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Cara a cara (1976)

Cara a cara
136 min.
7,4
1.667
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ESCENA (VOS ESPAÑOL)
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Sinopsis
Una psiquiatra que no soporta la ausencia temporal de su marido se vuelca en el difícil caso de una de sus pacientes. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Drama psicológico
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Suecia Suecia
Título original:
Ansikte mot ansikte
Duración
136 min.
Guion
Fotografía
Compañías
Links
Premios
1976: Oscar: Nominada a Mejor director y Mejor actriz (Liv Ullmann)
1976: Globos de oro: Mejor película extranjera. 2 nominaciones
1976: Premios BAFTA: Nominada a Mejor actriz (Liv Ullmann)
1976: Festival de Cannes: Sección Oficial (Fuera de concurso)
1976: Círculo de Críticos de Nueva York: Mejor actriz (Liv Ullmann)
10
Bergman, apiádate de mí.
Ante tamaña oda al desgarro, la mutilación emocional y los abismos mentales se me agotan los calificativos.
Afirmo, sin asomo de duda, que se trata de la obra de Bergman que más me ha afectado y consternado. Recomiendo también, por otra parte, un visionado libre de sustancias psicoactivas. Yo no me vi venir el misil al centro neurálgico de mi psique y cometí el error de verla borracho y fumado. Hacía mucho tiempo que no lo pasaba tan mal ante una pantalla, sin contar algún que otro partido del Mandril. Hubo un momento en que, totalmente abrumado por lo que estaba viendo y sintiendo, tuve que parar la proyección, airearme un poco, rascarle la cabeza a mi perro, cepillarme los dientes, y reunir los arrestos necesarios para acabar la función (impresionante el broche que Bergman se saca de la manga en la última secuencia), momento en que me puse en pie y aplaudí, deshecho y agotado. Luego, cuando quise conciliar el sueño, no podía, y me puse a leer hasta que caí desfallecido. Y hoy, al despertar, lo primero que me ha venido a la mente ha sido el rostro de Liv Ullmann, esa absoluta diosa, que ejecuta aquí una de las interpretaciones más sangrantes que recuerdo. En una suerte de exorcismo he acudido a una tienda y me he hecho con una lámina con su rostro que ya decora mi comedor.
Bergman, apiádate de mí.
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52 de 62 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Entre la pesadilla y la vigilia
Jenny Isaksson es una psiquiatra que se esfuerza en ofrecer una fachada de equilbrio, estabilidad, pulcritud y afabilidad. Acude a la clínica, se enfunda su profesional bata blanca, y se sienta frente a seres lastimados cuyas mentes, en señal de protesta, de abandono, o de asco hacia todo, los transportan a otras dimensiones en las que a lo mejor encuentran algo de consuelo, algo de evasión o quizás la nada, para huir de una identidad ficticia e impuesta por una sociedad severa en la que no caben, huir de algo que los machaca lenta e inexorablemente.
Jenny, a pesar de sus estudios, de sus conocimientos, de su bata blanca y de su porte inmaculado, sabe que en realidad no es quién, ni tiene el menor control, para bucear en mentes ajenas y mucho menos intentar ayudarlas. Si ella misma tiene sus tormentos íntimos... ¿Cómo puede ayudar a Maria, la paciente con la que está más ligada? ¿O tal vez, precisamente por ser otra persona cuya mente está al borde de la locura, es la más indicada para comprenderla?
Jenny viste su sonrisa adorable, su cabello dorado y brillante, sus vestimentas discretas y formales, trabaja muchas horas en la clínica, y después regresa a la casa de sus abuelos, con los que se quedará una temporada, mientras su marido Eric da conferencias en Estados Unidos y su hija Anna asiste a un campamento de verano. Las cosas engañosamente dan la impresión de marchar bien, Jenny sonríe y miente con palabras de optimismo falso.
Porque por las noches, ella sufre pesadillas y tiene alucinaciones. Sus terrores, los que son sus compañeros fieles de toda la vida, sueltan la rienda cada vez que ella cierra los ojos para conciliar un sueño que le da miedo.
Hasta que un día la crisis se adueña de ella y el curso de los acontecimientos se altera.
Bergman. Un genio del subconsciente. Fotógrafo de almas en pena, de los gritos del submundo de la psique. Retratista preciso y afilado de los dolores más internos, de las frustraciones reprimidas, de los horrores que se ensañan ante la ineficacia de nuestras pobres defensas.
Una sucesión de pesadillas y de vigilias caminando en un filo, en uno de cuyos lados está el eterno precipicio, y en el otro frágiles puntos de sujeción que a veces no resisten lo suficiente.
Bergman filmaba los abismos de la locura como si nadara en ella.
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34 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
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