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Illusion of Blood (1965)

Illusion of Blood
105 min.
6,1
37
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Sinopsis
Un samurai es perseguido por el espíritu de su esposa, a quien cruelmente atormentó y asesinó. (FILMAFFINITY)
Género
Terror Fantástico Samuráis Fantasmas J-Horror
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Japón Japón
Título original:
Illusion of Blood
Duración
105 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
7
Illusion of Blood
Qué poco necesitan estos japoneses para hacer una muy gratificante película de terror al estilo chanbara mezclando su riquísima cultura tradicional con un folclore espeluznante que, en este caso y en ese aspecto, se aproxima más a un estilo occidental que oriental al utilizar la figura del fantasma al uso como incipiente del tormento del protagonista de una forma tan explícita. La factura se nota que es de bajo presupuesto por los efectos especiales empleados (basados, principalmente, en cromas y muñecos móviles), la ausencia de grandes escenarios en los que se represente la acción, reduciéndose estos en su mayor parte a interiores para suplir esa carencia pero, a su vez, forzando ligeramente al guión para el correcto desarrollo del argumento, ausencia, también, de grandes actores que aunque se note cierta falta de carisma interpretativa en el elenco, el director lo apoya otorgando a los menos talentosos papeles que no imploren grandes esfuerzos de cambio de registro, haciendo que todos consigan dar el callo en pantalla e ir acompasados los unos con los otros. Basada en un kabuki tradicional, Shirô Toyoda lanza mensajes como el mal que provoca la codicia llevada hasta unos extremos de megalomanía y, por ende, de locura, al torcer un corazón débil y sumirlo en las tinieblas como es el caso del protagonista de la obra, interpretado por uno de los mejores actores nipones de todos los tiempos y un muy habitual en el cine de Masaki Kobayashi, Tatsuya Nakadai que, por cuestión de egoísmo personal, se manchará las manos de la sangre de sus prójimos con el fin de servir a un señor feudal ante su situación de rōnin arruinado, perseguido por los espíritus amargados de sus víctimas. Con una teatralidad muy propia de este tipo de adaptaciones a la pantalla grande (muy usuales, también, en el cine de Kenji Mizoguchi), Toyoda emplea la luz como un maestro para dar profundidad a la construcción de sus personajes y acrecentar los sentimientos de desesperanza, sufrimiento y tensión que embadurnan a sus actores en las representaciones físicas de los atormentados, a su vez empleando recursos muy poéticos como la constante persecución hacia el protagonista de animales tales como cuervos (Yatagarasu en el folclore nipón, simboliza la voluntad divina de intervención en los asuntos mundanos), las ratas (en el folclore japonés, representando el fasto y la riqueza, el éxito personal y social), y la anguila (representando la gula y la prosperidad vital), de forma antitética a sus significados reales. Esto último ha sido de gran influencia en los relatos de Stephen King o, al menos, muchas de sus adaptaciones cinematográficas (1922 de Zak Hilditch, 2017, es un ejemplo bastante claro). La banda sonora compuesta por Tôru Takemitsu es un deleite para el acompañamiento de las imágenes, sirviendo especialmente al terror creciente con unos sonidos lúgubres y sutiles que rompen en momentos de inflexión pertenecientes al género principal para cambiar radicalmente y acompañar las secuencias propias del cine de samuráis, aligerando el ritmo y alargando tonos para mantener el enderezamiento de los planos secuencia utilizados para esas escenas. No comprendo que, siendo tan buena película, sea una joya prácticamente desconocida y difícil de encontrar, mezclando ambos géneros con una teatralidad pasmosa al estilo de los más grandes instructores de su cine, teniendo especial semejanza con un clásico bastante más recordado como es Onibaba (Kaneto Shindô, 1964). (7.5).
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