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El día y la hora (1963)

El día y la hora
96 min.
6,2
112
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Sinopsis
Primavera de 1944. Después de visitar la tumba de su padre, Teresa necesita volver urgentemente a París, pero los trenes no pueden salir del pueblo porque algunos aviones estadounidenses y británicos han sido derribados y los alemanes están buscando a los pilotos. Decide entonces viajar con un conocido que lleva a París un camión lleno de cabras. Una vez dentro, descubre que entre los animales se esconden tres pilotos. (FILMAFFINITY)
Género
Drama II Guerra Mundial Drama romántico
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Francia Francia
Título original:
Le jour et l'heure
Duración
96 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
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6
UNA RESISTENTE ACCIDENTAL
Clément es uno de los directores que más atención han prestado a los efectos de la Segunda Guerra Mundial sobre las sociedades y los individuos, como así lo prueba el que entre sus realizaciones destaquen títulos como "Los Malditos", "Juegos Prohibidos" o "¿Arde París?".

La presente película, sin estar entre las mejores del director, merece la pena por el retrato que hace de un país ocupado como era la Francia de 1944, ya a las puertas de la liberación. El argumento nos presenta a una mujer que casualmente se ve mezclada en una operación de la Resistencia para rescatar a unos pilotos norteamericanos derribados, a quienes tratan de evacuar clandestinamente por la frontera española. Aunque ella es reacia a colaborar, acaba implicándose en el asunto, al tiempo que se siente atraída por uno de los pilotos.

Bastante previsible en su desarrollo, y sin diálogos especialmente interesantes, el interés recae en la reconstrucción cinematográfica del contexto histórico; así, vemos el férreo control policial y militar característico de la Francia ocupada, y se hace un exhaustivo repaso por personajes o colectivos que encarnan las distintas actitudes adoptadas por la sociedad francesa: colaboracionistas, resistentes, neutrales, maquis, oportunistas, todos tienen cabida en el filme, que encuentra en esta amplitud de perspectivas su mejor baza.

Bien realizada, con una correcta fotografía, la película alterna momentos de tensión y de calma, salpicados estos últimos por la relación que surge entre los dos protagonistas. Sin embargo, en ambos aspectos la película no llega a satisfacer al espectador, que anticipa demasiado lo que va a suceder, circunstancia no muy favorable para una obra cinematográfica. Sí cabe elogiar las secuencias rodadas en un tren atestado de pasajeros, que generan una adecuada angustia en el espectador, pues se identifica con los protagonistas, que se sienten acosados por las miradas y los cuerpos de quienes les rodean, sabedores de que entre ellos puede aguardar el enemigo. También es de gran interés el tratamiento que se hace de la policía colaboracionista, mostrando a través de ella cómo sus miembros oscilaban entre una linea dura, pronazi, y otra posibilista y calculadora, dispuesta a casarse con el poder de turno.

Las interpretaciones resultan desiguales, pues si bien Simone Signoret cumple perfectamente, no puede decirse lo mismo de Stuart Whitman, francamente soso, aunque debe decirse que su personaje no daba mucho de sí. Los secundarios están bien en general, especialmente Marcel Bozzuffi, como inspector oportunista, y el silencioso y amenazador agente de la Gestapo que interpreta Reggie Nalder.

Concluyendo, una obra menor de Clément, pero recomendable e instructiva por su amplia y acertada reconstrucción de un momento histórico.
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7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
“Ya habrá tiempo para el trato social… después de la guerra”
El 23 de mayo de 1944, los nazis concentrados en la región de Rethel, Francia, ofrecen una recompensa y advierten con un volante que, nadie debe prestar ayuda a los tripulantes de un avión estadounidense que fue derribado, so pena de ser castigado incluso con la muerte. Se acercan los días decisivos de la II Guerra Mundial (el inolvidable Día D) y el ambiente está que arde.

Thérèse Dutheil, una serena mujer que tiene algunos motivos para odiar a los alemanes, resulta -sin pretenderlo- poniéndose en el camino de los pilotos sobrevivientes y, de repente, siente que no podrá sustraerse de prestarles la ayuda que tanto necesitan.

Así comienza esta satisfactoria trama de suspenso con la que, el director René Clément, vuelve a lo que mejor supo hacer (recuérdese: “La Bataille du Rail”, “Les Maudits”, “Jeux Interdits”), y con, <<EL DÍA Y LA HORA>>, tampoco nos defrauda, logrando un filme intimista donde los sentimientos y la tensión interior pesan mucho más que las acciones.

La señora Dutheil, con esa carga sentimental que pesa en su corazón, será ejemplo de esa suerte de compromiso que, a veces, se asume por un impulso inevitable de hacer algo bueno porque sentimos que, cuando debimos, no pudimos (o no quisimos) hacerlo. A fin de cuentas, toda aflicción y todo llanto, no es por ese alguien que hemos perdido, sino porque sentimos que hemos quedado en deuda.

Y, por su parte, el capitán Allen Morley, es la suerte de hombre a quien, el deber, no le ha dejado suficiente espacio para sentir… y cuando por fin encuentra lo que busca, quisiera conservarlo para siempre.

El filme, sobriamente escrito por Clément, junto a André Barret y Roger Vailland, tiene momentos de suma efectividad, en especial, la secuencia del tren París-Toulouse, donde la labor del cinematografista, Henri Decaë, es impecable, con la invaluable ayuda de un excelente conjunto de extras.

El filme asegura una buena dosis de suspenso; el romance -¿imposible?- es contenido y muy bien dosificado; hay certeros diálogos que motivan unas merecidas sonrisas y, en general, el filme se deja ver sin reproche alguno porque no siempre las guerras son precisamente físicas… a veces son más duras las que se llevan en el alma y en el corazón.

Simone Signoret (Thérèse), demostrando de nuevo que es una brillante actriz; y, Stuart Whitman (Allen), con un buen carisma como el piloto al que la guerra le trae la esperanza. Costa-Gavras y Claude Pinoteau, sembrando aquí sus primeros pinitos como asistentes del director, antes de coger el timón de sus propias realizaciones.

Parafraseando al viejo sabio, creo que, a cierta edad, la vida ideal es tener unos buenos libros para leer, cine-clásico para ver… y un buen vodka para beber.
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3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
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