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Flower and Snake (2004)

Flower and Snake
115 min.
4,6
40
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Sinopsis
Shizuko es una bailarina de tango mundialmente conocida. Está casada con un hombre de negocios de éxito, Toyama. Sin embargo, su marido dedica casi todo su tiempo al trabajo, por lo que su relación con él es casi nula y sus noches se llenan de fantasías sexuales. Shizuko, bella y deseada, exuda un fuerte intelecto, fruto de su experiencia internacional, lo que termina convirtiéndola en el objeto de deseo de Ippei Tashiro, un viejo de 95 años conocido como el "príncipe de la oscuridad de Showa", que consigue que un líder de una banda secuestre a Shizuko para su deleite. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Erótico Remake
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Japón Japón
Título original:
Hana to hebi (Flower and Snake)
Duración
115 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Grupos
Flower and Snake
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4
BDSM & Zen
Los cambios sociales experimentados en el país nipón trajeron consigo numerosas corrientes que chocaban con lo tradicional cuyos ideales, gustos y tabúes serían demolidos gracias a la Nueva Ola y el éxito de títulos que se deshacían de las ataduras con respecto a lo sexual.

A principios de los '70 las películas eróticas atraían a más público que las de acción y ciencia-ficción, por lo que muchas compañías apostaron por esta nueva tendencia, triunfando entre todas ellas la Nikkatsu a través del "roman porno", salvándose así de una más que palpable bancarrota. En 1.974 la productora lograría entonces unos beneficios enormes con "Flower & Snake", adaptación de la novela homónima que dio a conocer al controvertido Oniroku Dan, famoso por tratar de forma tan liberal el sadomasoquismo en el sexo; pese a cambiar las ideas del texto original causando el disgusto del autor, el film fue realizado por Masaru Konuma, uno de los maestros del "pinku eiga", y protagonizado por Naomi Tani, reina del "softcore".
Arrasó entre el público dando paso más tarde a una saga de dudosa calidad. En efecto, Nikkatsu salió del bache y la película se convirtió, por su atrevimiento, su humor perverso y sus punzantes discursos sobre el papel de la mujer en la sociedad, en un clásico de la serie "B" erótica. En 2.004, cuando se conmemoraba el 30.º aniversario de la obra, llegó de forma inesperada su resurrección de la mano de un Takashi Ishii que se propuso a comienzos del nuevo siglo regresar al género con el cual despegó su carrera, el "pinku eiga".

Ciertamente el director, que no negaba la influencia que Masaru Konuma y su innovador film habían dejado en su cine, era el más indicado para realizar una nueva versión de las aventuras sexuales de Shizuko Toyama, la insatisfecha esposa de un hombre de negocios, ahora llamado Takayoshi y no Senzo, con el que es incapaz de tener relaciones sexuales. Pero a pesar de retener ciertas similitudes, el director decide no mantenerse fiel al relato de Dan ni a la película original, enfocando la historia desde su propio punto de vista y tergiversando por completo los principios de la misma.
A Shizuko se le concede ahora una profundidad mayor, no sólo convirtiéndola en bailarina de fama internacional, sino también en presa de extrañas fantasías en las que da rienda suelta a unos deseos sexuales absolutamente depravados, imposibles de practicar en un entorno tan hermético, frío y distante como su marido, perfecto negativo de su homólogo de 1.974. El cambio más drástico planteado por Ishii es que la pesadilla que vivirá la protagonista y que la iniciará en el desconocido y aterrador universo del BDSM no proviene de los anhelos sexuales del marido, sino de un inquietante y repulsivo personaje llamado Ippei Tashiro (con el que se reemplaza a Makoto Katagiri y todo el trasfondo social de su turbio pasado).

Éste, un anciano de poderosa influencia en el mercado negro, es en realidad el anfitrión en secreto de un show para clientes selectos donde se realizan las más aberrantes prácticas sexuales; así el director despliega trazos de intriga más propios de su cine de gángsters, que combina con el erotismo de la original. Moderno y diferente enfoque: ahora el marido de Shizuko no desea introducirla en el BDSM para hacerla una mujer sumisa, se ve forzado a hacerlo para esquivar su deuda con la yakuza. Pronto Ishii arrastra a la mujer a los confines de un submundo donde el olor a sexo y a sangre causa con la misma eficacia la excitación de aquellos que observan, espectadores ataviados con capas y máscaras a los que sustituye el ojo de la cámara por la que observa Tashiro y el nuestro propio.
A partir de aquí se desarrollarán las situaciones más retorcidas y delirantes, las cuales nos harán reflexionar sobre hasta qué límites de crueldad, sadismo y locura es capaz de llegar el ser humano para satisfacer sus más profundas pulsiones sexuales, como la de Shizuko, que ocultas en su inconsciente a la espera de exteriorizarse verá hechas realidad a través de una amarga terapia de choque convertiéndose en la estrella de Tashiro y su tenebroso imperio del Mal, con el que Ishii, desafiando los límites de lo abstracto, no repara en ofrecernos un festival de erotismo donde lo horripilante se confunde con lo bello y lo real con la fantasía rayando los pliegues de una atmósfera agresiva, sucia, viscosa, agobiante y no exenta de gran imaginativa y elegancia.

Atmósfera que parece deber más a la china "Sex & Zen" de Michael Mak y al "Eyes Wide Shut" de Stanley Kubrick (cuyas semejanzas son escandalosas) que a la obra de Konuma. El problema es que, además de tergiversar sus principios y los del texto original (en lo referente a qué es el deseo y la liberación sexual para la mujer, esclava sumisa de la oprimida y masculina sociedad japonesa), el ritmo que le imprime a las degeneradas imágenes con las que nos bombardea resulta del todo tedioso; la trama carece de fluidez y se alarga en función de la cantidad de torturas sexuales que pueda soportar su protagonista.
Y hablamos de la otrora modelo y cantante Aya Sugimoto, que aunque canse el observarla desnuda y siendo humillada con tanta insistencia durante el 90% del metraje, sustituye a Naomi Tani con aplomo y su gran atractivo. A ésta, filmada por la escrutadora cámara de Ishii desde todos los ángulos y posturas, la acompañan actores tan conocidos como Kenichi Endo, Yozaburo Ito, Susumu Terajima y el veterano Renji Ishibashi. Con toda su vistosa parafernalia y su delirante y degradante imaginería, y pese a contar con un tramo final intenso y satisfactorio (pero para el que hay que esperar demasiado), esta "Flower & Snake" no se acerca a los límites de corrosión, aspereza y mordaz perversidad del clásico de los '70.

No contento con ella, Ishii realizaría una secuela aún menor al año siguiente...
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