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Toulouse-Lautrec (1998)

Toulouse-Lautrec
125 min.
6,0
253
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Premios
1998: Premios César: 2 Premios. 3 Nominaciones
1998: Festival de Mar de Plata: Mejor actor (Regis Royer)
1
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Sencillamente vergonzosa. Siempre me han gustado las películas biográficas de artistas. Quizá influye el hecho de que yo mismo soy artista, más concretamente pintor. De modo que cuando vi que había una película tan reciente sobre uno de mis pintores favoritos quise verla.

Las biografías de artistas unen, a la descripción del personaje y sus peripecias más o menos noveladas, el desarrollo de una carrera artística, en la que la pasión por la profesión y la intensidad del trabajo, desde el arrebato hasta la pura y enfermiza obsesión, impregnan la narración. Desde las primeras obras hasta los grandes hitos de la carrera, vemos crecer el talento y la aceptación o la incomprensión entre el artista y el mundo a medida que la vida del genio se desarrolla. Grandes biografías de artistas en el cine ha habido y sigue habiendo. Pero por alguna extraña razón, últimamente hay películas que en lugar de hacer una biografía del artista, salpicada eso sí con sus anécdotas vitales, hacen una película sobre los episodios más banales o banalizando todo, y en el que no adivinaríamos siquiera la profesión del biografiado porque escasas veces lo vemos trabajar o al menos escasas veces lo vemos ocupado en su trabajo.
Esta película no puede ser peor. Los personajes son huecos y ridículos, y todo el desparrame de atrezzo y ambientación nos cuenta una historia superficial y si queremos entretenida pero que tiene tan poco que ver con la vida de un artista que tan sólo el título nos da pistas sobre la intención de la película. Esto es más incomprensible cuando descubrimos con horror que no se trata la vida de un aficionado cualquiera en sus domingos, sino nada menos que la supuesta biografía de uno de los mejores dibujantes y pintores de la historia, ¡nada menos que un artista de la categoría de Toulouse-Lautrec!

El sentimiento de vergüenza ajena me ha acompañado durante toda la proyección. Y el momento más vergonzante ha sido una conversación a gritos entre Van Gogh y Toulouse que se diría hecha por un turista desinformado y no por un biógrafo supuestamente autorizado.

Para ver algo sobre Toulouse-Lautrec recomiendo vivamente revisitar "Moulin Rouge" de John Huston, que quizá está peor ambientada y se centra en la vida amorosa, pero que pese a todo nos brinda un relato realista, pero emocionante y vivo de lo que es la vida de un (gran) artista.

En fin, "Lautrec" es un horror, una película totalmente prescindible excepto para los muy masoquistas o que hayan decidido despreciar el arte y en concreto la pintura como dogma de fe.
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12 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
"Si los artistas son profetas, el próximo siglo será terrible"
Película que nos lleva a los efervescentes tiempos de la Belle Époque ayudándose de excelentes intérpretes y de una exquisita ambientación. Es como una copa de champán doradito y lleno de burbujas para degustar en el Moulin Rouge a ritmo de can-can. Pero produce cierto bajón, paradójicamente, que se abuse de las escenas festivas, bulliciosas y jaraneras (faltan escenas de quietud que sirvan de contraste, porque de esta manera las escenas revoltosas casi terminan por no funcionar). Tiene poco que ver, por lo tanto, con la silenciosa introversión del "Van Gogh" de Maurice Pialat.

Régis Royer dibuja y colorea magistralmente un Lautrec que mezcla el cinismo con el carácter infantil de una manera que resulta enternecedora. Al contrario que su amigo Van Gogh, en la locura termina hallando la estabilidad que no tenía estando cuerdo.
Elsa Zylberstein deslumbra una vez más como musa de la Belle Époque (ya lo había hecho en "Van Gogh"), modelo de Lautrec y de Renoir que en ningún momento se muestra como florero pasivo (ella misma es pintora) y que entabla una relación muy interesante con el protagonista: lo ama pero siente envidia pictórica hacia él (no así hacia el viejo Renoir, con quien mantiene una relación más paterno-filial; como si la envidia sólo pudiera surgir entre iguales). Otro aspecto paradójico de su personaje es la contradicción de vivir en ese libertinaje bohemio, pasando media vida en pelotas como si nada, pero sintiendo al mismo tiempo deseos de una convencional respetabilidad ("¿cuándo me vas a presentar a tus padres…?", "¿cuándo nos vamos a casar…?").

En la película vemos el famoso cuadro de Suzanne Valadon (el personaje de Elsa Zylberstein) pintado por Renoir con ese aire bucólico y campestre que le caracterizaba. Lautrec repudiaba todo ese mundo del campo (¿celos hacia Renoir a causa de su musa compartida?), centrándose su pintura en los ambientes cabareteros de los bajos fondos. Tal vez así, viviendo entre las extravagancias de la noche parisina, sentía que su minusvalía era menos llamativa y menos rara.
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6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
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