para conseguir dinero, porque la vida son los negocios, conseguir dinero, de lo que no puedes escapar, porque hay que pagar las facturas, o la comida. Famiko trabajó de camarera o señorita de compañía para poder comer, en ocasiones buscando el entumecimiento en el alcohol para no sentir demasiado. Su sonrisa de rechazo ante los primeros hombres que intentaron aprovecharse de su precariedad, se convierte en una esforzada mueca de exuberancia que no puede disimular la tristeza que la va deshilachando. Mientras, no dejaba de enviar sus obras a las editoriales, recibiendo de cuando en cuando, con alborozo, algún yen por alguna venta.
[Leer más +]
Sé el primero en valorar esta crítica
Más información sobre Crónica de una trotamundos
Fichas más visitadas