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Ser o no ser (1942)

Ser o no ser
99 min.
8,5
36.027
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Sinopsis
Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Varsovia, durante la ocupación alemana. El profesor Siletsky, un espía al servicio de la Gestapo, está a punto de entregar una lista con el nombre de los colaboradores de la Resistencia. Joseph Tura, actor polaco, intérprete de Hamlet y esposo de María Tura, también conocida actriz, intentará evitarlo. Con la ayuda de los actores de su compañía, se hará pasar por el cruel coronel Erhardt y por Siletsky para entrar en el cuartel general de las SS. (FILMAFFINITY)
Género
Comedia Intriga Sátira II Guerra Mundial Nazismo Teatro Comedia negra Comedia screwball
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
To Be or Not to Be
Duración
99 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Grupos
Adaptaciones de Melchior Lengyel
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Premios
1942: Nominada al Oscar: Mejor Banda sonora (Drama o comedia)
10
La vida es puro teatro.
Esta película pasar por ser la más despiadada sátira antinazi jamás rodada. Lo es. Discutir esta cualidad tan patente es un esfuerzo del todo inútil. A diferencia de otras obras que comparten esta etiqueta, “Ser o no ser” se libra del tono panfletario en la que suelen caer estos alegatos, para situarse como una de las mejores muestras de humor corrosivo y chispeante que a dado la comedia americana y el propio Lubitsch en el conjunto de su carrera. El guión parte de una idea del propio director y está llevada con esa elegancia que en sus manos coge la farsa para darle un empaque único, que la sigue manteniendo fresca más de sesenta años después.
El comienzo de la película es magistral, “Hitler” invade, esta vez pacíficamente, las calles de Varsovia. La razón nos la mostrará con un ajustado flashback en el que por primera vez jugará con la simbiosis que se produce entre el teatro y la vida (parece que estamos en un cuartel de la Gestapo, cuando en realidad estamos sobre un escenario de teatro), este canibalismo entre una y otra representación estará presente a lo largo de toda la película pero presentado de un modo refinado como sólo un creador de la comedia como Lubitsch podía hacer.
Su genialidad se muestra en el alcance que da a las secuencias. Cualquier creador actual o de épocas pasadas, seguramente desarrollaría la secuencia hasta el clímax que marca un gag inolvidable (si es que existiesen méritos para acercarse al maestro); pero Lubitsch va más allá. Cuando uno cree que la comicidad de la situación ya está más que agotada, un nuevo, y sorprendente, giro da nuevos bríos a la historia. Un ejemplo de esto, sería cuando Joseph Tura va al cuartel de la Gestapo fingiendo que es el profesor espía y lo encierran en una habitación con el cadáver del profesor (una “tortura para intelectuales”, como expresa el Comandante “Campo de Concentración” Ehrhardt, magníficamente interpretado por Sig Ruman). Esta “tortura” ocupará los siguientes diez minutos de película yendo al “más difícil todavía” propio de una genialidad tan sorprendente como la de Lubitsch.
El reparto, con Jack Benny y Carole Lombard a la cabeza, está a la altura de esta gran película, con unos secundarios de lujo, que aportan el sostén a este dueto que sólo tiene una ambición: Representar a Shakespeare; pese a que como muy bien dice Ehrhardt “Hicieron con Shakespeare lo que los nazis están haciendo con Polonia”.
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159 de 179 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Ser, o no ser… cinéfilo
A decir verdad, la comedia y yo nunca hemos hecho muchas migas. Pero cuando te plantan ante tus propias narices un guión cuyo engranaje funciona con la precisión de un reloj suizo, no creo que ningún cinéfilo con un poquito de sentido del humor y dos dedos de frente pueda sustraerse a la imperiosa necesidad de dejarse llevar por la extraordinaria cadencia de su maquinaria y disfrutar como un niño pequeño de un clásico tan imperecedero como el que hoy nos ocupa.

Así pues, dejaos de malos rollos y ni se os ocurra ir a por vuestras gafas de pasta. No las necesitareis. El maestro Lubitsch lo tiene todo dispuesto para que paséis cien minutos de lujo. Cien minutos de diálogos perspicaces e irónicos, de enredos que se enmarañan y se desenmarañan con una agilidad y una elegancia extraordinarias, de insólitas situaciones que rozan el surrealismo puro y duro… Cien minutos de toque Lubitsch, dicen los expertos. Pues será eso. Pero sea lo que sea, si no la habéis visto aún, ya estáis tardando. Cuestiones tan vitales como ser o no ser cinéfilo, dependen de ello.
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