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Sailor Suit and Machine Gun (1981)

Sailor Suit and Machine Gun
112 min.
6,0
41
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Trailer (JAPONÉS)
Sinopsis
Izumi Hoshi es quizás la chica más intrépida y tenaz de su instituto, por lo tanto también la más popular, aunque ella no lo busque. Esta vida tranquila pegará un giro increíble tras enterarse de que su padre ha muerto en un accidente de tráfico y de que, debido a ésto precisamente, ha sido proclamada jefa del implacable grupo yakuza Metaka. Tendrá entonces que aprender de los entresijos de un estilo de vida muy distinto al que estaba acostumbrada, además de hacer frente a una gran cantidad de despiadados enemigos que quieren a su clan bajo tierra. Un alijo de cocaína valorado en 100 millones de yenes desencadenará la guerra... (FILMAFFINITY)
Género
Acción Romance Yakuza & Triada
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Japón Japón
Título original:
Sêrâ-fuku to kikanjû (Sêrâ-fuku to kikanjû: Kanpeki-ban)
Duración
112 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
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Premios
1983: Japan Academy Awards: Mejor sonido. 2 nominaciones
7
La reina de los gángsters
Acaban los '70 y la tradicionalmente masculina yakuza, que está llegando a un punto de decadencia, se encuentra bajo el mando de una mujer: es la primera vez que se produce tal fenómeno en tierras niponas.

Así lo describió Jiro Akagawa en "Sailor fuku to Kikanju", cuya línea "No importa la edad o el sexo para convertirse en jefe yakuza" pasó a ser una de las más famosas y controvertidas del momento; el libro fue un bombazo sin precedentes y casi al instante surgió el deseo de llevarlo a la gran pantalla. El paso decisivo del productor Haruki Kadokawa, aun reacio de primeras, fue elegir a Hiroko Yakushimaru para encarnar a la protagonista; ésta, menor de edad, ya era la sensación de la generación adolescente gracias a sus trabajos para televisión y a la libre y delirante adaptación de la novela "Nerawareta Gakuen", y la idea de utilizarla fue del otrora asistente Shinji Somai, cuya ópera prima estuvo ligada al primer éxito cinematográfico de ésta.
La combinación era por tanto un seguro, y se nota desde las secuencias iniciales del film. Hiroko casi se interpreta a sí misma como popular estudiante de instituto, pero hubo de superar muchos miedos para adquirir la audacia y descaro de su álter-ego Izumi, a quien de todos modos no podremos conocer en su entorno natural ya que la historia empieza a moverse antes de su presentación. La mezcla de ambientes y géneros crea un conjunto atractivo; la vida de la chica gira alrededor del drama y su tenacidad para luchar contra la adversidad, pero Yozo Tanaka, guionista de "Kagero-za", salpica gotas de un humor extravagante aquí y allá.

De hecho cierto aroma a Seijun Suzuki pulula en el aire, al menos durante la extensa primera parte. Para Izumi todo cambia al morir su padre (que nunca veremos), el alojamiento en su casa de Mayumi, amante de él, y, como remate, verse arrastrada a un mundo completamente distinto al suyo. Y ése es el de los yakuza; es necesario que la película se sirva, en primera instancia, de cierto humor, ya que la premisa creada por Akagawa es un absurdo indigerible: el fallecimiento del progenitor deja sin un sucesor a los Metaka, de larga carrera en la Historia criminal, así que no les ocurre nada mejor que dar el título a la única heredera de sangre directa.
Esto abre un mundo de posibilidades y echa abajo los conceptos clásicos del género yakuza, pues el reducido clan se halla como éste en aquel 1.981: rozando el declive. La presencia de una mujer joven en su seno lo revitaliza y rejuvenece de un modo estrafalario y exótico; todo lo que irá sucediendo y construye la trama son episodios varios donde este inaudito nombramiento da como resultado que una chica inocente, retraída y que desprecia la violencia, libere su "yo" interior en los entresijos de esta realidad aparte y demuestre coraje ante el puñado de hombres adultos que se apilan frente a ella y sus leales siervos.

Somai, fan de la improvisación, deja a Hiroko a su aire, y ésta devora la pantalla y a sus compañeros de reparto (veteranos como Kamatari Fujiwara, Akira Emoto o el siempre efectivo Tsunehiko Watase incluidos) con su espontaneidad salvaje. Más mérito tiene debido a las cruentas situaciones que su personaje debe ir enfrentando: torturas, violación, asesinatos y sadismo, entre ellas (lo que a menudo la dejaba exhausta al final de cada rodaje); el director exprimía a sus actores extrayendo emociones realmente viscerales, por medio de sus particulares técnicas, predominando unos planos-secuencia muy extensos y elaborados, la mayoría filmados desde lejos, sugiriendo un distanciamiento prudente para con el mundo en el que se ha introducido Izumi, que tan irreal, fantástico y remoto se nos presenta...
Al ir aumentando el nivel de violencia el humor se va diluyendo y la historia adquiere mayores dimensiones, y más profundas. Un antiguo enemigo de los Metaka (Sekine), un cínico y despiadado policía (Kuroki), un anciano gángster dedicado al tráfico de drogas y presentado cual señor de las tinieblas (encarnado por el mítico Rentaro Mikuni, los instantes con su Sandaiji cruzan la línea de la irrealidad y se escoran del lado de la extrañeza, donde mejor se aprecian las influencias de Suzuki o Teruo Ishii), todos piezas de un gran imperio del Mal, que impide la evolución del grupo de Izumi, cada vez más atrapada en sus sombras, entre monstruos...

Pero sin perder su infinita humanidad ni, por desgracia, liberar todo su potencial...y es que, por muchas amenazas que reciba la estudiante, su vida nunca parecerá correr un peligro real, pues siempre llegarán a tiempo sus amigos para socorrerla (y esto no hay quien se lo crea, pero tampoco es que importe mucho). Más adelante ya no habrá ni rastro de humor, y lo que queda es un escenario brutal, teñido de sangre, pólvora y cadáveres, en la mejor tradición del oscuro cine de yakuzas de Sato, Hasebe o Fukasaku, todo radiografiado por la mirada implacablemente lejana de Somai.
Pese a crear una expectativa mayor que no se cumple, vale la pena recordar el alucinante clímax, con Hiroko empuñando por fin la metralleta que da título a la historia y haciendo justicia a balazos; tan icónicos resultaron su expresión final "Kaikan" (podría traducirse "qué emocionante") y el accidente sufrido durante dicha secuencia (saltó un pedazo de una las botellas destrozadas por las balas y cortó su mejilla, dejándole de por vida la cicatriz) como el tema que interpretó para el film (negándose al principio pues no le interesaba ser una "idol" de la canción...).

Los reclamos funcionaron y la costosa producción (la más cara en el país hasta la fecha) se saldó con unas gigantescas ganancias en taquilla, pasando Hiroko y su aventura a formar parte de la cultura popular nipona de los '80, todo un símbolo para los jóvenes de la época.
Vestida con el uniforme escolar y sujetando el arma, su imagen también supuso un antes y un después en la "yakuza-eiga", abriendo el camino a muchas futuras heroínas...
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